Tan solo llevo una semana en la escuela y no he logrado encajar, frustrada por el exceso de tarea y problemas sin resolver en mi cabeza, decidí salir un poco a explorar el lugar, no había tenido tiempo ni de respirar estos últimos días, tomé mi chaqueta y un par de botas negras que guardaba desde hace años que acompañaron a mi pantalón negro y suéter guinda, dejé mi cabello suelto. Salí de casa y dejé que el aire frío acariciara cada espacio de mi piel, mi cabello flotara en el aire y mi mente se despejara un rato.
Caminando con los ojos entre cerrados estaba completamente relajada y concentrada en el camino, a pesar de creer que Danville sería un pueblo en donde solo habría desierto y cosas horribles, el paisaje es hermoso, lleno de árboles frondosos y llenos de hojas que caían gracias a la llegada del otoño, el cielo tenía un azul limpio y liso, listo para ser usado como lienzo y hacer una obra de arte con él, tomando las pocas nubes blancas esponjosas que estaban retiradas sin ningún patrón haciendo que cuadrara todo a la perfección, respiré profundo y paré al frente de un lugar rústico y acogedor, no había tantas personas, miré el letrero grande hecho a mano en un tablón de madera "Café Dorothy tiene para ti un dos por uno :)". Sonreí sin razón alguna y me adentré sin pensarlo dos veces. Llegué hasta el mostrador en donde estaba una señora atendiendo.
-Buenos días señorita- Observé su credencial que estaba enganchada a un cordón alrededor de su cuello, el nombre Dorothy me hizo darme cuenta que es la fundadora de esta franquicia.
-Buenos Días Dorothy me da un Latte- La señora asintió, me sorprendí un poco al saber que tenían de mi café favorito, tendré que venir más seguido, esperé unos cuantos segundos disfrutando de la vista y de lo cálido que era el lugar con este clima tan bipolar.
-¿Cuál es su nombre?
-Julie
-Lindo nombre- La señora volvió su mirada hacia el vaso desechable en el que tenía una etiqueta rosa con mi nombre y la frase “Cambios extremos hacen divertida la vida, me entregó aquel vaso y le sonreí. Me llamó la atención esa frase, no sabía si sería cierto o solo sería un montón de palabrerías juntas para que se escuchara lindo y alentador.
-Gracias... y gracias por el café- Saqué un billete de cinco dólares y lo coloqué en su mano.
-No te preocupes linda yo invito- Más feliz que nunca tomé el billete y me senté en una mesa de madera que estaba al lado de una gran ventana, miré hacia afuera, en donde había un pequeño parque con unos cuantos de niños corriendo de un lado a otro sin dirección alguna y con una sonrisa más grande que la de los niños de Los Ángeles al saber que tendrían un nuevo teléfono, es impresionante el cambio de rutina que hay con solo estar en una ciudad diferente, ellos se veían tan felices que decidí acompañarlos, agradecí una vez más a Dorothy y salí del lugar, rodeándolo en la dirección que estaba el pequeño parque, al llegar lo contemplé un poco, los árboles casi llegaban al cielo dando a la imaginación de los pequeños de tal vez estar escalando hacia la luna, me acerqué un poco más y me encontré con los niños que observaba desde la ventana, me miraron un poco extrañados y después se miraron entre sí como si estuvieran hablándose con la mirada, tal vez recordando lo que sus papás le decían.
-No hablen con extraños.- Llegó un chico al lado de los pequeños niños, su rostro me era vagamente familiar.
-Yo solo quería... Nunca he jugado en un parque
-Creo que esta chica está loca, vámonos niños- Aquel chico tomó a los pequelños y decidí hablar antes de que se alejara aún más.
-Amargado.-Giré sobre mis talones y seguí mi camino a casa, esperanzada de que este día no terminara y tuviera que prepararme para otro día más de escuela.
Al llegar a casa me tumbé en mi cama, observé el techo y pensé en cómo sería mi vida si hubiera llegado a Danville Antes, esta pequeña ciudad tenía un cierto encanto que no deja de rondarme por la cabeza, es algo que me hace sentir cómoda y a la vez intrigada por saber más de él, después de una larga discusión con mi interior y mi subconsciente decidí que ya era hora de dormir.
Como se hacía ya de costumbre despertar por el melodioso canto de un gallo viejo y enfermo me levanté de mi cama, no tenía ganas de nada, no tenía ganas de maquillarme, de vestirme y mucho menos de pensar en algún sistema absurdo en matemáticas, al parecer está toda la clase demasiado avanzada y siento que estoy en otro país al no entender ni una palabra de lo que la maestra habla, no obstante me dije a mi misma que este año lo tendría que aprovechar al escuchar que todos mis compañeros tenían ya un futuro planeado.
Tomé de mi armario lo primero que vi. era un pantalón de mezclilla casual y una blusa con holanes color negro que las mangas me llegaba hasta los hombros, finalmente para el calzado llevaba unos zapatos de piso color negro con unos cuantos estoperoles de diferentes formas, era algo casual pero con estilo, observé mi rostro al espejo, sinceramente sin la gran capa de maquillaje me sentía menos pesada y mi rostro quedaba al natural, dejando ver mis lunares que formaban pequeñas constelaciones alrededor de mí, me coloqué un labial algo natural y quedé lista para después agregar sin falta mi famoso perfume.