De la ilusión al adiós

¿Fue amor o ilusión?

¿Fue amor o ilusión? Esa es una pregunta que me he hecho innumerables veces. Sentí un amor profundo, intenso, un amor que me consumía. Pero a veces, en los momentos de mayor dolor y confusión, no puedo evitar preguntarme si lo que sentí fue solo una ilusión.

El amor, en su forma más pura, es un sentimiento profundo y duradero. Es un compromiso, una promesa, un vínculo que une dos almas. El amor es paciente, es bondadoso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor.

La ilusión, por otro lado, es un espejismo, una fantasía. Es un sueño que parece real mientras dura, pero se desvanece con la luz del día. La ilusión es fugaz, es voluble, busca la gratificación instantánea, se irrita fácilmente, guarda rencor.

Entonces, ¿qué fuimos nosotros? Sentí un amor tan real, tan palpable, que parecía imposible que fuera solo una ilusión. Pero al mirar atrás, al recordar las lágrimas y el dolor, no puedo evitar preguntarme si lo que sentí fue solo una ilusión de amor.

Recuerdo cada momento que pasamos juntos, cada risa que compartimos, cada palabra de amor que intercambiamos. Recuerdo cómo tu presencia llenaba mi mundo, cómo tu amor me hacía sentir completa. Recuerdo cómo cada gesto tuyo, cada mirada tuya, cada palabra tuya, me hacía sentir amada.

Pero también recuerdo el dolor. Recuerdo cómo cada pelea nos alejaba un poco más, cómo cada palabra hiriente dejaba una cicatriz en mi corazón. Recuerdo cómo cada despedida parecía un cuchillo que se clavaba en mi alma, cómo cada silencio parecía un grito que resonaba en mi mente.

Recuerdo cómo cada noche sin ti era una eternidad, cómo cada día sin ti era un desierto vacío. Recuerdo cómo cada recuerdo de ti era una punzada de dolor, cómo cada pensamiento de ti era una lágrima que caía por mi mejilla.

Así que, ¿fue amor o ilusión? No lo sé. Tal vez nunca lo sepa. Pero lo que sí sé es que, a pesar del dolor, a pesar de las lágrimas, a pesar de todo, no me arrepiento de haberte amado. Porque amarte, aunque haya sido doloroso, aunque haya sido difícil, fue la experiencia más hermosa, más intensa, más real que jamás he tenido.

Y por eso, a pesar de todo, a pesar del dolor y las lágrimas, a pesar de las despedidas y los adioses, siempre, siempre, valdrá la pena recordar.




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