Emma
La casa de Julieta es del tamaño de la habitación que yo tenía antes, a pesar de eso me guardo los comentarios y con sigilo la sigo a ella por su casa, todo está limpio y muy ordenado aunque yo siendo ella cambiaría el color de las paredes, no pega nada y menos la organización de los muebles, Julieta se detiene y casi choco con ella, maldigo en voz alta y ella voltea a verme.
—Puedes hablar Emma, sé tú misma, no te cortes —se cruza de brazos
—Es...—miro todo —tiene...—suspiro —en fin, es mejor que el lugar en el que estaba —le sonrío y ella asiente sin quitar su cara malhumorada, es claro que mi perfecta sonrisa no funciona en ella como en los hombres.
—Emma vas a explotar si no hablas —suelto el aire que retenía
—Es pequeña, fea y está muy mal organizada, los colores son horribles, dan ganas de suicidarse y me recuerda un montón a la casa de mis padres aunque esta era mucho más grande que el cajón este al que llamas “casa”—hago comillas con mis dedos cuando digo casa —pero —levanto una mano antes de que ella hable y me eche a patadas de aquí —está todo muy limpio, huele bien y no sabes lo bien que me hace estar aquí Julieta, has salvado mi vida y nunca olvidaré lo que estás haciendo por mí, jamás volveré a dejar de hablarte y serás mi amiga por siempre, te prometo que te pagaré todo lo que estás haciendo y —suspiro —cuando vuelva a tener dinero te daré una casa mejor —ella se echa a reír luego de unos segundos de seriedad.
—Me sorprende que hayas sido pobre algún día
—En realidad era de la clase media —bufa y abre una puerta
—Bueno, princesa, ahora esta es tu habitación —entro al pequeño espacio y sonrío un poco, miro la cama que es lo único que hay aquí y dejo mis maletas a un lado
—Una maravilla —susurro mirando las cuatro paredes descoloridas recordando lo mal que pagan en el maldito club.
—Y no tienes que pagarme nada —escucho que dice y me siento en la cama —lo hago porque te quiero aunque no lo merezcas —yo me acuesto mirando el techo —¿cómo te sientes?
—Como en una pesadilla —musito mirando las pequeñas manchas en el techo
—Hablo de tu embarazo
—Joder —cubro mis ojos con mi brazo —lo había olvidado —mi amiga resopla —¿por qué demonios me lo recuerdas Julieta?
—Emma huiste del hospital sin querer que te hicieran la ecografía
—No quiero verle —murmuro con sinceridad —ni escuchar su corazón, si hago eso —suspiro —no podré pensar y tomar una decisión —la cama se hunde a mi lado.
—Aún quieres abortar —no respondo, pero es clara mi respuesta —no te diré qué hacer Emma, es tu vida, pero debes pensar pronto, tienes 6 semanas de embarazo, por qué si no eras feliz en tu matrimonio no te cuidabas?
—Si lo hacía, tomaba la píldora, no sé que pudo pasar
—Lo olvidarías algún día —yo la miro, no recuerdo haberlo hecho, pero hay tantas cosas que no recuerdo, además, no soy la persona más responsable del universo
—¿Me dirás algún día tu historia? —ella se tensa —no aborto si me cuentas —bufa levantándose de la cama
—Eres una inmadura —viro los ojos —Emma no puedes jugar con eso, es tu hijo, es una vida, es una parte de ti que aunque rechaces, abortes o simplemente regales cuando nazca nunca va a dejar de estar en tu mente, siempre va a ser parte de tu vida —diciendo eso sale de la habitación dejándome entre cuatro paredes con un horrible sabor en la boca, llevo mis manos a mi vientre y acaricio este con cuidado.
—No mereces una mamá como yo —musito cerrando los ojos y el cansancio poco a poco me vence dejándome dormida.
★★★
Armand
Camino de un lado al otro de mi oficina con el teléfono en la mano, ya hace una semana desde que me divorcié de Emma y aún no he podido encontrar a esta, se supone que dentro de tres semanas debemos de estar en el campo, pero no, ella no aparece y eso que le gusta siempre ser el centro de atención.
—Armand —Rubén entra a la oficina
—Dime que ya la has encontrado —él niega —joder en donde está? No pudo salir del país, no tenía dinero, es como si la tierra se la hubiese tragado —murmuro volviendo a mi silla —necesito encontrarla
—Debe de estar hospedada en algún lado
—Ni siquiera ha venido a buscar dinero —musito, pero al escuchar la risa de mi amigo lo miro
—De seguro ya encontró la forma de conseguir dinero —él se sienta frente a mí —para Emma eso es muy fácil, con un cuerpo así y una cara, muchas puertas se abren
—¿Qué insinúas Rubén?
—¿De veras Armand? —él ríe —Emma sabe usar sus encantos
—Jamás se vendería por dinero —digo con seriedad —puede ser egoísta, arrogante y mala, pero no se vendería
—Trabajaba en un club de noche Armand
—Era camarera —mi amigo bufa
—Eres tonto al creer que pudiendo sacar mucho dinero no lo haría, además, es una descarada —aprieto fuerte mis puños —teniendo todo contigo te fue infiel.
—La conozco —murmuro sin mirarle —ella no es de esas
—¿Te enamoraste Armand? —miro rápido a Rubén —¿de verdad te enamoraste? Admito que es preciosa pero no tiene corazón
—No digas estupideces —me levanto de mi silla —es imposible que alguien pueda amar a una mujer tan superficial como Emma y si sucediera eso créeme que al conocerla todo el amor se iría corriendo
—¿A dónde vas? —cuestiona cuando tomo mi saco
—Al club, ahí la conocí, si no tenía a donde ir debe de estar ahí.
—¿Ya preguntaste donde sus padres? —yo suspiro
—La odian, jamás le darían techo
—Pues bueno, vámonos al club —mi amigo ríe —no te asombres cuando la veas cobrando por horas —evito responder a eso y salgo de la oficina, de todas formas no se para qué vengo al trabajo si nunca hago nada, menos mal que tengo una secretaria eficaz que se encarga de todo, miro mi reloj, espero encontrar a Emma pronto aunque es claro que no me gustaría tener que darle la razón a Rubén, de solo pensar en eso la rabia corre por todo mi cuerpo, aunque no debería de importarme, ella ya no es mía, bueno, creo que nunca lo fue.