De la mentira al amor

Capítulo 1: Divorcio

Emma

Miro hacia el hombre con el que llevo años casada, a ese al que le he entregado una gran parte de mi vida, el imbécil sonríe sabiendo que tiene casi en la mano la victoria, pero aún conservo las esperanzas, todos nos ponemos de pie cuando el juez entra, miro hacia mi abogado cuando nos sentamos y pierdo la poca fe que tenía, el hombre está sudando y afloja el nudo de su corbata, no hay que pasar un curso para leer gestos, está claro que he perdido y cuando el juez dicta la sentencia es más que claro. Tantos años a su lado para esto, ya ni recuerdo cuantos exactamente y ahora me ha dejado sin un centavo, estoy en la calle por su culpa.

—¿Te parece justo? —él me mira, ya estamos fuera de los juzgados y aunque odio arrastrarme acá estoy, amo más el dinero que cualquier otra cosa

—Por supuesto, estás sola, sin dinero y en la calle, justo como quería, muy justo

—Ten algo de misericordia —pongo mi mejor cara de lástima —hemos pasado muchos años juntos Armand, no me puedes hacer esto

—¿Años? ¿Qué te fumaste loca? —él ríe —llevamos seis meses casados —lo miro incrédula, ¿es en serio? Pensé que por lo bajo habían pasado cinco años, se me han hecho eternos, normal con lo soso que es

—¿Seis meses? —me alejo algo de él —bueno, de todas formas es mucho tiempo para estar con alguien tan soso como tú

—¿Y tú qué? Eres una maniática a la que solo le gusta el dinero —me señala

—No es cierto, yo no solo quiero el dinero, Armand yo te quiero —él ríe sin creerme, pero quien se va a creer tal cosa ni yo misma puedo fingir bien eso cuando digo esas palabras y me dan arcadas

—Solo te quieres a ti —y tiene razón —y al dinero —evito asentir —me fuiste infiel Emma, por supuesto que te dejaría en la calle

—Tú también me fuiste infiel —rebato sin saber qué decir

—Normal, es horrible estar con una momia como tú

—Imbécil

—Te odio —él respira hondo —al fin libre Dios mío —levanta las manos como si le estuviera agradeciendo a Dios, infeliz

—Te odio más maldito imbécil —paso por su lado, pero me detengo, me ha dejado en la calle, el juez le dio todo a él, volteo lentamente mirando como sube a su hermoso y caro auto, enarco una ceja y miro hacia unos obreros que hay en la calle, voy hacia ellos rápido y agarro un ladrillo, yo podré haberme quedado sin nada, pero él se quedará sin aquello que más ama, el maldito auto al que besaba más que a mí. Con todas mis fuerzas lanzo el ladrillo al cristal de adelante y suelto a reír al ver cómo vuelan los cristales, todos me miran como si estuviese loca y de cierta forma lo estoy, Armand sale rápido de su auto llevando las manos a su cabeza

—¡Puta loca! —brama y echo a correr sin dejar de reír, sé que no me alcanzará, es un vago que vive de su familia y que odia hacer ejercicio, me detengo al girar en una esquina y entonces me doy cuenta de mi situación, no tengo a donde ir, no tengo dinero, no tengo joyas, no habrá más viajes, termino sentada con la espalda a una pared y las lágrimas saliendo de mis ojos, ¿por qué llegamos a esto? Quizás debería contar esta historia desde el principio, pero es tan aburrida como mi vida al lado de Armand, un hombre inútil que ama el dinero tanto como yo, alguien que solo se casó conmigo por mi belleza y yo con él solo por dinero y por no estar en casa de mis padres, aunque no nos llevábamos mal, nunca nos veíamos, yo amaba ir de compras y él su auto, somos demasiado distintos y ahora estamos divorciados, él me fue infiel y yo... bueno, yo fingí serlo, seco mis lágrimas como puedo y me pongo de pie, Emma Mils jamás se rinde, jamás llora, jamás muestra compasión y aunque odio rogar ahora debo hacerlo, solo me queda una opción, mis padres.

—Emma —dice mamá al verme, ella alza una ceja y yo finjo mi mejor sonrisa

—Mamá he vuelto —la abrazo —los he extrañado tanto, yo —ella me detiene tomando mi brazo cuando iba a entrar

—¿Qué haces Emma? 

—Mamá dejé a Armand —jamás diré que fue él quién me dejó a mí —es malo, mamá, necesito quedarme aquí

—¿Aquí? —la voz de papá se escucha mientras ríe, él sale y veo esa mirada oscura —¿acaso no eras tú quien decía que esta casa era muy fea, pequeña y pobre para ti? —trago en seco —Emma no te ensucies los pies viniendo hasta esta humilde casa

—Papá

—No me llames así —da un paso hacia mí —fue lo mismo que me dijiste cuando fui a verte un día a la revista donde trabajas y te llamé hija —sus ojos están vidriosos —fingiste que no me conocías

—papá

—Vete Emma, no estamos a la altura y esta casa menos, vuelve a tu vida de rica con tus lujos y tu esposo millonario, me dijiste un día que pensáramos que estabas muerta para nosotros —mi madre agarra su brazo bajando la mirada

—Papá

—¿Papá? —él ríe —no tengo ninguna hija —diciendo eso ambos entran y cierran la puerta en mi cara, miro esta y me alejo sin saber a donde ir, ¿de verdad le dije esas cosas? Podría rogarles y llorar, pero no voy a rebajarme, ellos no están a mi altura y es claro que no quiero estar en esta mugrosa casa.

Con Armand lo tenía todo, sé que él también se casó conmigo por interés, necesitaba hacerlo para que sus padres no lo desheredaran y yo para salir de mi casa, con Armand tenía una vida de lujos, un trabajo donde solo tenía que sonreír, ya que era la modelo de su revista, pero ya no tengo nada, ¿qué hago ahora?

★★★

Armand

Seis meses de sufrimiento y al fin soy libre, fue fácil mostrar que me era infiel, ella ni siquiera lo negó y claro, dañé su ego fingiendo que también le había sido infiel, admito que estaba bien casado con ella, prácticamente no hablábamos y el sexo era estupendo, Emma es una diosa en la cama, pero cuando convives con ella es un demonio, por eso siempre estaba lejos manteniendo sus gastos, porque si, solo le gusta eso, el dinero, y quizás es lo único que tenemos en común, es una mujer superficial, arrogante y sin corazón, alguien que no preguntaba nunca cómo estaba cuando llegaba, alguien a quien no le importaba en donde estabas, solo era una esposa en el papel y a veces en la cama, solo me casé con ella porque mis padres querían verme casado o me dejarían sin nada, la encontré en un club y le ofrecí un buen trato, sabía que una mujer así no me molestaría, pero ya es imposible aguantar sus quejas, su falta de interés y sobre todo su infidelidad, eso fue la gota que llenó el vaso y desbordó este por completo, ¿por qué serme infiel cuando le daba todo?, ¿por qué serlo cuando parecía disfrutar conmigo?, seguro fingía, es muy buena en eso.




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