De la mentira al amor

Capítulo 2: ¿A donde ir?

Emma

Observo el lugar en el que me encuentro y las lágrimas amenazan con salir de mis ojos, es pequeño, horrible y está muy sucio, pero fue lo único que logré pagar con el único anillo que quedaba en mis manos, anillo que me negué a darle a Armand, maldito infeliz, lo odio tanto, me siento en la mugrosa cama y al instante comiendo a toser por el polvo que esta desprende, no puedo vivir aquí pero ¿a dónde ir? Tampoco tengo amigas, me alejé de todas las personas pobres que conocía cuando me casé con Armand.

—Julieta —musito el nombre de la única amiga que quizás podría perdonarme, siempre ha sido buena, era el ángel del grupo, dejo mi maleta con las únicas prendas que Armand me dejó sacar (y eso es para no decir que lanzó por la ventana) sobre la cama y camino hacia la puerta dispuesta a rebajarme un poco más ante otros para así no morir de hambre.

El club está abarrotado de personas, las mujeres me miran sintiendo envidia y los hombres babean por mí, no era en vano la imagen de la revista de la familia Reyes, con mi rostro, mi altura y mis curvas puedo lograr cualquier cosa, soy perfecta, eso todos lo saben y yo también, diga lo que diga Armand, él amaba tocar mi cuerpo y hacerme suya, decía que le gustaba mi hermoso cabello rubio desparramado sobre la cama y mis ojos verdes mirándolo con deseo mientras él... bien, detengámonos ahí, ¿qué hago pensando en Armand cuando teníamos sexo? La falta de dinero ya me está afectando. Diviso a Julieta en la barra y camino hacia ella hasta que alguien toma mi mano, miro al hombre que me sonríe

—Pago lo que quieras por una noche contigo preciosa —sonrío y me acerco más a él

—Créeme, no podrías pagar ni un minuto a mi lado —me acerco más a su boca —y menos aguantar tenerme por toda una noche —él ríe y yo continúo mi camino sin mirar atrás, me detengo cuando llego hasta Julieta que conversa muy risueña con el barman

—¿Me das un trago? 

—Claro, yo —al voltear y ver que soy yo la bandeja que traía resbala de sus manos, soy rápida en aguantar esta evitando que las bebidas caigan al suelo —Emma

—Me debes todos esos tragos —sonrío mirando sus ojos asombrados.

He tenido muchas amistades a lo largo de mi larga vida, pero nadie se compara a la chica que me está mirando fijo cuando termino de contarle todo, estamos fuera del club sentadas en unos bancos, una frente a la otra.

—Entonces dices que Armand te dejó —asiento —y te dejó como mismo llegaste a su casa, sin un centavo, pobre como antes —vuelvo a asentir —lo que no entiendo es que haces aquí Emma —suspiro

—Necesito donde vivir, pagué una noche en un lugar, pero es horrible Julieta, es asqueroso y

—De seguro dirás lo mismo de mi casa

—Bueno, al menos esta estará limpia —río, pero ella resopla y se pone de pie —no, no me dejes Julieta

—No has cambiado nada Emma —dice mirándome fijamente

—Estoy más guapa —ella rueda los ojos

—Sigues siendo la misma pobre con aire de millonaria, una engreída que cree que merece todo Emma, tratas a todos mal, te crees mejor que los demás y ahora que vuelves a ser nadie entonces vienes y me buscas cuando te recuerdo que te casaste y dijiste que no podíamos ser más amigas porque tendrías amigas de tu clase —me quedo mirando sus ojos, ¿en serio dije eso? ¿Por qué todos me dicen que dije cosas que ahora mismo no recuerdo?

—Si no quieres ayudarme entonces vete —señalo la puerta por donde salimos —no voy a rogarte nada Julieta, ni a mis padres les rogué, los cuales me dijeron que estaba muerta para ellos, apuesto a que si tuviera dinero sí que querrías ser mi amiga —ella ríe mientras niega

—Por eso estás sola, has estado una hora contándome lo mal que la pasabas con Armand ¿y sabes qué Emma?, el pobre debe ahora de estar haciendo una enorme fiesta celebrando que se libró de una víbora como tú, estás sola y así estarás toda tu vida —Julieta camina hacia la puerta y entra al club, yo miro mis manos, estoy sola, ella tiene razón, con paso lento camino sin rumbo alguno no queriendo volver al lugar en el que estaba pero ¿a dónde más ir?

Siento mis piernas débiles y mis ojos se llenan de lágrimas, pero no quiero llorar, todo comienza a dar vueltas a mi alrededor y me detengo intentando aguantarme de algo, pero la caída es inminente y el suelo me recibe cuando todo se vuelve oscuro.

Me remuevo incómoda en la cama, ¿cama? Esto no debería llamarse cama, se siente como una roca, abro los ojos solo para toparme con unos ojos marrones que me observan bastante raros.

—¿Julieta? —cuestiono sentándome en la cama y dándome cuenta de que estoy en un hospital, uno muy malo por cierto, la cabeza me duele y estoy algo confundida.

—Te desmayaste —dice cruzada de brazos

—¿Y qué haces aquí? —enarco una ceja —si mal no recuerdo te negaste a ayudarme y te fuiste 

—¿Tanto te cuesta dar las gracias? —alza una ceja —no soy como tu Emma, no dejo a mis amigas tiradas

—Ya no somos amigas —suelto mirando sus ojos fríos, ella asiente, a mí me dolieron sus palabras, pero jamás aceptaré tal cosa

—Tienes razón, mejor me voy, no debe importarme que te hayas desmayado y que estés en un hospital —asiento —soy estúpida por estar aquí

—Te doy la razón —bufa caminando hacia la puerta, la cual se abre dejando ver a un hermoso doctor que sonríe al verme.

—Emma Mils, felicidades —lo miro confundida y mi amiga, bueno, mi no amiga se detiene y le mira cuando él se acerca a mí

—¿Me felicita por aterrizar en el suelo haciéndome daño? —toco la herida en mi frente que duele

—No, la felicito por su embarazo —mi corazón se detiene al escuchar sus palabras —tiene 6 semanas de embarazo —el médico sonríe, mi vista se empaña por las lágrimas y comienzo a llorar como una niña pequeña, Julieta me abraza y se lo agradezco aunque no le digo nada.

—No puedo tenerlo —ella se separa de golpe de mí al oírme, yo miro al doctor —no puedo tenerlo, estoy sola, no puedo cuidar de mí, menos de un niño, yo no quiero tenerlo doctor.




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