Los dos ocuparon el sofá y se quedaron en silencio mirando el sobre encima de la mesa.
— Deberías abrirlo tú. — Habló Álvaro. — Yo ya sé que Camilo no es hijo mío.
— ¿Crees que aún podemos fingir que nada ha sucedido? — Preguntó Rubén sin apartar la mirada del sobre.
— Es difícil fingir que Camilo no ha sucedido.
Álvaro lo miró cuando notó que Rubén lo hizo.
— No hablo de Camilo.
— ¿Quieres fingir que no tienes sentimientos por mí y que no estás celoso por verme con una mujer? ¿Crees que puedas hacer eso?
Rubén negó y lo dejó de mirar.
— No, no puedo.
Llamaron al timbre del telefonillo y Rubén se levantó para ir a abrir a su madre, quién suponía que era en esa ocasión.
Álvaro agarró el sobre y lo llevó a su habitación, metiéndolo en un cajón de la mesa de noche y regresando al salón.
Rubén esperaba a su madre con la puerta abierta y lo miró.
— He guardado el sobre en un cajón de mi mesilla, lo abriremos cuando estemos mejor. — Le dijo Álvaro, que se acercó a él y lo golpeó en el abdomen con un puño. — Cambia esa cara, tía Lucy se va a dar cuenta de que te pasa algo.
Escucharon en el pasillo la puerta del ascensor abrirse y Álvaro caminó hasta allí al ver salir a mamá Lucy con Camilo en brazos.
— Hola. — Lo saludó Lucy. Camilo se echó a llorar queriendo ser cargado por Álvaro y él lo hizo. — Ya estás con papá. — Le pareció a Lucy adorable y le preguntó a Álvaro. — ¿Dónde está el otro papá?
Álvaro miró a su tía al oírla referirse a los dos como los papás de Camilo.
— Dentro. — Dijo y la ayudó con la bolsa de Camilo que llevaba. — ¿Quieres un café? — Le ofreció mientras caminaron hasta el piso.
— No, gracias. — Lo rechazó Lucy.
Entraron en el piso y Álvaro notó que Rubén no estaba en el salón. La puerta de las habitaciones estaban abiertas, solamente la del baño se hallaba cerrada.
— ¡Rubén, tu madre está aquí! — Gritó y dejó la bolsa en el suelo junto al sofá.
— No voy a quedarme mucho rato. — Habló Lucy y Álvaro la miró. — El padre de Rubén ha prometido que iremos a comer fuera.
Álvaro sonrió y pensó en sus padres, en si ellos podían darse el gusto de salir a comer un día fuera de casa.
Rubén salió del baño y se acercó a Álvaro quitándole a Camilo de los brazos, luego caminó hasta el sofá.
— Saluda a tu madre por lo menos. — Le dijo Álvaro serio.
— Ya he hablado con ella por teléfono. — Respondió Rubén.
Lucy le ofreció a Álvaro otra bolsa que traía y él la agarró extraño.
— He notado que la ropa se le está quedando pequeña a Camilo y le he comprado un par de cosas. — Habló Lucy.
— No tenías que hacerlo. — Se sintió Álvaro mal.
— Sea de quien sea, este niño será mi nieto. — Le sonrió Lucy.
Álvaro le devolvió la sonrisa a su tía y Lucy miró a su hijo.
— Me voy, hijo.
Rubén asintió sin más y Álvaro se lanzó a hablar para camuflar la rara actitud de Rubén.
— Te acompaño al ascensor, tía. — Le dijo y soltó la bolsa en el suelo para agarrarla del brazo.
— No hace falta. — Le dijo Lucy y se soltó de él. — Nos vemos. Adiós, Camilo, la abuela se va.
Mamá Lucy se fue entonces y Álvaro cerró la puerta tras verla subirse en el ascensor.
— Has sido muy maleducado con tu madre después de que ha traído a Camilo todo el camino en brazos. — Lo regañó Álvaro y cuando Rubén levantó la mirada, se percató de que sus ojos se habían enrojecido. — ¿Estabas llorando en el baño?
— Estaba lavándome la cara. — Lo corrigió.
Álvaro se acercó y se sentó a su lado. Camilo se tiró hacia él enseguida y Álvaro lo cargó sentándolo en su regazo.
— ¿Nos has echado de menos? — Le preguntó al niño, sosteniendo su espalda y mirando después preocupado a Rubén. — Papá sí te ha extrañado…
— Deja de mirarme así.
— Pues cambia la cara. Me haces sentir mal y responsable. — Le gruñó Álvaro. — No sé ni porqué… Has quedado con una chica esta noche… — Se indignó y lo golpeó en el brazo con el codo.
— Anulo la cita si tú anulas la tuya con Irati.
Rubén le devolvió el golpe y Álvaro se rió.
— ¿Has quedado con una chica solo por qué me escuchaste quedar con Irati?
— Sí. — Rubén se echó casi encima de él, acercando su rostro al cuello de Álvaro y aferrándose con las manos a su cuerpo. — Vamos a quedarnos los dos esta noche en casa con Camilo.
— Para. Rubén.
Álvaro se encogió para escapar de sus manos que lo agarraba por todos lados, pero Rubén lo aferró y lo pegó a su cuerpo aún más.
— Dijiste que lo ibas a intentar y aún no lo has hecho… — Musitó Rubén y Álvaro lo miró serio.
— Vas a salir herido si seguimos así. Eres mi mejor amigo, no quiero que estés mal por mi culpa.
Rubén se echó atrás y lo miró también.
— Ya estoy herido, así que al menos quiero quemar hasta mi último cartucho. — Lo agarró de la mandíbula y lo besó brevemente en la boca, luego pegó sus frentes. — Hagamos pirotecnia juntos, ¿sí?
— Eres muy intenso. — Le dijo Álvaro y miró a Camilo cuando sus balbuceos llamó la atención de los dos. — ¿Podemos esperar unos días más antes de abrir la carta? Necesito hacerme a la idea de que no es hijo mío. — Le pidió a Rubén y él asintió.
— No te hagas el tonto y respondeme.
— Haré pirotecnia contigo. Pero bajaré a disculparme con Irati por no quedar con ella.
— No puedes solo llamarla o enviar un mensaje.
— No. — Álvaro se levantó con Camilo y lo miró. — Me llevo a Camilo.
— No dejes que coja a mi hijo.
Rubén puso cara seria y Álvaro negó por lo infantil que resultaba a veces.
— Si no tienes nada que hacer ponte a limpiar o algo. Estoy harto de limpiar siempre yo.
Álvaro arrugó la cara y caminó con Camilo hasta la puerta.