Vaya, era mi primera vez en un gimnasio y sí que hemos entrado a un mundo completamente diferente. Veníamos de comer hamburguesas y ahora en la recepción nos ofrecían dietas personalizadas que claramente no las incluían, además de grandes botes de proteína para incorporarla a nuestro día a día y así «obtener mejores resultados». Caminé a un lado de él, ¿por dónde íbamos a empezar? ¿Empezaríamos con un poco de cardio de las elípticas o nos iríamos directo a las máquinas y pesas? Espero que no elija la primera opción, en mi vida he usado esos aparatos y estoy segura de que no voy a poder cargar más de 12 libras.
O quizás podríamos irnos por algo más sencillo, esa clase de aerobics se veía divertida, pero estoy segura de que Nick no va a querer entrar, no es su estilo. Así que simplemente lo seguí, nos quedamos mirando por un momento a aquellos hombres que cargaban pesas con facilidad en el área de peso libre, algunos eran increíblemente musculosos, de esos que ya parecen nubes con piernas, particularmente a mí no se me hacían tan atractivos.
Bien, creo que no cargaremos pesas. Hemos decidido parar en las caminadoras, el único aparato que sabemos utilizar los dos, agradecí entonces las veces que fui a correr en el parque porque definitivamente tengo mejor condición que Nick, él se rindió después de siete minutos de correr con la banda en velocidad 10.
—Necesitarás un buen baño. —Le digo al mirarlo, está bañado en sudor—. No te me acerques por favor.
—¡Vamos Elisse! Sé que quieres que te abrace.
Se acerca a mí para tratar de abrazarme, pero soy mucho más ágil que él para escabullirme de sus sudorosos brazos, así que corro entre las demás caminadoras e incluso paso por las bicicletas estáticas intentando alejarme de él. Me detengo en cuanto lo pierdo de vista e intento calmarme un poco antes de que me atacara la taquicardia después de todo lo que había hecho.
Sin embargo, en mi intento por relajarme un poco logro ver a Rosalie, ella pertenecía a aquel grupo que alardeaba todo el tiempo con su cuerpo bien trabajado que pertenecía a este lugar, y lo estaba haciendo con un chico, alguien más que no era Nicholas y claramente, le coqueteaba. Conocía las señales, las constantes miradas, aquel toqueteo aparentemente no intencional, el jugueteo con el cabello... Y él le correspondía, él ya había notado las señales que aquella rubia le mandaba.
—¡Boo!
Nicholas me toma por la cintura y me hace saltar del susto.
—¿Qué ves?
—¿Acaso esa no es Rosalie?
—Sí. —Responde él—. ¿Quién es ese?
Nick me deja sola con tal de acercarse a ellos, camino detrás de él con la intención de ver qué era lo que pensaba hacer. Sin embargo, Rosalie al vernos cambia la actitud por completo, fingiendo poner interés en una rutina que su instructor le ponía.
—Rosalie, no sabíamos que estabas aquí —Le digo fingiendo una sonrisa.
—Si ehmm... Yo siempre estoy aquí, de hecho hoy me toca trabajar los glúteos y las piernas, ¿verdad Dustin? Es mi instructor por cierto.
—Dustin, eh. —Nick lanza aquella mirada cargada de celos—. Instructor ¿dices?
—Sí, llevo entrenando a Rosalie por dos años.
La tensión en el ambiente se hace notable, no entendía por qué Rosalie está tan nerviosa si ya nos ha dicho que solo es su entrenador.
—Vamos Nick, Dustin puede entrenarte también. Seguro que con su asesoría vas a lograr resultados mucho más rápido.
Nick me hace a un lado prácticamente, Rosalie se lo lleva junto con Dustin a otra parte para platicar acerca de las rutinas que podía empezar hacer, mi día en el gimnasio había terminado oficialmente en ese momento.
Me dirigí a los vestidores para ver qué tan sudorosa estaba, cargué mi bolso con mis cosas y lo puse encima del lavamanos mientras me miraba en el espejo. Lo único que tenía eran las mejillas rosadas y unas gotitas de sudor en la frente provenientes de mi cabello. De mi fue entonces que decidí sacar una liga extra para tomarme el cabello en un chongo bastante desordenado, pensando después seriamente en tomar una ducha aquí.
—Lo siento, no me fijé.
—No, no te preocupes.
Un pequeño golpe accidental, siempre pasa. Me quedo sola frente al espejo, dejo caer mi cabello sobre mis hombros en el momento en el que acepté que aquel chongo es un fracaso y no pude evitar tocarme la cara. Nunca me consideré una mujer vanidosa como las chicas que estaban allá afuera matándose haciendo ejercicio para lucir una figura como una de las tantas modelos perfectas de Victoria's Secret, ni siquiera me llamaba la atención copiar el estilo de Gigi Hadid, ni el estilo alguna otra celebridad. Simplemente, me gustaba vivir mi vida a mi manera y últimamente parecía molestarle a casi todas las personas que conozco.
No era, ni soy la más hermosa, ni la más popular, ese puesto podría dejárselo a Rosalie.