Por la mañana del lunes, me despertó la alarma. Me levanté de la cama y salí de mi habitación para encontrarme con Noah en la cocina, estaba preparando algo para mí. Llevaba puesto sólo el pantalón y ya se había adueñado de mi sagrado espacio, pensaba hacerme el desayuno.
—Buenos días, preciosa.
—Buenos días, Noah. ¿Qué cocinas?
—Un omelette.
—Se ve delicioso. Iré a ducharme mientras terminas, tengo que ir a la universidad.
Me duché intentando apurarme, salí del baño envuelta en mi bata blanca cuando escuché que tocaban la puerta, Noah dejó su asunto en la cocina y abrió sin importarle que la persona del otro lado de la puerta lo viera sin camiseta.
—Ehmm... ¿Está Elisse?
—¿Qué quieres, Nicholas? —Pregunto, amarrándome bien la bata blanca a la cintura.
—Mike me mandó a decir que hoy no podemos llevarte a la universidad, con eso de que tu auto está en el taller.
—Si ese es problema, la llevaré yo.
—Dile a Mike que no se preocupe. —Le digo.
—Sí, yo le digo... Siento haber ¿interrumpido? Ahmm...
Nicholas cerró de inmediato la puerta. Noah se volvió hacia mí y me aseguró que siempre había creído que Nick tenía un comportamiento demasiado extraño.
—Debe ser porque pasa mucho tiempo con Rosalie. —Explico mientras pruebo el desayuno—. Ella no es la persona más normal que conocemos.
—Tal vez. Pero desde que lo conozco siempre ha tenido una actitud... —Noah se ahorra el comentario—. Ya sé que no le agrado.
—Le agradarás menos cuando sepa que piensas llevarme a París.
—¿Te imaginas cómo será nuestra vida allá? Todas las mañanas serían así.
No podía imaginar cómo serían mis mañanas parisinas, aún no me había puesto a pensar en ellas. Estaba divagando, pensando precisamente en Nicholas y en lo que debió haber imaginado al encontrar a Noah en mi apartamento hace un rato.
—Supongo que serán increíbles.
Desayuné acompañada de Noah, él seguía hablándome de todo lo bueno que encontraríamos en París, del bello lugar que está buscando para que vivamos juntos y de todas las experiencias que estoy por vivir. Mi atención no estaba precisamente en eso, mi atención estaba en cómo iba a decirle a Nick que me iré a Francia apenas nos graduemos.
El final del semestre regularmente se concentraba en los exámenes finales y todo lo que conlleva el camino hacia la graduación. Me encontraba con Sophia terminando de revisar un par de trabajos, entre ellos la tesina que pensaba presentar para graduarme, misma que llevaba por título: La importancia del rescate de la comida barroca como arte culinario.
—Me faltan un par de hojas para terminar pero honestamente no sé cómo hacerlo. —Le comento a Sophia—. ¿Qué hay de ti? ¿Ya terminaste?
—Tengo el borrador en casa. Siento que ya terminé pero necesitaré ayuda de alguien para que lo lea antes que la señorita Wallace.
—¿Me darás ese honor?
—¡Claro que sí, Elisse!
Cierro mi carpeta en cuanto los demás se ponen de pie listos para irse, la clase ha terminado ya y es hora de abandonar el salón.
—¿Crees que mañana puedas ir a mi casa? —Pregunta Sophia, metiendo su cuaderno de pasta dura a su mochila amarilla—. Para ayudarme con el borrador.
—Claro, estaré ahí.
Le sonrío y le beso la mejilla al despedirme, esperando que mañana cuando llegara a su casa tuviera la fortuna de no encontrarme con Rosalie, no podía verle la cara ahora.
No podía dejar de pensar en la graduación y cómo pediría la renuncia al restaurante en el que trabajo. A medida que caminaba por el corredor principal de la universidad me costaba creer que en un par de semanas todo esto iba a terminar, se acabarían los días de clases y vendrán entonces los días llenos de realidad, aquellos en dónde pondría a prueba si realmente valió la pena estar aquí.
Caminé por la acera cercana a las áreas verdes de la universidad observando las actitudes de los demás, preguntándome si alguien está igual de aterrado que yo por dejar este lugar, pero parecía que todos se mantenían serenos a pesar de que el semestre está por terminar. Algunos estaban recostados en el césped escuchando música, uno que otro leyendo algún libro, un par de parejas besándose como si el fin del mundo estuviera cerca.
Me senté en el césped con las piernas doblemente cruzadas, mirando en mi celular las propuestas de departamentos que Noah recién me ha enviado. Era un día soleado, hermoso, tan hermoso como ese departamento que estoy mirando en la pantalla de mi teléfono.