De la mentira al amor

Capítulo 6: No tengas miedo

Emma

Salgo del baño y al ver a Julieta ahí mientras piensa me detengo, ella me mira y sé que soltará una de esas cosas que no me gustan oír, ¿cómo ella les llama? Ah si, buenos consejos para la vida, la ignoro y comienzo a buscar la ropa que me pondré, el maldito de Armand no me dio toda la ropa que antes tenía y a las cuales extraño, también extraño las joyas, en fin, todo en total.

—¿Debo adivinar ahora lo que quieres decirme? —la miro, ella ríe

—Bien —suspira —Armand fue al club y habló conmigo —dejo de sonreír —quiere hablar contigo Emma, dijo que es importante y que

—No pienso verlo

—Creo que deberías verlo y hablar, deberías además decirle que va a ser padre

—No —digo tajante —no le diré y no quiero verlo, tampoco quiero que hablemos más sobre él —mi amiga suspira.

—Perfecto —ella se levanta de la cama —como quieras, ahora muévete, hoy es la ecografía —lo dice tan alegre que parece ella la embarazada, pero tuve que acceder a hacerme una o amenazó con echarme de la casa, al llegar al comedor y ver la comida servida evito resoplar, todo es comida sana y Julieta se ha tomado eso de cuidar de mí demasiado en serio

—¿No irás hoy a trabajar? —pregunto mientras esperamos que el doctor me atienda, es horrible la espera en este hospital

—No, cambié el turno por esto de la ecografía, si te dejaba sola no ibas a venir —me mira y no lo niego, me conoce bien.

—Necesito encontrar pronto un trabajo, el maldito de Fred no me quiso contratar —digo algo que sabe, lo que no sabe es que este me ofreció el trabajo a cambio de mi cuerpo, asqueroso.

—No te preocupes, no me molesta que no trabajes Emma, ya sé que solo sirves para sonreír y tomarte fotos —ambas reímos.

—Lo sé, pero no puedo dejarte todos los gastos —suspiro mirando mis manos —además, si accedo a tener este bebé entonces tengo que comprar cosas —murmuro, pero ya estoy convencida de que quiero tenerlo.

—Créeme que luego de hoy no tendrás dudas —ella se pone de pie cuando el doctor dice mi nombre

—¿Por qué lo dices?

—Porque sé que en el fondo tienes corazón —sonrío, quizás es la única persona que piense así, el doctor me pide acostarme en una camilla y eso hago, mis manos tiemblan por los nervios mientras miro hacia el techo, jamás pensé en que me vería en esta situación, pero aquí estoy, miro a Julieta que toma mi mano cuando el doctor comienza y no sé por qué pienso que me encantaría haber visto a Armand en su lugar, deshecho rápidamente el pensamiento.

—¿Y? ¿Cómo está doctor? —pregunto mirando a este que frunce el ceño —¿pasa algo malo? —miro a Julieta y luego al doctor

—Depende de a qué usted llame malo —ambas lo miramos más que confundidas

—Joder diga ya si el bebé está bien o mal —mi amiga se altera y yo aprieto con fuerza su mano

—Es que no es un bebé —lo miro desconcertada —son dos —él me mira, mis oídos no dan crédito a lo que acabo de escuchar y el aire comienza a faltarme, quiero llorar, chillar y reír al mismo tiempo, pero no logro hacer nada.

—¿Está seguro? —la pregunta sale en un susurro de mi boca y él asiente

—Sí, no hay dudas

—mire bien —señalo el monitor —podría ser algo más o una sombra o yo que sé

—Tiene gemelos, señora Mils —dice sonriendo —no hay dudas de eso —el mundo cae sobre mí, estaba ya algo preparada para uno, pero dos ya es mucho.

—Pues dígame entonces que puedo devolver uno —pido tomando al doctor por la bata —¡¿cómo voy a tener dos?! —le grito como si él fuera el culpable.

—Suéltalo Emma, no es culpa del pobre hombre —mi amiga me toma de los hombros

—Bueno —sonrío un poco —regalar uno no es ilegal, ¿verdad? —ella ríe mientras niega y el doctor me mira como si estuviese loca —maldito Armand y su poderoso semen.

—No te pongas así que no es tan malo —miro a Julieta.

—¿Y qué tiene de bueno? ¿Que engordaré el doble o que tengo que gastar el doble en comprar cosas? —ella queda muda ante mis preguntas

—Emma

—No es esto lo que quería Julieta —hablo pasando las manos por mi rostro

—Entonces aborta —el doctor la mira y yo también —si no los quieres hazlo, vamos, estás a tiempo y estás en un maldito hospital —Julieta abre su bolso y no la reconozco —¿cuánto cuesta? Yo te lo pago —respiro hondo mirando sus ojos, estoy segura de que si pudiese matar con su mirada ya yo estaría muerta.

—Las dejo a solas si quieren —menciona el doctor que se pone de pie pero mi amiga niega

—Espere, antes déjenos escuchar los latidos de esos corazones, escuchemos eso de lo que mi amiga se quiere deshacer —mirando sus ojos comienzo a escuchar y mis lágrimas salen sin poder evitarlas, es claro que no quería esto, pero ahora tampoco quiero dejar de tenerlos.

En el taxi ambas vamos en completo silencio, tengo miedo, tendré a dos bebés cuando ni siquiera puedo mantenerme a mí sola, pero ya es claro que no voy a abortarlos, no puedo hacerlo, soy incapaz ahora mismo de hacer eso aunque mi lado maternal sea bastante escaso, una de las manos de Julieta se posa sobre la mía y la miro.

—No tengas miedo, no estás sola amiga.

—Lo sé —musito apretando su mano —gracias Julieta, de no ser por ti puede que hubiese hecho demasiadas locuras —ella ríe —jamás olvidaré lo que has hecho por mí —el taxi se detiene y ella baja, luego lo hago yo, pero me detengo en seco al ver al hombre que está de pie frente a la puerta y que camina hacia mí.

—Julieta —miro a mi amiga

—Debes hablar con él Emma —niego rápido, pero ella camina hacia la casa

—Maldita traicionera —bramo, pero me ignora y entra, yo miro a Armand levantando una ceja.

—¿Qué demonios haces aquí? Habla rápido que tengo cosas importantes que hacer —él ríe al escucharme

—¿Ah, sí? ¿Qué cosas? ¿Cocinar? —ríe —a no, si no sabes, ¿limpiar, lavar? No que va, te dañas las uñas —él se acerca un poco más a mi, embriagándome con su perfume, ese que siempre me gustó de él, siempre huele bien el condenado —apuesto todo a que tienes a Julieta como una esclava haciéndote todas las cosas Emma.




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