Álvaro, que salió de la habitación con Camilo en brazos, vio a Rubén abrir la puerta del piso. El vecino de abajo había vuelto a subir en pijama y su cara seguía siendo de pocos amigos.
— Es tarde y algunos trabajamos mañana y estamos intentando dormir. — Se quejó el vecino.
— Yo también trabajo mañana. — Respondió Rubén y miró a Álvaro que se paró a su lado entregándole el bebé.
— No se nota cuando no dejan de dar gritos y golpes en el suelo.
— Disculpe… — Álvaro tomó la palabra con tranquilidad. — ¿No le parece más molesto subir a dar por culo a sus vecinos?
El vecino emitió una breve risa molesta.
— Ni siquiera tienen educación. — Bramó y levantó un dedo contra los dos jóvenes. — La próxima noche que me despierten llamaré a la policía.
— Genial, así se ahorra subir. — Le dijo Álvaro y le cerró la puerta en la cara.
— Gilipollas. — Se adelantó Rubén a insultarlo y Álvaro lo golpeó en el hombro con su puño.
— Duerme a Camilo.
Álvaro caminó hacia la cocina y Rubén lo siguió meciendo a Camilo en sus brazos.
— La noche que te acostaste con la vecina podía haber subido a joderte la fiesta. — Comentó Rubén. — Sí gritó por la noche igual que por la mañana, debió de despertar a medio edificio.
Álvaro sonrió, llenando un vaso con agua del grifo.
— Imagínate lo bueno que soy.
— O lo malo. — Se rió Rubén. — Quizás la pobre gritaba para que alguien la ayudara. — Caminó hacia la habitación de Álvaro y éste dejó el vaso en la encimera.
— Sal de mi habitación. — Le dijo.
— Voy a dormir a Camilo. — Rubén acomodó a Camilo en el centro de la cama y se tumbó después con él mientras le dio palmaditas en la barriga. — Después me iré, tranquilo. — Miró a Álvaro con una sonrisa.
Álvaro regresó, se preparó una taza de té caliente y se sentó en el sofá. Mientras se bebía el té buscó ofertas de trabajo en internet y se organizó un plan para por la mañana.
Más tarde se lavó los dientes y fue después a su habitación para echar a Rubén, pero lo encontró durmiendo en la cama junto a Camilo.
— Deja de hacerte el dormido y vete a tu habitación. — Lo echó, llevando y acostando a Camilo en su cuna. — Rubén. — Lo llamó, acercándose de nuevo y pateando su espalda. — Levanta y vete.
Rubén lo agarró de la pierna y tiró de él haciéndolo caer sentado encima suya.
— Mis sábanas están sudadas, déjame dormir está noche aquí. — Le pidió Rubén.
— No tengo culpa de que seas un guarro que no cambia las sábanas. Vete.
Álvaro se tumbó en un lado de la cama y Rubén se incorporó.
— ¿No me das un besito? — Le preguntó, tirándose sobre él y agarrándolo de la mandíbula para darle un beso en la boca.
Álvaro le correspondió solo un poco y lo empujó en el pecho.
— ¿Eres igual de pegajoso cuándo estás con una tía?
Rubén negó.
— A las tías con las que salgo le gusta que sea un tío malo.
Le robó otro beso y Álvaro volvió a alejarlo bruscamente.
— ¿Qué hay de los tíos? Habrás salido a escondidas con muchos.
— Te dije que no lo había hecho con un tío nunca. — Rubén lo agarró de la muñeca y le llevó la mano a su cintura. — No me van los tíos.
Se hundió en su cuello besándolo y Álvaro usó su otra mano para apartarle la cara. Rubén se quejó y se miraron los dos.
— Soy un tío.
— Lo sé.
— ¿No te voy?
Rubén sonrió, pellizcando la mejilla de Álvaro.
— Me vas. — Álvaro le golpeó la mano y Rubén se la agarró poniéndosela contra la almohada. — Eres el único tío que me atrae y con el que tengo conexión y sentimientos. — Le explicó Rubén y se recostó en su hombro. — Quiero estar contigo toda la vida.
Álvaro no dijo nada, pero tampoco se movió cuando Rubén liberó sus manos para dormir con él.
Esa noche, Álvaro tardó en dormirse. Lo que él sentía no creía que fuese algo más que morbo por probar cosas nuevas, no estaba cerrado de mente y la pronta idea de hacer el amor con un hombre lo excitaba. Pero Rubén…
Pasadas varias semanas, Álvaro suspiró de pie en el metro. Llevaba a Camilo durmiendo en el portabebés y lo miró. Se había portado extremadamente bien mientras iba a entrevistas de trabajo por la ciudad. Aunque, los encargados de realizar dichas entrevistas no lo habían visto con buenos ojos al verlo aparecer con un bebé. Aún cuando les aseguró que si obtenía el puesto el niño se quedaría con su abuela.
— ¿Se va a sentar? — Le preguntaron y Álvaro miró a la mujer que lo hizo.
Los dos reaccionaron con asombro al verse las caras.
— Maika. — Dijo Álvaro, notando que estaba embarazada. — Siéntate. — Se apartó para dejarle usar el asiento vacío frente al cual estaba parado.
Maika se sentó con cuidado y Álvaro observó a Camilo. La opción de que Camilo fuese fruto de su espontánea relación con Maika acababa de desvanecerse. La primera emoción que sintió fue decepción y acarició la cabeza de Camilo. La segunda emoción fue alivio, no tendría que cargar con todos los gastos que conllevaba un hijo. Camilo era de Rubén.
— ¿Has tenido un hijo? — Le preguntó Maika, mirándolo con una sonrisa en los labios.
Álvaro le devolvió la mirada y negó con la cabeza.
— Es de Rubén. — Dijo con certeza. — Pero veo que tú si vas a tener uno.
— ¿Qué? — Maika se sorprendió y se llevó una mano a su barriga. — Son gases. — Cuando la cara de Álvaro se quedó blanca, ella se rió. — Obviamente, estoy bromeando. Me he casado y espero mi primer hijo.
— Te ha cundido el tiempo. Con razón ni te despediste al irte.
— Lo siento. Debo confesar que cuando nos veíamos tenía un novio de dos años de relación, no estábamos en nuestro mejor momento y le fui infiel contigo. Cuando arreglamos las cosas no fui capaz de decirte la verdad y solo cambié de trabajo para no verte más. Lo siento. — Sonrió de nuevo y Álvaro asintió.