Aunque esa era su creencia y estaba convencido, el paso de los siguientes días no apuntaban nada favorable a una mejora para Rubén.
Álvaro paseaba por el salón del piso con Camilo en brazos, el niño lloraba incansable hasta el punto de que su carita se ponía roja.
— ¿Te queda mucho? — Le preguntó Álvaro a Rubén y éste apareció desde su habitación.
— Ya estoy. Derek está ya abajo. — Habló Rubén y al acercarse besó la cabeza de Camilo. — Ya está, tus papás van a llevarte a ver al tito Julián.
Álvaro se apartó de Rubén caminando hacia la puerta y Rubén suspiró. Lo siguió después y los dos salieron del piso.
Derek miró al niño que lloraba en el asiento trasero de su coche.
— ¿No tendrá hambre? — Les comentó Derek a Rubén y Álvaro.
— Ha comido y si fuese eso no estaría tan irritado. — Respondió Álvaro, con Camilo echado en su pecho y sosteniendo una de sus manitas cerradas.
— Ya. — Derek miró a su hermano en el asiento del acompañante y le preguntó. — No tiene seguro. ¿Qué váis a hacer?
— El tío de Álvaro lo atenderá en su casa. — Dijo Rubén.
— ¿Podemos irnos ya? — Preguntó Álvaro, también irritado por el llanto de Camilo.
Rubén le asintió y Derek puso el coche en marcha.
Álvaro miró expectante a su tío cuando terminó de revisar a Camilo.
— ¿Y bien? ¿Qué le pasa? — Fue Rubén el que preguntó a su lado y con la misma preocupación.
A un lado del salón de la casa de Julián, Derek los miraba.
— Cólico. — Respondió Julián y sonrió al niño que lloraba. — Seguramente ha tragado mucho aire tomando su leche.
— ¿Ya está? — Desconfió Rubén.
— No deja de llorar. — Señaló Álvaro.
— Chicos. Es realmente normal. — Los calmó Julián y le dio indicaciones a su sobrino. — Cuando se ponga así, prueba a pasear con él en brazos o en cochecito por la calle. — Miró a Rubén para aconsejado también a él. — Un baño también ayuda, o tumbarlo boca abajo en tus piernas y frotar su espalda. — Suspiró y les preguntó. — ¿Queréis un té? — Se levantó yendo a la cocina y Derek lo acompañó pidiéndole una taza de café.
— Dejamelo. — Le pidió Rubén a Álvaro y le quitó al niño.
— ¿Qué vas a hacer? — Le preguntó Álvaro, que se levantó siguiéndolo.
— Lo que tu tío ha dicho. Mi madre lo hacía mucho con Dalton cuando era más pequeño.
Rubén se sentó en un sofá y tumbó a Camilo en su regazo boca abajo, luego comenzó a acariciar circularmente su espalda. Álvaro se sentó junto a Rubén y miró la carita de Camilo. Rubén miró a Álvaro y observó sus labios recordando haberlos besado.
— Deja de mirarme. — Le dijo Álvaro sin necesidad de mirarlo.
— Supongo que Irati besa mejor que yo. — Musitó Rubén, dejándolo de mirar y centrándose en Camilo.
— No tiene nada que ver con quién besa mejor…
— ¿Es entonces por qué soy hombre?
Álvaro lo miró serio.
— Es porque no lo entiendo, eres mi mejor amigo y siento que he sido engañado.
Rubén sonrió.
— ¿Habría cambiado algo decírtelo antes?
— Ni te lo tomas en serio. — Suspiró Álvaro.
— Me lo tomo en serio, pero si lo hago frente a ti solo va a empeorar todo. Antes de lo que yo sienta, esta nuestra amistad y eso no lo cambio por nada. — Respondió Rubén y se atrevió a tocarle la cabeza. — Perdóname.
Álvaro se quedó mirándolo serio y Rubén levantó su mano.
— No quiero que esto acabe con nuestra amistad, espero que podamos superarlo y seguir como siempre. — Dijo Álvaro.
— ¿Eso incluye seguir viviendo juntos?
— No lo sé. Sí te gusto no quiero hacerte daño sí me ves con Irati. Ella me gusta y voy a seguir viéndola. — Respondió Álvaro y miró a Camilo al notar que ya no lloraba.
Lo cargó entonces echándolo en su pecho y sonrió viéndolo relajado.
— No es la primera vez que tengo que verte con una mujer. — Habló Rubén y Álvaro lo miró.
— Pero nunca has tratado a ninguna como haces con Irati.
— Te besé y te acostaste con ella. Tengo motivos para sentirme molesto. — Álvaro sonrió al parecerle gracioso y Rubén lo empujó en el hombro. — No tiene gracia.
A Álvaro se le escapó un bostezo y se acomodó en el respaldo del sofá.
— Estoy agotado.
— Duerme un rato, esos dos parecen que están de charla en la cocina, te llamaré cuando nos vayamos.
— Es una estrategia de ligue. — Se burló Álvaro de él.
— Sí quisiera ligar contigo haría otra cosa.
— ¿Cómo qué?
— Ahora mismo podría hacer algo así. — Rubén se acomodó en el respaldo junto a él y le empujó la cabeza para acostarlo en su hombro. Álvaro se sintió cómodo en su hombro, tanto que tuvo pudor. — ¿Qué tal?
— Ahora entiendo porqué no ligas nunca.
Álvaro incorporó su cabeza, pero Rubén lo volvió a tumbar en su hombro. Aquello sorprendió a Álvaro.
— Va en serio. Duerme un rato ahora que Camilo también duerme.
Álvaro bajó los ojos al niño y asintió.
— Sí. Debería dormir un rato.
Estaba cómodo usándolo de almohada, quizás se debía a lo buenos amigos que eran… Aunque se sentía distinto. Sea como fuese, tenía demasiado sueño para pensar en ello.
Rubén le acarició el cabello un par de veces y Álvaro lo miró sin levantar la cabeza de su hombro. Cuando sus miradas se cruzaron los dos estaban tan cerca que Rubén tuvo que hacer un esfuerzo para no besarlo.
— ¿Qué? — Le preguntó.
— No me acaricies así en público.
Rubén endureció el rostro.
— ¿Por qué no? Siempre lo he hecho y nunca te ha molestado.
— Era antes de saber…
— ¿Saber qué? Ni has querido oír lo que siento o dejo de sentir.
Álvaro arrugó la nariz y se cubrió con la mano un estornudo. Eso lo hizo levantar la cabeza, pero no dejar de lado la conversación.
— Porque si oigo demasiado será más real. Y ya me cuesta no pensar en el beso. —Le explicó Álvaro y Rubén sonrió. — No pienso en él de esa forma. — Le tuvo que asegurar.