¿de quién es el bebé?

1. Dos hombres con un bebé.

Margaret y Lucy, las madres de Álvaro y Rubén, llegaron pronto y las dos se volvieron locas al ver tan pequeño y bonito bebé. 

A Rubén le había dado tiempo de vestirse y se encontraba sentado en una silla que colocó delante de un ventilador. No veía claro nada de aquello. 

— ¿Qué se hace cuando pasa algo así? — Preguntó Rubén libremente y miró a su madre y a la madre de Álvaro con el bebé. — No te encariñes, no me lo pienso quedar. — Le dijo a su madre. 

Mamá Lucy lo crucificó con los ojos y mamá Margaret hizo lo mismo con Álvaro. 

— ¿Qué clase de vida estáis llevando para que os dejen un bebé en la puerta y ni siquiera sepáis de quién de los dos es? — Habló Margaret. 

— Tía Margaret, acabamos de acabar el último año de la Universidad y yo no soy precisamente un puritano. — Se defendió Rubén. 

— Yo tampoco. — Álvaro lo reconoció con la cabeza baja frente a sus madres. 

— Ya lo vemos. — Dijo Lucy y miró a Margaret. 

Las dos se comunicaron a través de la mirada y estuvieron de acuerdo. 

— ¿Qué? — Preguntó Rubén, al ser conocedor de esa conexión no verbal entre ellas. 

— Vosotros lo habéis hecho y también vosotros daréis con una solución. Buscad a la madre y descubriréis quién es el padre, mientras tanto cuidar los dos de él. — Mamá Margaret se levantó y mamá Lucy la imitó, ésta última llevó al bebé hasta los brazos de su hijo. 

— Mamá. — Se quejó Rubén al verse obligado a cargar con el niño. 

— No sabemos cuidar un bebé. — Dijo Álvaro, buscando comprensión en su madre. 

— Cuando naciste yo tampoco sabía. — Le respondió Margaret. — Avísame si soy finalmente abuela. 

Las dos madres agarraron sus bolsos y caminaron hacia la puerta del piso. 

— Mamá. — La llamó Rubén desesperado y sintió falsa esperanza cuando su madre no salió por la puerta. 

— Ah, chicos, con lo calmado que está su barriga debe de estar llena y su pañal seco, pero os recomiendo comprar pañales, biberones y leche lo antes posible. 

Álvaro sacó su teléfono móvil del bolsillo de su pantalón. Eran más de las ocho de la tarde, en una media hora todos los establecimientos iban a cerrar. 

La estampa era peculiar para la cajera que los atendió en el turno de guardia de una tienda veinticuatro horas. Dos hombres con un bebé deambulando por la tienda y debatiendo sobre todo. 

— Disculpa. ¿Crees que está leche es buena para el bebé? — Álvaro asaltó a la cajera con un cartón de leche en mano. 

Rubén miraba desde atrás con el bebé en brazos. Ya menos tranquilo. 

— No sé. No tengo hijos. — Respondió la cajera y Álvaro bajó la mirada a las letras pequeñas escritas en el cartón de leche. 

— Yo tampoco. — Dijo y pensó que sonaría sospechoso, eran dos adultos con un bebé y no sabían ni cuál leche comprar, por lo que levantó la cabeza y señaló a Rubén. — El niño es suyo, yo solo lo ayudo. 

— Que amable. 

— Qué remedio, es tan mal padre que no sabe qué leche darle a su hijo. 

Álvaro caminó hacia Rubén y éste le lanzó una molesta mirada. 

— Ésta te la devuelvo. — Le advirtió Rubén y lo hizo cargar con el niño. — Voy a preguntar en internet. — Sacó su teléfono y Álvaro miró al bebé que empezaba a lloriquear. 

— No llores. — Dio varios botes para hacerlo callar y vio un estante lleno de chupetes. — ¿Quieres uno de esos? — Le preguntó al niño. 

Rubén lo siguió cuando Álvaro se alejó. 

— Tiene que beber leche en polvo. — Le contó Rubén y cuando lo miró, lo vio eligiendo un chupete. — Este. — Tomó él el primero que pilló a mano y se lo dio. 

Álvaro lo abrió. 

— Vamos a comprar entonces la leche esa. 

Rubén asintió y fueron hacia la zona de la leche en polvo. Había varias marcas y perdieron un rato peleando por cuál llevarse, luego eligieron unos pañales al azar, un par de biberones y pasaron por caja. 

— ¿Eso es todo? — Les preguntó la cajera y Álvaro se acordó. 

— También esto. — Dijo, dejando en el mostrador el envase roto del chupete que el niño estaba usando. — Gracias. — Le sonrió seductoramente a la chica y ella sonrió encantada. 

Al llegar a su piso, el bebé ya lloraba desconsolado por tener hambre y también el pañal sucio. Álvaro y Rubén echaron a suertes quién realizaría cada tarea, acabando Álvaro por tener que cambiar el pañal sucio mientras Rubén preparaba el biberón de leche. 

Álvaro tuvo una arcada cuando abrió el pañal y el olor lo golpeó en la cara. 

— ¡Dios! — Exclamó, cubriéndose la mitad de la cara con la camiseta y usando más toallitas húmedas de las necesarias para limpiar al bebé. — Esto está mal. — Dijo cuando el pañal limpio quedó demasiado grande una vez puesto. — Si vuelve a hacerse caca se va a salir todo por los lados. — Comentó con el bebé en alto y mirándolo aquí y allá. El bebé daba patadas y lloriqueaba y Álvaro le sonrió. — Ya vas a comer, tienes mucha hambre, ¿verdad? ¡Rubén! 

— ¡Voy! — Gritó Rubén, atravesando el salón para llegar con el biberón. — Dáselo. 

— Yo lo he cambiado, te toca darle de comer. — Se plantó Álvaro y se levantó del sofá haciéndolo cargar con el bebé. — Voy a llevarme todo esto. 

Se puso a recoger el pañal sucio y demás, y Rubén se sentó en el sofá con el crío. 

— ¿Cómo lo hago? — Le preguntó Rubén a Álvaro. 

— No tiene mucho misterio, ¿no? 

Álvaro fue corriendo a la cocina y Rubén vio las ansias del bebé por el biberón. 

— Buen provecho. — Le dijo y le metió la boquilla del biberón en la boca. 

Ni siquiera había calentado la leche, pero el bebé no puso quejas y se tragó hasta la última gota. 

— ¿Crees que deberíamos llevarlo a la policía? — Preguntó Álvaro, más tarde, cuando los dos compartían una pizza en la isleta de la cocina y se abría una lata de cola. 

— No tengo idea. — Rubén se chupó los dedos y esperó a que Álvaro dejara de beber de la lata para robársela y beber de ella. — Genial tu idea de llamar a tu madre por cierto. — Le dijo y le echó a la cara un eructo. — Estoy lleno. 



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En el texto hay: romance, drama, gay

Editado: 10.05.2024

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