De la noche a la mañana... ¿¡soy princesa!?

Capitulo 3

Un sentimiento real.

Y aquí estamos

Y aquí estamos.

El Rey estaba en nuestra casa. (El Rey en esta pobre y plebeya casa). Intercambió unas cuantas palabras con mi madre, informándole que estaba todo listo para partir mañana a primera hora y no volvió a abrir la boca. Nunca me miró.

Mi madre me pidió que le ayudara a empacar todo.

Tras pasadas unas horas (después de todo no teníamos mucho) estaba todo en orden para irnos. Me lavé, subí a mi cuarto y me recosté en mi cama como siempre he hecho y pensé que iba a ser la última vez que iba a dormir en la habitación que había sido mía por dieciocho años. De fondo escuchaba los murmullos de mi madre con el Rey.

Lloré.

Lloré porque mi madre jamás me preguntó lo que pensaba de esto.

Lloré por el extraño ser frío que invadía nuestra vida.

Lloré por los secretos ocultos.

Lloré por mis amigos que nunca más iba a ver.

Lloré por él.

Lloré por mí.

Lloré por mi hogar.

Lloré hasta que no pude más.

Y tomé una decisión.

No iba a pelear, no iba a discutir. Mi madre tomó una decisión, una decisión que me arrastraba a un gran abismo, sin siquiera consultarme, sin siquiera explicarme. No me dejó opción, no me dejó alternativa; ocultaba cosas, eludía mi mirada. Ella no es así, no hacía cosas tan egoístas, no me dejaba de lado. Algo pasaba y no me lo iba a decir.

Y por eso...

Voy averiguar qué que me estaba ocultando.

Pero que no peleara no significa que me voy a dejar vencer y nadar en la corriente. Iba a jugar, pero con mis reglas.

Y tenía que hablar con alguien.

Con resolución me levanté de mi cama, busqué entre mis cosas guardadas y saqué un viejo abrigo de lana que usaba para el invierno, me puse mis preciadas botas altas y caminé decidida hacia la ventana.

Cuando la abrí, una brisa helada me pegó en la cara. Miré hacía abajo sin temor, había hecho esto muchas veces.

Saqué una de mis piernas y la puse en una saliente, me sujeté con firmeza y puse la otra. Ahora estaba totalmente afuera agarrándome del marco de la ventana, tomé aire y salté. Después de todo era una pequeña casa de dos pisos y la altura no era muy considerable. Muy casualmente había un arbusto frondoso justo debajo de mi ventana que amortiguaba mi caída.

"Agathe, una última cosa, nadie sabe de esto, tenemos que tener cuidado" Fueron las últimas palabras que dijo mi madre antes de ir a acostarme.

Miré a la casa que iba a abandonar en unas horas y susurré:

Lo siento mamá.

Caminé sin mirar atrás. Era muy tarde, la luna llena estaba en lo alto del cielo y se escuchaban las risas del viento pasar, animales nocturnos revoloteaban en las copas de los árboles y se sentía una amigable paz en el ambiente. Así es la naturaleza, aunque todo mi mundo cambió en una noche, esta sigue igual, imperturbable ante el paso de los años, sin importarle la vida humana.

"Agathe, hay pocas cosas en esta vida que son seguras. Lo que tú puedas pensar que es inamovible llega a derrumbarse en una noche y lo que quieres que sea eterno se acaba en un momento."

Suspiré aliviada al ver mi destino, no quería seguir la línea de mis pensamientos.

Frente a mí se alzaba una vieja construcción no muy diferente a la mía, solo que algo más agrandada para tener cabida a todos los miembros de la familia que residían ahí. Este lugar era como un segundo hogar para mí, pasaba aquí mis tardes cuando mi madre se tenía que quedar hasta tarde trabajando. En este lugar aprendí a cocinar, a maquillarme, a escalar, aprendí historia y escuché bellas sinfonías todos los días.

Y ahora también voy a decirle adiós, a este hogar y a uno de sus habitantes.

Trepé ágilmente a uno de los árboles que estaba al costado de la casa, tan fácil como respirar, me senté en una de las ramas que sobresalía. (Era lo suficientemente fuerte como para aguantar mi peso) y con una rama que había conseguido antes, toqué una de las ventanas y esperé. Él siempre respondía a mis llamados, aunque fuesen a altas de la noche y que yo anduviese con pinta de haber salido de un cuento de hadas siendo la bruja loca.

Al poco tiempo ví movimiento en el interior. Salió sigilosamente y mi corazón no pudo evitar dar un vuelco. Se veía tan bien bajo la luz de luna... Ambos bajamos del árbol y corrimos hacia un pequeño descampado que estaba detrás de su casa, cómo muchas veces hicimos.

—Hey —me saludó casualmente con su sonrisa juguetona.

—Hey —le devolví el saludo con el corazón en la boca; una sola mirada suya era capaz de quitarme el aliento. Se recostó en la suave hierba y pasó sus brazos por debajo de su cabeza.




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