─No.
─Pero, ¿por qué?
─Eso debería preguntar yo, Brianna.
Awen aprovechó la discusión entre la Nighean Stiùiridh y su hija para echar un vistazo furtivo al campamento, pero sin desconectar del todo su atención de la conversación. Era un lugar grande, casi tanto como un pueblo normal, solo que cercado por una muralla de estacas de madera. Tenía una apariencia un tanto provisional, pues no había nada hecho de ladrillo ni piedra; todo era de madera y paja, incluso barro. El hechizo que rodeaba el asentamiento y lo protegía de las miradas indiscretas hormigueaba en la nariz de la sidhe de una manera desagradable, pero que podía soportarlo sin fruncir el ceño.
El establo en el que se había aseado y donde permanecía el plato de comida sin tocar, a pesar de lo tentadora que le había parecido, estaba situado cerca de la entrada por la que había accedido con Brianna y Caile. Sospechaba que no era la única. No tenía mucha idea de estrategia ni de cómo planificar un fuerte, pero le parecía bastante inteligente construir un lugar de aquel estilo con más de una escapatoria. Las casas se encontraban más alejadas, a una distancia prudencial también de los muros que, por la parte interior, tenía una especie de corredor por el que algunas sealgair se paseaban de vez en cuando, montando guardia. Gracias a eso habían reaccionado tan rápido ante su llegada, supuso, porque las habían visto desde aquellas elevaciones.
Una hoguera todavía pequeña crepitaba no muy lejos de donde se encontraba ahora. El olor afrutado del serbal de cazadores se extendía por todo el campamento y las volutas de humo le quemaban en los pulmones, pero se negó a que las sealgair notasen la incomodidad que le producía.
Analizó todo a su alrededor con vistazos rápidos, tratando de mantenerse lo más quieta posible o en una postura neutral que no exteriorizase la tensión que sentía por dentro. No estaba segura de dónde nacía la calma que había conseguido mantener desde que se había topado con Brianna y Caile hasta ese momento. La osadía que había mostrado a la hora de dirigirse a la Nighean Stiùiridh, sin ir más lejos, la había cogido totalmente desprevenida, teniendo en cuenta la cantidad de sentimientos que hervían bajo su piel. Tal vez las miradas que le dedicaban había sido un aliciente. Puede que la irritación y la cólera que despertaban en su interior las miradas de quienes la rodeaban, recordándole que debía sentirse inferior, hubieran quemado el miedo a morir. O puede que se debiera a todo por lo que había pasado hasta llegar a donde se encontraba, tan cerca y a la vez tan lejos de su objetivo.
Awen se había dado cuenta de que por la fuerza, en una lucha abierta, no llegaría a ningún sitio. No era una guerrera como las mujeres que vivían en el campamento en el que se encontraba, ni tampoco como los fae, aunque algo en su interior la apremiaba a actuar de la manera violenta que se esperaría de alguien de su especie. Puede hubiera conseguido matar al cambiaforma en Beinn Nibheis, pero era consciente de que ese no era el camino que debía tomar ahora. Solo le quedaba probar con las palabras.
─No tenemos razones para fiarnos de ella ─dijo la líder.
─ ¿Acaso hay algo que pueda hacer para ganarme vuestra confianza? ─preguntó Awen, volviendo a centrar su mirada en la mortal.
La mujer no contestó, y la sidhe tampoco esperaba una respuesta. No era necesaria. Awen hizo un gesto con la cabeza hacia el fuego.
─ ¿A cuántos feéricos habéis quemado en una hoguera de serbal de cazadores?
La tensión de quienes la rodeaban se hizo patente. La joven estaba empezando a acostumbrarse a aquella reacción que entendía como perfectamente normal, dadas las circunstancias, pero no por eso la hacía menos irritante. O halagadora, según por donde se mirase.
─No quemamos a nadie con esa leña ─contestó Brianna─. Solo la usamos para protegernos de los inmortales.
Awen cambió de postura, mirando la hoguera ahora con interés renovado, pensando. Notó a Brianna moverse a su lado, un reflejo de su postura, intranquila. Podía sentir también los ojos de la Nighean Stiùiridh sobre ella, tratando de seguir el hilo de sus pensamientos. Pero nunca hubiera podido adivinarlos porque hasta una pequeña, muy pequeña, parte de la propia Awen se sorprendió cuando dijo:
─Si matara a un feérico, ¿tu opinión sobre mí cambiaría?
Escuchó murmullos a su alrededor, pero no les prestó atención. Solo se relamió un poco por dentro ante la estupefacción que sus palabras habían provocado en las demás sealgair, pero había una en concreto en la cual estaba especialmente interesada.
La mirada de la hija líder del clan era indescifrable. Awen se tomó la libertad de seguir hablando.
─He oído que tenéis una especie de… rito de iniciación. No recuerdo cómo se llama…
─Flùr le fuil. Florecer de sangre ─volvió a responderle Brianna, con un hilo de voz en esta ocasión.
Awen hizo un leve gesto de asentimiento hacia ella.
─Si yo lo pasase…
─No puedes pasarlo porque no eres una sealgair.
No fue la Nighean Stiùiridh quien le contestó, sino otra mujer armada con una espada como la que Brianna portaba. El desprecio que rezumaba su voz se trasladó al ambiente, llegando hasta Awen, ácido como una fruta demasiado verde todavía.