¿de quién es el bebé?

12. Peleando por ti.

Rubén regresó al piso corriendo después de salir del gimnasio. Era por su madre que sabía que Álvaro se había echado a descansar por la tarde, pero le preocupaba que no estuviera respondiendo a su teléfono. 

En la puerta del piso encontró a Irati tocando el timbre. 

— ¿Qué quieres? — Se mostró molesto con su presencia. 

— Buscaba a Álvaro. Hoy en la mañana me dijo que no se sentía bien y le he comprado unos medicamentos para el resfriado. — Le respondió Irati. — Su teléfono recibe llamada pero no responde. 

— Está bien. Yo le daré esto por ti… — Intentó alcanzar la bolsa de la farmacia que Irati tenía en la mano. 

— Prefiero verlo y dárselo personalmente. Mañana no trabajo así que puedo cuidarlo toda la noche. 

Rubén sonrió. 

— Mira que bien. 

La puerta del piso se abrió y los dos miraron a Álvaro. 

— Álvaro. — Irati se acercó y le tocó la frente. — ¿Cómo te sientes? 

— Estoy bien. — Dijo Álvaro, que le sonrió pese a estar con fiebre y le agarró la mano. — ¿Por qué no has abierto la puerta con tu llave en vez de hacerme levantarme de la cama? — Se quejó con Rubén. 

— Ha sido ella, yo acabo de llegar. — Contestó Rubén y se acercó a él tocándole también la frente. — Estás ardiendo. 

Álvaro asintió sabiéndolo e Irati notó que no apartó la mano de Rubén como hizo con la suya. Una mueca apareció en los labios de ella y le mostró las medicinas. 

— Te he traído medicamentos para el resfriado. — Habló Irati. 

Álvaro la miró agradecido, sin embargo, Rubén habló por encima de él. 

— Ni conoces si es alérgico a algún medicamento. En casa tenemos, te lo puedes llevar. — Rubén bajó la mano de la frente de Álvaro y lo agarró alrededor de un brazo. — Vuelve a la cama. 

— Yo lo acompaño. — Irati se adueñó del otro brazo de Álvaro y éste se vio atrapado. — Suéltalo. 

— Suéltalo tú, es mi compañero de piso y yo cuidaré de él. 

— Pero yo soy su novia. 

— ¡No lo eres! 

— Pero podría serlo. — Sonrió Irati y lo obligó a soltar a Álvaro. — Vamos a la cama, Álvaro. 

Álvaro se dejó llevar y Rubén cerró la puerta de un portazo. 

— Rubén. — Lo llamó Álvaro parándose.

— ¿Sí? — Preguntó Rubén. 

— Podrías llamar a tía Lucy para saber cómo está Camilo. 

Rubén le asintió y Álvaro fue con Irati a su habitación. 

Cuando Rubén entró en la habitación de Álvaro con un cuenco con sopa caliente, Irati estaba también sentada en la cama. 

— No deberías estar tan cerca, te vas a contagiar. — Habló Álvaro, preocupado por ella e Irati le sonrió. 

— No pasa nada. Desde niña tengo muy buenas defensas y rara vez me enfermo. — Respondió Irati y quiso alcanzar el cuenco que Rubén dejó en la mesita de noche. 

— Es tarde, deberías irte. — La echó Rubén. 

— No son ni las diez. — Irati insistió en tomar el cuenco y lo hizo. 

Álvaro tosió por un rato y al cortarse la tos, respiró aliviado. 

— Toma. Te ayudará a bajar la fiebre. — Rubén le entregó un comprimido junto a un vaso con agua que había en la mesita y Álvaro lo aceptó. 

Se tragó la medicina junto a un poco de agua y él mismo dejó el vaso en la mesita.

— ¿Has llamado a tu madre? ¿Cómo está Camilo? ¿Está llorando mucho? — Le preguntó Álvaro preocupado y Rubén le negó. 

— Está bien, mi madre dice que se está portando más bien que Dalton. 

Álvaro sonrió. 

— Menos mal… — Irati removía la sopa con una cuchara y los miraba a los dos. — Mañana seguro que ya me siento mejor, dile que lo traiga por la tarde. 

— Olvídalo. Mi madre lo cuidará hasta que estés recuperado. 

— Rubén. 

— A ella le gusta hacerlo, se siente útil. 

Álvaro no pudo evitar reírse. 

— Ella no te ha dicho eso. 

— No. Pero soy su hijo y la conozco. — Afirmó Rubén. 

— Comete la sopa. — Se atrevió Irati a interrumpirlos y acercó el cuenco a Álvaro para hacerle comer una cucharada. Él la aceptó de buena gana, aunque casi escupe la sopa al quemarse. — ¿Estás bien? 

Álvaro asintió cubriéndose la boca con una mano. 

— Demasiado caliente. — Dijo. 

— Lo siento. — Irati se sintió mal y se molestó cuando Rubén le quitó el cuenco y la cuchara. 

— Lo soplaré por ti. — Le dijo Rubén a Álvaro, sentándose en la cama y haciendo lo que dijo. 

— No es necesario. — Sintió Álvaro pudor. 

— No seas tonto, lo hago cada vez que te pones malo. — Rubén sopló por un rato la cucharada de sopa y finalmente se la acercó a la boca. — Come con cuidado. 

Álvaro sintió como su cara se puso roja al permitirle alimentarlo. 

— Irati… — Álvaro la miró y le sonrió. — Gracias por venir, pero deberías irte a casa y descansar del trabajo. Estoy agotado, tomaré la sopa y me echaré a dormir. 

— Claro. — Dijo Irati y se levantó viéndolo ser alimentado por Rubén. — Recuperate pronto. Mañana pasaré a verte. 

— Adiós. — Se despidió Rubén de ella con una satisfactoria sonrisa e Irati sintió que había perdido la batalla. 

Álvaro suspiró al tumbarse en la cama y miró a Rubén que lo cubrió con una manta. 

— ¿Quieres que muera de calor? — Le preguntó Álvaro. — Primero una sopa caliente y ahora una manta. 

— Las dos cosas te ayudarán a bajar la fiebre. — Respondió Rubén y le subió la manta hasta arriba. 

— Te lo inventas. 

— Es lo que mi madre siempre hacía con Derek y conmigo y sigue haciéndolo con Dalton. — Se sentó a su lado y le sonrió tocando su cabeza. — Cierra los ojos, me quedaré hasta que te duermas. 

— No puedo cerrar los ojos si estás ahí. Sal de mi habitación. 

— ¿Temes que te bese cuando te duermas? 

— ¿No lo has hecho nunca, verdad? 

Rubén sonrió acomodando la manta. 

— ¿Quién lo sabe? 

Álvaro le dio un puñetazo en el hombro y Rubén se rió. 

— Por eso tengo que buscar donde vivir, no puedo fiarme de ti. 



#1230 en Novela romántica
#457 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, gay

Editado: 17.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.