El momento seguía repitiéndose en mi cabeza una y otra vez convirtiéndose en mi película favorita, dirigida y protagonizada por mí. Era perfecto, él, yo, el piano… Nunca había sentido algo igual en toda mi vida.
En este momento me encontraba en mi cama como todos los domingos de reflexión, el techo de mi habitación se convertía en mi lienzo mental, cada vez que lo miraba se proyectaba mi vida en él. Suspiré a la par de que mi estómago rugió con tanta fuerza que me preocupé por mí. Salí de mi habitación en busca de comida.
-Despertaste-Dijo mamá justo cuando atravesé el umbral de la cocina.
-Estoy despierta desde antes de que cantara el gallo de la señora Stevenson
-Vaya que madrugaste
-Tú los has dicho
-¿Tienes hambre?
-Demasiada-Dije acariciando mi estómago por encima de la piel.
-¿Comida mexicana?
-Diría que sí, pero si tú eres la cocinera mejor paso
-¿Quieres ir comer algo?
-Por favor-Tomamos las llaves del auto de papá, seguía dormido y con suerte seguiría así un par de horas más. Subimos al auto y encendimos la radio, pasé de estación a estación en busca de buena música pero en cambio recibí sólo ritmo country.
-Extrañaba esto hija
-Yo también… Hace mucho tiempo que nos tomamos un día juntas
-¿Día de spa?
-Día de spa.-Reímos y mientras navegaba con el poco internet que podía conseguir encontré un lugar, estaba cerca del café Dorothy así que espero que después del relajante momento de masajes, exfoliantes y renovaciones pueda tomar un café.- Pero primero a comer algo, muero de hambre.
Llegamos a un puesto de comida y devoré lo que pedí, inspeccionamos a los alrededores y miramos los colguijes que vendían a tres metros del puesto anterior, sin duda alguna nunca pasarán de moda, seguimos caminando por las calles desoladas de Danville un domingo en la mañana en busca de algo que aún no sabíamos que era.
-¿Qué te parece algo así para tu cumpleaños?-Observé el llavero que sostenía en su mano.-Ya falta poco
-Lindo
-No te gustó.
-Claro, mamá está hermoso sólo que no es… mi estilo
-¿Y este?- Lo miré, era perfecto, mis colores en favoritos en un arcoíris y con las palabras “Danville”.
Compramos el llavero y nos dirigimos a lo que sería nuestro día de relajación, sin chicos, sin libros, sin revistas, solo mi mamá, treinta y cinco botes de crema y yo.
Llegamos a un lugar muy lindo, estaba a unas dos cuadras del café, me alegro. Las paredes altas y blancas le daban un aspecto muy parecido a mi antigua casa, los árboles sin hojas por la pasada del otoño se veían fenomenales. Toqué el timbre varias veces para que una señora de la edad de mi mamá nos mirara desde el umbral de la puerta.
-Bienvenidas-Nos dedicó una sonrisa e hizo que pasáramos, nos adentramos al lugar, era una casa ampliada y dedicada solamente a esto, espero que sea buena. Las paredes decoradas con cuadros hermosos, de alguna manera u otra me sentía en Los Ángeles y no en Danville, probablemente porque ya me siento en casa.
-Por aquí, pueden pasar-Nos abrió unas puertas en donde estaban dos sillones, una mesa y un juego de bata y zapatillas de descanso.- En esta habitación estará una de las dos
-Tú entra ahí, yo iré a otra-Asentí a la indicación de mi madre y como buena hija que soy entré a la habitación, cerré la puerta y observé todo a mi alrededor, se veía muy limpio, aceptable diría yo.
Me quité los zapatos y los dejé a un lado de mi aún en el piso de madera recién encerado, dudé en si debía ponerme ya la bata o simplemente esperar a que alguien me dijera, opté por la primera opción y comencé a desvestirme. Prenda por prenda me deshice de toda mi ropa y la doblé para después ponerla encima de uno de los cuantos sillones.
Me coloqué la bata y las zapatillas, me senté en el sillón y crucé las piernas, levanté la mano e hice un saludo de la realeza, practicando o recreando la escena que no estuve en la que me nombraron como la reina de la preparatoria “La Joya”.
>>Largo-Largo, Corto-Corto<<
-Gracias a mi mamá, gracias a mi papá y a Louis por ayudarme a elegir este vestido y a la escuela por dejarme SER LA REI…-Abrieron la puerta.
-Señorita, le traigo esto para que esté más cómoda
-Gracias- Dije con la cara roja como tomate de la vergüenza, de seguro y había escuchado mi inspirador discurso. Tomé con las dos manos las toallas calientes que la amable señora había traído para mí. Cerré la puerta de nuevo y procuré que tuviera puesto el candado.
Miré hacia mi izquierda y una mesa pequeña con comida, agua y algunas cosas exquisitas más me miraban directo a los ojos y me rogaban que los comiese, me senté enseguida de ellos y comencé a comerlos, en su mayoría frutos secos, mis favoritos. Comí bebí y me tomé fotos para conservarlas y mostrárselas a Lily.