Rubén fue a almorzar con su compañero de trabajo a un bar enfrente del gimnasio y mientras comía una ensalada contestó la llamada telefónica de Sandra.
— Hola. — La saludó y clavó con el tenedor algunas hojas verdes. — ¿Qué pasa?
— Acabo de hablar con Álvaro. — Le respondió Sandra. — Él nos ha invitado a almorzar a Amaya y a mí para hacernos preguntas.
Rubén levantó la mirada a Fran, su compañero, que jugaba a un videojuego en el móvil a la par que se comía una hamburguesa con patatas.
— ¿Qué tipo de preguntas?
— Está preocupado por lo que pueda significar el beso que al parecer le diste ayer. — Habló Sandra y Rubén arrugó la cara. — ¿No dijiste que nunca harías algo?
— Estaba borracho, no me controlo cuando bebo. ¿Está enfadado por eso?
— No diría enfadado, más bien preocupado. No sabe si solo lo has hecho por estar tomado o si hay algo más. ¿Cómo estás? Nos ha dicho que después estuvo con una tía.
Rubén clavó el tenedor en el plato y Fran lo miró.
— ¿Quién hace eso después de besar a alguien? — Habló Rubén molesto. — Y ni siquiera ha sacado el tema conmigo, es increíble que vaya a hablarlo con vosotras y no conmigo que soy quien mejor lo entiende y conoce.
— Cariño, lo has besado tú.
— ¿Y qué? ¿Eso me hace intratable para él? — Miró a otro lado y vio a través del ventanal del bar a Álvaro en la puerta del gimnasio con Camilo en el portabebés.
— Tienes que estar preparado para lo que sea… — Intentó Sandra darle ánimo.
— Te dejo. — La cortó rápidamente Rubén y nada más cortar la llamada su teléfono volvió a sonar con el nombre de Álvaro en la pantalla.
Rubén lo miró en la calle.
— ¿No contestas? — Le preguntó Fran.
Rubén se giró en la silla y descolgó la llamada, oyendo a Álvaro aclaró su garganta antes de hablar.
— Estoy fuera del gimnasio… — Le dijo Álvaro.
— Lo sé. Te estoy viendo desde el bar de enfrente. — Respondió Rubén y Álvaro se giró mirando hacia el bar.
Álvaro aclaró su garganta al verse compartiendo mesa con Rubén y su compañero de trabajo.
— ¿Qué quieres comer? — Le preguntó Rubén.
— Cualquier cosa, pero… — Respondió Álvaro y sacó de la bolsa de Camilo un biberón de leche preparado. — Pide antes que caliente la leche de Camilo.
— Voy.
Fran miró a Rubén levantarse e ir a la barra con el biberón en la mano.
Camilo hizo pucheros en el regazo de Álvaro y él lo calmó.
— Ya viene tu leche. — Le puso un babero y levantó la mirada hasta Fran. — Perdón por interrumpir.
Fran negó y sonrió.
— No importa, me alegro de conocerte por fin. Rubén habla mucho de ti. — Le contó Fran y Álvaro levantó las cejas.
— Define mucho.
— ¿Más de lo que yo hablo de mi novia? — No estaba Fran seguro y Álvaro giró la cabeza para mirar a Rubén en la barra. — Aunque nunca mencionó que tuvieras un hijo.
— Es de él. — Respondió demasiado rápido y lo quiso aclarar después. — Mío… De los dos. Es una historia larga. — Acabó frustrado y Fran solo asintió sin idea.
Después del almuerzo salieron del bar y Fran cruzó la calle hacia el gimnasio. Rubén miró a Álvaro que estaba serio y con la cabeza baja.
— Mi respuesta es sí. — Habló Rubén y Álvaro levantó la mirada hasta él. — Así que, si piensas que mi contestación a la pregunta qué quieres hacerme puede joder veintitrés años de amistad, no la haga.
— ¿Y entonces qué? ¿Fingimos? — No le pareció bien a Álvaro. — Porque no dejas de bromear de una vez, no es gracioso.
— Te juro que no bromeo. — Negó y vio miedo en los ojos de Álvaro a que no fuese realmente una broma pesada por parte de él. — Si quieres puedo explicarte cómo sucedió.
— Hemos sido cómo hermanos.
— No para mí.
— ¿Por qué?
Rubén no pudo contener una sonrisa y su mano se posó en la cabeza de Álvaro, agitando suavemente su suave y abundante cabello.
Álvaro levantó los ojos y pensó en todas las veces que Rubén hacía ese gesto con él.
— Es cómo si yo te preguntara porqué te gusta la vecina.
Álvaro observó que algunas personas se les quedaban mirando al pasar y eso le provocó golpear la mano de Rubén.
— No vuelvas a hacer eso. — Suspiró molesto y se giró para irse.
— Álvaro. — Rubén lo detuvo de un brazo y Álvaro se soltó de él.
— Lo has jodido todo. — Lo acusó Álvaro y Rubén se echó atrás.
— Lo siento.
Álvaro respiró profundamente y se dio cuenta de que Camilo en el portabebés se había dormido.
— Cuando sepamos quién de los dos es el padre de Camilo quizás sea mejor vivir separados. — Miró a Rubén. — Yo he tomado la decisión, así que seré yo quién se vaya del piso.
— Ni siquiera tienes trabajo para pagar un alquiler.
— Volveré a casa de mis padres mientras me organizo.
— No tienes que hacer eso.
— Pero quiero hacerlo. — Finalizó Álvaro la discusión y sonrió sin más antes de darse la vuelta e irse.
Rubén se vio obligado a no seguirlo y se preguntó qué tan malo podía ser que le gustase.
Su mente estuvo fuera de su cabeza por todo el turno de tarde en el gimnasio y llegó al piso pasadas las ocho. La imagen que vio al entrar le molestó, Irati estaba sentada en el sofá intentando calmar a Camilo que lloraba en sus brazos.
Álvaro estaba en la zona de la cocina haciendo el biberón de Camilo y miró a Rubén cuando entró.
— Hola. — Saludó Irati al ver a Rubén acercarse a ella.
Rubén no respondió, solo dejó su mochila en el sofá y cargó en brazos con Camilo. El niño lo miró sin dejar de llorar y Rubén lo besó en la cabeza.
— ¿Qué te pasa? — Le preguntó Rubén y vio aparecer delante de él el biberón de leche.
— Tiene hambre, eso le pasa. — Le dijo Álvaro.
Rubén agarró el biberón y aunque Camilo se desesperó aún más, él miró a Álvaro sentarse en el sofá con Irati.