De La Maldición

CAPÍTULO 13

Observaba el semáforo con ansias mientras sus manos seguían aferrándose al volante.

-¿Y dónde está? -preguntó Alison.

-Se encuentra cerca… Alison, esto es ilegal, no me gusta esta idea…

-A ti nada te gusta, solo responde la pregunta para la próxima vez ¿Sí? –ordenó –Ah y no fue fácil acceder a las cámaras, de acuerdo, sé agradecida que no es fácil pedir favores… si es que se le puede llamar así –dijo entre dientes.

Esperó unos minutos más mientras se arreglaba la peluca rubia y se observaba a través del retrovisor el nuevo color de sus ojos azules.

-¡Ahora! –avisó Alicia con un grito haciendo sobresaltar a Alison.

-Voy –encendió el auto y vio pasar el auto de Héctor –Carajo –avanzó un poco y en un abrir cerrar de ojos, se cruzó un camión que embistió a lo lejos al auto de Héctor–No puedo creerlo…

-¿Qué-qué pasó?

Alison vio a un sujeto bajarse del camión y revisar el auto que estaba totalmente en mal estado, se notaba que se había asustado y regresó corriendo para después escaparse.

-Llama a la maldita ambulancia ahora –ordenó y escuchó balbuceos -¡Pero del celular que te di tonta! –gritó enojada.

-Si si, recién me acuerdo… Hola…

-Pero no digas tu nombre y borra o lo que sea pero que no se muestre esta escena –ordenó y dio media vuelta al auto.

Al caer la noche, una mujer vestida con el uniforme de enfermera empujaba un carrito con ropa limpia por los pasillos del hospital y abrió la puerta lentamente.

-Me comentaron que tuviste una mejora rápida, me alegra oír esa noticia –comentó y se acercó a sacarle las agujas –También escuche que muy pronto de darán de alta y ya no necesitarás estos aparatos –acercó al carrito a la camilla y luego se acercó a la cara de Héctor–También tendré la consideración de… meterme en un carrito con ropa muy limpia –le sonrió y procedió a levantarlo –Vamos Héctor, ayúdame.

-A-Alison… ¿Qu-qué... aquí? –preguntó con voz confusa y con pocas energías –Me siento mareado…

-Mete un pie, ajá eso es –sonrió –Y luego el otro pie y… ¡Qué gusto, eres inteligente! –fingió alegría al ver que Héctor pudo lograr acomodarse dentro del carrito –Ahora cierra tus ojitos y no hagas ruido, dormirás profundamente –colocó varias prendas encima de él y procedió salir de la habitación como también del hospital.

Poco a poco pudo abrir los ojos y analizar su entorno, quiso mover las manos y luego los pies, pero ninguno pudo, trató de observar bien el panorama y pudo visualizar que estaba en una improvisada habitación como de algún médico loco como de las películas, después alcanzó ver la puerta a dos personas.

-¿Alison? –susurró y tembló de rabia -¡Alison! –gritó y las dos personas voltearon -¿Qué demonios pretendes? ¿Crees que es un maldito juego? Va a ver que te voy a acusar con Ryan y con su padre, que te hagan ¡ARREPENTIR! –gritó y pasaron segundos recuperando el aire.

Alison miró de reojo al doctor y cambió su postura, bajó la mirada y juntó sus manos.

-Lo lamento mucho –cambió su tono de voz, uno más dulce y de “niña” –Alison no quería lastimarte, solo quería jugar un poquito a asustar y a pensar de maneras de torturas más grotescas para sus amiguitos violadores –comentaba mientras se acercaba -¿Le acusarás con tu amiguito Ryan y a su papi? –preguntó estando a su lado –No quería asustarte… -cambió su rostro por uno serio y le dio una mirada fría –Solo quiero cagarte la vida como lo hicieron con todas las chicas que se sometieron a sus estúpidos juegos y no me importa Ryan y su padre, poco a poco… -se acercó a su oído y susurro –Los torturaré y los mataré, quiero que sufran –levantó el rostro y le dio una sonrisa fugaz –Ya tienes un corazón –esta vez se dirigió al doctor –Quiero un favor.

-¿Favor? –preguntó incrédulo el Doctor.

-Alison –llamó el chico -¡Alison! ¡No me dejes! Disculpa ¿Okey? –alzó la voz con nerviosismo –Te ayudaré, déjame ir, no quiero morir, soy joven aún y tengo que vivir, no te hicimos nada, nada… -se quedó callado.

-Vamos afuera a conversar ¿Le parece? –le preguntó y el doctor abrió la puerta –Solo quiero su “muñeco” para que sea de advertencia para mi público.

-Por supuesto que no –negó y cerró fuertemente la puerta, al instante nuevamente gritó Héctor suplicando -¿Por qué no le hace usted misma? Si secuestra y tortura personas, solo está a un paso de agarrar un bisturí, hilo y aguja, y así hacer su propio “muñeco”

-No, no, no, son cosas muy distintas…

-En este mundo no hay distinción.

-Ash –se quejó –Si es por tema de dinero…

-No es eso, esa es mi marca, tengo mis razones.

-¿Y los favores que te hice?

-Ya están pagados.

-¿El collar? ¿El cofrecito ese?

-Están rumbo a su respectivo lugar que es en un museo -ella alzó una ceja y le miró incrédula.

-¿Y por qué tan importante el collar?

-Porque contenía algo.

-¿Y qué era?




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