De la noche a la mañana... ¿¡soy princesa!?

Capitulo 1

La noticia real.

Recuerdo como si fuera ayer cuando mi mamá me dio la noticia

Recuerdo como si fuera ayer cuando mi mamá me dio la noticia.

Tal vez es porque sí fue ayer.

Pero cuando te dan una noticia semejante es fácil perderte de algunas cosas.

Era un día domingo, el clima cálido acompañado de una ligera brisa, con el cielo despejado y un sol brillando en lo más alto. Después de la crisis vivida y los días nublados y grises, un día como este resultaba esperanzador.

Todos los niños aprovecharon y fueron correteando a la playa, chapoteando en el agua y jugando en la arena, después de todo últimamente no había habido motivos para divertirse.

Jóvenes como yo pasamos el día nadando en el océano, tomando sol en la orilla o simplemente caminando tranquilamente por los prados. Por un día habíamos olvidado los malos ratos, las caras tristes, habíamos dejado de lado las preocupaciones y el arduo trabajo y nos pudimos dar un respiro para gozar nuestra juventud.

Nosotros decidimos ir a nuestro pequeño lugar secreto, un pequeño arrollo rodeado de altos árboles, oculto del ojo humano. Era el lugar perfecto para ocultarnos de la realidad, donde podíamos fingir que todo estaba bien, que no había hambre o dolor, que los deseos se cumplían y que sólo éramos nosotros dos.

Era un lugar único y especial que tuvimos la dicha de encontrar.

Y Dios sabía cuánto me gustaba este pequeño escondite, y cuánto me gustaba él. Desde sus rizos alborotados, su juguetona sonrisa, sus cariñosos ojos y su esbelta figura, hasta lo ingenuo que es, su esmero en cuidar a su familia y lo poco ortodoxo que llegaba a ser.

Estaba totalmente enamorada, y pasar este día desde los primeros rayos del sol hasta ver juntos el atardecer hacía que todo fuera más... perfecto.

Pero todo lo bueno se acaba, y ya era muy tarde cuando regresamos. Su casa quedaba al otro lado del pueblo, totalmente contraria a la mía, aún así insistió en acompañarme y no pude negarme, después de todo quería alargar el momento lo más posible.

Él sonreía juguetonamente, nuestros hombros se tocaban casualmente, nuestras manos se rozaban de "casualidad". Tenía un ligero rubor en las mejillas, él tenía las orejas un poco rojas.

Cuando por fin llegué a mi hogar todavía su sonrisa revoloteaba en mi cabeza, no me daba cuenta de la cara de boba que traía ni del brillo inocente de mis ojos. Solo sabía que ese día había sido perfecto, que estaba feliz y que tenía la fuerza necesaria para seguir esforzándome mañana.

No estaba nada lista para lo que sucedería.

Algo no iba bien..

La primera señal extraña de que no todo iba cómo siempre fue la cocina, normalmente mi mamá cocinaba con gran esmero las pocas cosas que lográbamos conseguir. Era una cocinera innata, que se valía de lo que tenía para hacer sabrosos platillos que engatusaban hasta el más quisquilloso de los hombres; pero lo que encontré fue un inusual silencio, con cada olla y plato perfectamente limpio y ordenado.

Mi mamá se encontraba en el pequeño comedor con la espalda recta y los ojos fijos en la mesa. Al parecer ni siquiera había notado que había llegado.

Lo segundo extraño que noté es que en la mesa había comida y no eran los deliciosos pero sencillos platos que mi mamá preparaba sino unos elaborados y elegantes platillos que eran desconocidos para mí, apenas reconocía algunos ingredientes usados y no tenía ni idea de dónde habían salido.

Lo tercero que noté fue que había dos copas usadas.

—¿Mamá?

—¡Athe! ¿En qué momento llegaste? Debiste haberme avisado que ibas a tardar tanto. La comida casi se enfría, venga siéntate —de repente mi madre parecía haber vuelto a ser la mujer amable y alegre que conocía, pero podía ver la preocupación y los nervios bailando en sus ojos.

—Mamá, esta comida...

—No te preocupes, está deliciosa —me interrumpió negando cualquier pregunta.

Conociendo a mi madre, me rendí por el momento y comencé a relatar mi día mientras saboreaba los desconocidos manjares de la mesa. No era ciega, y notaba como el ánimo falso de mi madre decaía en el transcurso de la cena.

Cuando al fin terminamos de comer me animé a preguntar de nuevo.

—Mamá, dime, ¿de dónde salió esta comida?

Renuentemente, mi madre acabó su cena, puso los platos a un lado y manteniendo la calma habló con voz queda —Agathe, tenemos que hablar y necesito que me escuches atentamente.

—Mamá ¿Qué sucede? Me estás poniendo nerviosa —Le contesté inquieta.

Ya toda esta situación me tenía con los nervios en punta. Solo quería saber lo que pasaba, arreglar el problema y pasar la página, después de todo, habíamos afrontando muchas dificultades y siempre habíamos resueltos los problemas juntas en esta pequeña casa.




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