¿de quién es el bebé?

6. Él es mi amigo.

Rubén vio a su madre darle el biberón a Camilo después de calentar la leche. 

— Pobrecito, te estaban dando la leche fría. — Le habló Lucy con voz dulce y Camilo se le quedó mirando a los ojos. — Qué ojos más grandes tienes. — Le sonrió y miró luego a su hijo. — Hay que calentar el agua para preparar la leche en polvo. 

— Podías haberte quedado el otro día y avisarnos. — Murmuró Rubén. 

— Si es de Álvaro, ¿por qué lo tienes tú? — Preguntó Dalton, que se sentó en una de las piernas de su hermano. 

— Porque Álvaro es un mal padre que prefiere irse con mujeres. 

— ¿Está teniendo una cita con una chica? 

Rubén asintió.

— Un bebé no es broma, cuidar bien de él. — Le regañó mamá Lucy seria. 

— Hacemos lo que podemos. — Respondió Rubén. 

— ¿Cómo se llama? — Preguntó Dalton a su hermano. 

— Camilo. Como mi primer hamster. 

Mamá Lucy se rió. 

— Ay, tesoro… — Compadeció al bebé y sin dejar de darle el biberón, comprobó como tenía el pañal. — Ahora vamos a cambiarte el pañal. 

— Tengo. — Rubén agarró la bolsa del mismo sillón en el que estaba sentado y sacó un pañal y las toallitas húmedas. 

— ¿No es muy grandes? — Preguntó Lucy, agarrando el pañal. 

— Sí, ya se le ha salido la caca más de una vez y lo ha puesto todo asqueroso. — Comentó Rubén y mamá Lucy negó. 

— Ve a la tienda y compra pañales de su talla. — Le ordenó. 

— Pe… 

— Ni se te ocurra decir un pero. Ve corriendo. 

Rubén levantó a su hermano de sus piernas. 

— Voy contigo. — Dijo Dalton. 

— Nada de distraerse, que os conozco. Tengo que preparar la comida. — Les dijo Lucy y al verlos irse, miró a Camilo. — ¡¿Pero quién es el bebé más bonito del mundo?! 

— ¿Y hace mucho que sois amigos y compañeros de piso? — Preguntó Irati a Álvaro. 

— Nuestras madres se conocieron y se hicieron amigas cuando estaban embarazadas de nosotros, así que toda la vida. — Contó Álvaro. — Tiene sus cosas, pero es buen tío y se puede confiar en él. 

— Se inventó que eras gay y novio de él... — Irati sonrió moviendo la cuchara en su café. — No está muy bien de la cabeza. 

— Se notaba a leguas que era mentira, tu amiga no debió darle credibilidad. 

— Cuando bajé de la azotea le dije que me habías gustado, ella solo se preocupó por mí. 

— ¿Te gusto? 

Irati sonrió y asintió. 

— Eres guapo, tienes carisma y pareces normal, todo lo contrario que tu amigo. 

Álvaro había sonreído, pero el último comentario le borró la sonrisa. Sí, Rubén no era normal y a veces su idiotez lo supera, pero era su amigo y sentía que solo él podía meterse con él. 

— Te caerá mejor cuando lo conozcas un poco. 

— Eso nunca se sabrá. — Irati dejó de remover el café y le propuso. — Te apetece venir conmigo a comprar unos libros de cocina. La librería no queda lejos. 

— ¿No le darías una oportunidad? — Álvaro se quedó con eso y sonrió cuando Irati puso cara de no entender porque le preguntaba eso. — Digo, si te gusto yo y salimos más, será inevitable que os veáis. 

— O no. — No estuvo Irati de acuerdo. — Puedo salir contigo y eso no significa que me tenga que caer bien tu amigo, mucho menos que lo tenga que ver. 

— Pienso lo contrario, porque habría ocasiones en las que querría estar con los dos. Una fiesta, un café un sábado por la tarde... 

— No. — Irati negó y luego se rió sin entenderlo. — ¿Por qué insistes tanto? 

— Porque es mi amigo. Él ha estado cuando nadie estaba, no saldría con una chica que no quiera ni darle la oportunidad de conocerlo. 

— Oye… Esto ya suena raro. ¿De verdad no eres…? 

— No. — Álvaro la interrumpió cuando estaba a punto de llamarlo gay. — No soy gay. Fue una estúpida broma de Rubén porque él es así de infantil y le gusta complicarme la vida. Ya te lo dije, no deberías usar eso cómo ataque. 

Irati se sintió incómoda y sonrió. 

— No hace falta ponerse así. 

Álvaro bajó la cabeza y lo pensó antes de finalmente ponerse en pie. 

— Me voy. Supongo que no volveremos a quedar, así que, ha sido un placer. — Agarró su mochila de la silla y se dirigió hacia la puerta de la cafetería. 

Irati lo siguió con la mirada y observó después a las demás personas del local por si alguien estaba mirando. 

A la salida del supermercado con una bolsa de plástico en la mano, Rubén caminó por el barrio junto a su hermano Dalton. Los dos se comían un helado. 

— ¿Juegas a fútbol? — Le preguntó Rubén a su hermano. 

— No. No se me da bien y nadie me deja jugar en su equipo nunca. — Respondió Dalton. 

— ¿En serio? — Dalton asintió y Rubén puso cara seria. — Panda de… — Se ahorró el insulto a los críos que no dejaban jugar a su hermano. 

— Ya no me importa. Al principio sí me importaba, pero ahora ya no. 

— Quieres que te ayude a mejorar. En el instituto era el mejor. — Rubén escuchó sonar su teléfono móvil y se cambió el helado de mano para sacarlo del bolsillo del pantalón. — Haré que seas mejor que todos los niños que no te dejan jugar. 

— No es necesario. 

Rubén vio que Álvaro lo estaba llamando y contestó la llamada. 

— Eh. — Lo saludó Rubén. 

— ¿Dónde estás? — Preguntó Álvaro. 

— Ahora en la calle, pero voy para la casa de mis padres. ¿Por qué? Te ha dejado plantado la vecina. 

— Me he ido yo. 

— En serio. Parecía que te gustaba. 

— Creo que no íbamos a congeniar a la larga. ¿Y Camilo? ¿Le has dado de comer? 

— Mi madre está con él. — Rubén miró a Dalton y le contó. — Nos ha mandado a Dalton y a mí a comprar pañales de la talla de Camilo. Voy a quedarme a almorzar, si no tienes planes te puedes venir. 

— No. Aprovecharé que no estás para limpiar, el piso está hecho un asco. 

— Vale. Yo me encargo de sacar la basura cuando vuelva. 



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En el texto hay: romance, drama, gay

Editado: 17.05.2024

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