¿de quién es el bebé?

21. Quiero callarme y quedármelo.

Álvaro acompañó a su hermana hasta la puerta de la comunidad y al marcharse Sara, él suspiró. ¿Cómo que Camilo no era hijo de ninguno de los dos? 

— Maldición… — Lamentó. 

— Queremos salir, ¿te apartas? — Le preguntaron no muy amigablemente y Álvaro se apartó de la puerta, dejando sitio al vecino de abajo y a la mujer despampanante con la que lo vieron en la tienda. 

Álvaro se quedó mirándolos cuando salieron y se pararon para despedirse. 

— Llámame pronto, Fernando. — Habló la mujer antes de estampar sus labios, pintados de rojo pasión, en la mejilla de él. — Me he divertido mucho… — Sonrió coqueta y se marchó sin esperar nada de él. 

Fernando sacó un pañuelo de tela del bolsillo interior de su chaqueta y se lo pasó por la cara para eliminar los posibles restos del carmín. Estaba en ello cuando le sonó el teléfono móvil y lo atendió mirando el estado del pañuelo. 

— ¿Dónde estás? Te pago para algo. — Se dirigió con frialdad a la persona al otro lado del teléfono y tras colgar la llamada, realizó otra. — Hola, tesoro. Esta noche estoy libre, ¿te apetece tomar algo? 

Fernando se giró al sentirse observado y Álvaro se marchó corriendo hacia el ascensor. 

Antes de subir en el ascensor, Álvaro miró que el vecino siguió su llamada sin darle valor. 

Al entrar en el piso, Rubén estaba en el sofá mirando los resultados de la prueba y con Camilo en brazos tomándose su leche. 

— Deja de mirar eso. — Le dijo Álvaro, que le arrebató las hojas de la mano y las llevó a la isleta de la cocina. 

Luego regresó y se sentó en el sofá. 

— No podemos fingir que no lo sabemos. — Le dijo Rubén mirándolo. 

— Si lo hablamos, Camilo no será hijo nuestro y lo perderemos. — Le respondió Álvaro y miró a Camilo que lo miraba mientras se bebía su leche.

— Hagamos una segunda prueba. Quizás no han cotejando bien las muestras. — Propuso Rubén y se sorprendió cuando Álvaro sollozó. — Álvaro. — Lo llamó, poniéndole una mano en la pierna. 

Álvaro se cubrió los ojos con las manos. 

— Creo que su padre es el vecino de abajo. — Musitó y Rubén no lo entendió. 

— ¿Por qué dices eso? 

Álvaro bajó las manos y se quedó mirando a Camilo. 

— Lo acabo de ver salir con la chica de ayer y en cuanto ésta se ha ido ha llamado a otra para verse esta noche. Quien sabe con cuantas mujeres se acuesta a la semana. Seguro que una de sus amantes quiso dejarle el hijo y se confundió de planta. 

— Es descabellado como suena, pero no te diría que imposible. — Rubén le dio cierta credibilidad. Si el niño no era de ellos, de alguien debía ser. — Camilo aún está con nosotros, así que no llores. — Le dijo luego y le limpió una lágrima que estaba por caer por su mejilla. 

Álvaro asintió. Le agobiaba la idea de perderlo y la posibilidad de que tuvieran que despedirse de él era rompedora.  

El lunes los dos se prepararon para ir al trabajo y se despidieron en la puerta del edificio. 

— Voy tarde. — Tuvo Álvaro prisa. — No puedo llegar tarde en mi primer día. — Besó a Camilo en la cabeza y miró a Rubén. — Nos vemos. 

Álvaro se fue corriendo y Rubén puso cara de decepción. 

— ¿Solo eso? Yo también quería un beso. — Observó a Camilo en el portabebés, mirando desesperado en la dirección que se fue Álvaro. — Papá va a trabajar. — Lo tranquilizó y le enseñó el peluche de nutría para distraerlo de camino a casa de sus padres. 

Álvaro logró llegar a tiempo de subir en el vagón del metro y se presentó, corriendo pero puntual, en su puesto de trabajo. 

— Buenos días a todos. — Dijo cuando llegó.

— Ya estás aquí. 

Elliot se paró a su lado, pasándole el brazo por la espalda a la altura de los hombros y Álvaro asintió. 

— Sí. — Se apartó lo suficiente y le agradeció. — Gracias por la oportunidad de trabajar aquí. Haré mi mayor esfuerzo en aprender rápido y ayudar a los demás. 

Elliot sonrió y lo agarró del hombro directamente. Álvaro sonrió. 

— Bien, equipo. Desde hoy Álvaro Arias es nuestro nuevo compañero. No se lo pongáis difícil hasta que aprenda a manejarse. — Lo presentó Elliot al resto de los trabajadores de la inmobiliaria y Álvaro recibió los saludos y las bienvenidas de todos. 

— Gracias. — Agradeció Álvaro, cuando la mujer que lo atendió el día de la entrevista lo llevó hasta la que sería su mesa. 

— Cualquier duda, pregunta libremente a cualquiera de nosotros. Llevamos años trabajando aquí y somos como una familia. — Le dijo ella y añadió lo más importante. — Mi nombre es Gina Rodríguez. 

— Soy Álvaro. 

— Lo sé. 

— Lo siento, estoy nervioso. — Se disculpó, dejando su mochila en la silla de su mesa. 

— No dejes eso. — Habló Elliot y le señaló a un compañero de trabajo. — Irás con Peter a repartir folletos. 

Álvaro miró al tal Peter que se preparaba para salir.

— De acuerdo. — Asintió a Elliot. 

— Peter te enseñará lo más básico. — Elliot se acercó y le dio una palmada en el brazo. — Cuando regreses podemos ocuparnos del contrato y responderé a tus preguntas. 

— De acuerdo. 

Elliot sonrió por verlo nervioso. 

— Tranquilo, muchacho. Este es un trabajo fácil en cuanto aprendes. 

— Lo siento. — Se disculpó Álvaro y recogió su mochila para ir con Peter que se dirigía ya hacia la puerta. — He tenido un fin de semana duro y estoy desubicado ahora mismo, pero me pondré las pilas. 

Elliot asintió con una sonrisa. 

— Seguro. 

Álvaro se marchó de la inmobiliaria con Peter y éste le ofreció un apretón de manos cuando caminaban por la calle. 

— Peter. — Se presentó amigable. 

— Álvaro. — Estrechó Álvaro su mano. 

La mañana la pasó junto con Peter de aquí para allá, recorriendo diferentes barrios y llenando los buzones con publicidad de la inmobiliaria con los pisos y casas que ofrecían. Un no parar, que no consiguió que Álvaro se sacara de la cabeza lo más importante, Camilo. 



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En el texto hay: romance, drama, gay

Editado: 17.05.2024

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