Rubén cargó en brazos a Camilo cuando Álvaro se lo entregó para ir a la cocina con Irati a preparar café.
— ¿Qué tiempo tiene? — Le preguntó Naomi a Rubén y él la miró.
— Cuatro o cinco meses. — Respondió. — No lo sabemos exacto. — Naomi se quedó extrañada y Rubén sonrió. — Somos papás primerizos y nos cuesta llevar las cuentas…
— ¿Los dos sois sus papás? Creía… Bueno, Irati ha dicho…
— Somos una pareja gay con un hijo. — Mintió Rubén y se hizo el tímido. — Puede que Irati haya creído otra cosa porque a Álvaro le da vergüenza salir del armario y siempre dice que Camilo es solo mío.
— ¿En serio hace eso?
Naomi miró hacia la cocina. Su amiga y compañera de piso, Irati, hablaba y se reía con Álvaro mientras preparaban el café. Los dos parecían compartir buena química.
— ¿Verdad que papá es muy tímido, Camilo? — Le preguntó Rubén al bebé y Naomi los observó a ellos. — Papá es un descarado que nos oculta para hacerse el hetero. — Rubén le sonrió entonces a Naomi y ella se levantó.
— Ahora vengo. — Dijo y se alejó en dirección a uno de los dormitorios. — Irati, ¿puedes venir un segundo?
Irati le pasó el tarro con el café a Álvaro.
— No tardo. — Le dijo Irati y fue a la habitación con Naomi.
Rubén levantó a Camilo al aire.
— Lo hemos hecho bien. — Le habló a Camilo con voz graciosa y Camilo se rió.
Álvaro los observó desde la cocina y se alegró de que Camilo aún no reclamase su comida.
Las dos chicas salieron de la habitación mirándose entre ellas e Irati aclaró su garganta.
— Esto… Lo siento, chicos, pero a Naomi y a mí nos ha surgido algo. Tendréis que esperar en el pasillo. — Les informó Irati y Naomi asintió a su lado.
— Lo sentimos. — Se disculpó Naomi e Irati corrió a encerrarse en su habitación.
Rubén se levantó, con Camilo en brazos y agarrando la silla del bebé.
— Gracias por dejarnos llamar. — Le agradeció Rubén a Naomi y miró a Álvaro paralizado en la cocina con la mirada en la puerta tras la que estaba Irati. — Tú.
Álvaro reaccionó y dejó rápido el tarro del café.
— Dile a Irati que nos vemos. — Le pidió Álvaro a Naomi.
Naomi asintió y caminó con ellos hacia la puerta del piso.
— Derek no debe tardar. — Comentó Rubén cuando salieron y Naomi cerró la puerta.
— ¿No ha sido raro eso? — Preguntó Álvaro.
Rubén hizo un moine con los labios de no saber de qué hablaba.
— Subamos. — Le entregó la sillita de Camilo y Álvaro miró la puerta extrañado.
Cuando Derek, el hermano mayor de Rubén, llegó, Camilo estaba llorando por comer y Álvaro se paseaba arriba y abajo por el pasillo para calmarlo.
— Las llaves. — Dijo Derek, dándole a su hermano las llaves pero sin dejar de mirar al niño que Álvaro intentaba consolar. — ¿Por qué tenéis un bebé? — Preguntó a los dos.
— Buena pregunta. — Respondió Álvaro y le entregó a Rubén el bebé a cambio de las llaves. — Voy a hacerle el biberón.
Derek sonrió al bebé que lloraba desconsolado y miró luego a su hermano.
— ¿Me explicas?
— Nos lo dejaron ayer en la puerta. — Contestó Rubén. — Gracias por las llaves.
Fue a entrar en el piso, pero Derek le tiró de la manga corta de la camiseta que llevaba.
— Explica eso mejor. ¿Os han dejado un niño en la puerta?
Rubén asintió.
— Creemos que es de uno de los dos, aunque está por ver de cual.
— No es algo turbio. Llevarlo a un hospital o a la policía.
— Si hacemos eso se lo llevarán.
— ¿Y? — No entendió Derek. — ¿De verdad creéis que es de uno de vosotros?
— ¿Por cuál otro motivo lo dejarían en nuestra puerta? — Preguntó Álvaro, qué apareció en la puerta mientras agitaba el biberón con la leche. — ¿No entráis?
— En cuanto me suelte. — Dijo Rubén, mirando que su hermano todavía agarraba su camiseta.
Derek lo liberó y negó.
— Me voy. — Prefirió y se dirigió hacia el ascensor.
— Gracias por las llaves. — Le agradeció Álvaro y vio a Derek levantar una mano diciéndoles adiós. — Dame. — Le pidió luego el niño a Rubén y éste se lo entregó cuando entró.
Camilo aceptó el biberón de leche con ganas y Álvaro siguió a Rubén hasta la cocina.
— ¿Quieres beber algo? — Le preguntó Rubén, abriendo la nevera.
— ¿Tendría que verlo un médico? — Habló Álvaro y cuando Rubén lo miró, especificó. — Para saber que está bien.
— Yo lo veo bien, come como una lima. Vamos a comer, yo también tengo hambre. — Sacó dos latas de refresco y Álvaro miró a Camilo. La leche estaba fría pero se la bebía a gusto. Rubén dejó dos latas de cola en la isleta, viendo a Camilo mirar atentamente a Álvaro y viceversa. — No hay duda de que es tuyo. Tenéis una conexión especial.
— No me quieras echar el muerto. — Bufó Álvaro y Rubén se rió. Los dos se sentaron entonces en unos taburetes junto a la isleta y antes de comenzar a comer, miraron a Camilo que tosió. Rubén agarró unas servilletas de papel para limpiar la leche que Camilo escupió y Álvaro soltó el biberón. — ¿Estás bien? — Le preguntó al niño y Camilo empezó a llorar queriendo su biberón.
— Es un ansias, en eso se parece a mí. — Comentó Rubén y Álvaro se rió dándole de nuevo el biberón a Camilo.
Varios días más tarde, Rubén se despertó de dormir la siesta sin camiseta en el sofá y Álvaro le colocó a Camilo en lo alto.
— ¿A dónde vas? — Le preguntó Rubén, sosteniendo a Camilo y viendo a Álvaro vestido con ropa de calle.
— Tengo cosas que hacer. Llevo días sin salir de aquí. — Respondió Álvaro. — Cuida de él y no pongas la música a todo volumen.
— ¿Me esperas y voy contigo?
Rubén se incorporó y Álvaro, que se ponía los deportes junto a la puerta, lo miró.
— Paso.
— Yo también tengo días sin salir de aquí.
— Pues vete a dar un paseo con Camilo cuando haga menos calor. Me voy. — Le dijo y abrió la puerta del piso.