—¿Aún sigues pensando que estuvo mal?
—Muy mal.
—¿Tan mal estuve?
—No, tú... Estuviste bien. Pero, ahora que ya todo pasó, ahora que estamos regresando a la realidad, no puedo evitar sentirme culpable.
Él recorría mi espalda con sus dedos, intentando juntar con una línea imaginaria los lunares que tenía en ella.
—¿Te sientes culpable por Noah?
—Y por Rosalie.
Era la cruda moral lo que me tenía así, sin poder mirarlo a los ojos tan siquiera. ¿Acaso no se da cuenta de que hemos traicionado a Rosalie y a Noah?
—Elisse, te deseaba tanto. No sabes cuánto…
Agradecí que continuara acostada boca abajo sin mirarlo, de esta manera él no pudo darse cuenta de que me he sonrojado, sentí ese calor en mis mejillas cuando dijo eso.
—Y sé que tú también lo deseabas, tu cuerpo lo dijo todo. Fue increíble, he estado con otras chicas antes pero lo que pasó entre nosotros... Fue especial. Nunca me había sentido de esta manera, ni siquiera cuando estuve con Amanda.
Nicholas besó mi hombro y después de esto me incorporé, acomodando mi cabello con las manos, dejándolo caer sobre mis pechos. Abandoné la cama a pesar de que él me rogó para que no lo hiciera. Abrí el armario para sacar una bata para cubrirme, caminando por mi habitación para tomar sus bóxers y pasárselos.
—Voy al baño, ya vengo.
Tomé la toalla que utilizó Nicholas para limpiarme y la llevé directo hacia la lavadora, después caminé hacia el baño para lavarme la cara. Al mirarme al espejo la culpa creció aún más, ¿cómo pudimos hacerlo? ¿Cómo pude hacerle eso a Noah? Quizás todo empeoró cuando miré la ropa tirada en el piso de la sala, recogí mi vestido y recogí la ropa de Nick para llevarla a mi habitación. Al entrar lo miré abrocharse los jeans, ¿acaso no se sentirá tan mal como yo por lo que le acabamos de hacer a Noah y a Rosalie?
—Lo que pasó, no puede repetirse. —Le digo, sin titubear—. Fue un momento de locura mutua que no debió pasar en un principio.
—¿Te alejarás de mi ahora?
—No, no lo haré. Simplemente, me resulta extraño mirarte ahora.
Nick me jaló por la cintura, rodeándome con sus brazos fuertemente para no dejarme ir. Besó mi mejilla y posteriormente nuestras miradas se encontraron por fin. Acarició mi rostro y apretó mi mejilla antes de comenzar a bromear.
—¿Acaso soy un fenómeno? ¿Soy tan feo que no puedes soportar mirarme?
—No. —Reí—. No puedo mirarte de la misma forma, no después de haber tenido sexo contigo.
—¿Vamos a estar bien?
Le dije que sí con la cabeza, me puse de pie para tomar el vestido y llevarlo al cesto de la ropa sucia. Nicholas salió de mi habitación con dirección hacia el baño, poniéndose de nuevo la camiseta.
—Ay Elisse…
Me recosté en la cama con el celular en la mano, mirando ahora los mensajes que Noah me miró hace rato. Me ha pedido que lo llame, quería saber si conseguía un par de invitaciones más para mis amigos, para que fueran con nosotros a la inauguración de Autumn Delights.
—Lamento no haberte llamado antes, estaba ocupada.
Al escuchar la voz de Noah del otro lado de la línea, el sentimiento de culpabilidad comenzaba a llenarme aún más, tenía que ser fuerte para que la voz no se me quebrara.
—No quería molestarte, por eso no te había llamado. ¿Entonces qué dices? Puedo conseguir dos invitaciones más para la inauguración.
—No, vamos nosotros nada más, recuerda que eso de las citas triples siempre sale mal y no quiero que eso se arruine.
—Bien, ¿cómo vas con tu día de sólo amigos?
Cierro los ojos y me muerdo el labio inferior. Veo Nicholas sentarse en la orilla de mi cama y le pido que guarde silencio poniendo mi dedo índice sobre mis labios.
—Todo muy bien. Hemos estado viendo películas y recordando los viejos tiempos, ya sabes, esos tiempos.
—Me alegro, por cierto… ¿Aún quieres que pase por ti a la una para ver a tus padres?
—Sí, sí. A esa hora está perfecto. Noah tengo que dejarte, te veo mañana.
—Elisse, te amo.
—Yo... Yo también. Buenas noches.
Terminé la llamada, dejé mi celular a un lado y me llevé las manos a la cabeza. ¡Mierda! Se me había olvidado que mañana visitaría a mis padres para presentar a Noah oficialmente como mi novio, mi madre me estuvo presionando para conocerlo desde el día que le conté que él trabajó para Pierre-Cortot en París, además de las múltiples cualidades que lo hacían ser el gran hombre que era.