Álvaro lo empujó a la cama y Rubén lo vio sacarse la ropa sin ningún recelo a hacerlo con él.
— ¡Espera! — Lo detuvo Rubén cuando Álvaro iba a sacarse los calzoncillos. — ¿Estás seguro? No es que no quiera, pero has pasado de un extremo al otro en cero segundos.
— Me has dicho que pruebe y es lo que haré. — Respondió Álvaro. — ¿No quieres?
— Sí… — Rubén habló con miedo. — Pero es mi primera vez ahí, de verdad sabes como hacerlo.
— He practicado el anal con chicas, no debe ser muy diferente. — Rubén no se vio convencido y Álvaro se vino abajo. — No lo hagamos entonces. — Se soltó el borde de los calzoncillos y se sentó con Rubén en la cama. — Nuestra amistad es un fracaso. — Lo miró, pero lo hizo de forma ascendente desde su entrepierna a la cara. — Todo por tu culpa.
— Perdón. — Sonrió Rubén.
— ¿No te importa que no seamos los mismos después de esto? Nos conocemos desde niños, nuestros padres son íntimos…
Rubén lo calló con un beso en la boca.
— Me gustas, pero también estoy enamorado de ti. Sí funciona no me importará nada.
— ¿Y sí no funciona? — Preguntó Álvaro. — Y sí solamente quiero probar por morbo y después nada.
— El Álvaro que conozco no es así. — Se negó a creerlo. — Además… — Rubén sonrió a escasos centímetros de su rostro. — Todavía valdrá la pena.
— No valoras nuestra amistad. — Se molestó Álvaro.
— Tú tampoco, solo te he dicho que pruebes a besarme y estás queriendo meterla. — Se rió y se recostó en su hombro.
Álvaro notó lo caliente que estaba y se lo quitó de lo alto.
— Vamos a comer y a tomar la medicina. Puede que estemos cachondos por la fiebre y no pensemos con claridad. — Recogió del suelo su pantalón y se lo puso antes de levantarse, teniendo que acomodarse allí abajo por sentirse literalmente hinchado.
— Sabroso. — Se saboreó Rubén al notarlo y Álvaro sonrió.
— Ahora te quedas con las ganas. — Le respondió, saliendo después de la habitación.
El sábado, la salud de los dos había mejorando y fueron a la casa de los padres de Álvaro para la barbacoa. Lo primero que Álvaro buscó fue a Camilo que se encontraba en el jardín en brazos de la madre de Rubén.
Camilo se desesperó al verlo y Álvaro no tardó en cargarlo.
— Ya está, Camilo. Ya estás en brazos de tu papá. — Le dijo mamá Lucy con una sonrisa.
Sara, que se encontraba pendiente de su teléfono móvil hasta entonces, miró a su hermano.
— ¿Al final es tuyo? — Le preguntó Sara.
— Aún no lo sabemos. — Respondió Álvaro.
Sara se levantó mirando alrededor.
— ¿Rubén no ha venido? — Preguntó entonces y Álvaro le golpeó la sien con un dedo.
— No empieces.
— ¡No he hecho nada! — Se molestó Sara y fue hacia dentro de la casa.
Álvaro negó y se sentó después en una silla junto a la madre de Rubén.
— Gracias, tía Lucy, por cuidar a Camilo. — Le agradeció, sentando a Camilo en su regazo.
— Lucy es blanda, enseguida la habéis convencido de cuidaros el hijo. — Habló Margaret, que dejó bebidas frías en la mesa del jardín. — Debería daros vergüenza.
— Fue cosa de Rubén y solo acepté porque los dos hemos estado enfermos. — Dijo Álvaro. — No pretendo que nadie cargue con mis responsabilidades.
— ¿Has encontrado ya un trabajo? — Le preguntó su madre.
— Aún no. No he tenido tiempo de salir a buscar.
Margaret negó con la cabeza decepcionada de su hijo y Lucy golpeó entonces el brazo de su amiga.
— No seas tan dura con él. Álvaro es un buen chico, pocas madres pueden decir eso. — Lo defendió Lucy y Álvaro acercó rápidamente su silla a ella.
— Gracias, tía Lucy. — Le agradeció, apoyando la cabeza en su hombro y haciéndola reír.
— Sé que es un buen chico, pero quiero que se ponga las pilas. Sí este niño resulta suyo necesitará de muchos cuidados, no es solo alimentarlo y vestirlo. — Margaret miró a su hijo esperando que lo entendiera. — La frutería y el sueldo de tu padre nos da para medio vivir bien. Te hemos pagado los estudios, pero todavía nos queda afrontar el gasto de tu hermana y la salud de tu padre ya no es tan buena.
Álvaro levantó la cabeza al entender la gravedad de las palabras de su madre.
— ¿Papá está mal? — Preguntó Álvaro.
— Su espalda se resintió el otro día, la doctora le ha pedido que no se exceda.
— Lo siento, no lo sabía. Conseguiré trabajo pronto y si puedo os ayudaré a papá y a ti a ahorrar para la universidad de Sara.
— Gracias, hijo, pero no es tu tarea, basta con que puedas ocuparte de tus gastos. — Respondió Margaret. — Ve y ayuda a tu padre y al tío Mark con la carne y las verduras.
— Déjame a Camilo. — Se ofreció Lucy a hacerse cargo de él.
— Se lo llevaré a Rubén. — Prefirió Álvaro, aunque se lo dijo con una sonrisa y se levantó.
En el porche trasero su padre y el padre de Rubén se peleaban por la carne y la verduras que cocinarían primero. A veces uno de los dos subía el tono de su voz pero no pasaba de ser riñas entre amigos.
— ¡Rubén! — Gritó Álvaro dentro de la casa y lo buscó por todas las estancias.
Finalmente lo encontró en la calle frente a la casa, enseñando a Dalton a manejar la pelota de fútbol con los pies.
Derek miraba simplemente y Sara grababa a Rubén con la cámara de su teléfono móvil.
— Tan guapo… — Susurró Sara, haciendo zoom en Rubén con la cámara.
— ¿Sabes que es ilegal grabar a una persona sin su permiso? — Le preguntó Álvaro.
— Demándame.
— Soy tu hermano mayor, ten más respeto conmigo y deja de hacer eso. Es molesto.
Derek los miró a los dos al oír su disputa.
— ¡Rubén! — Gritó Sara y cuando tuvo su atención, le preguntó. — ¿Te importa que te grabe?
— No. — Respondió Rubén con una sonrisa y Sara le sacó la lengua a su hermano.