Álvaro pasó con Camilo por el gimnasio en el que Rubén trabajaba, era cerca de su hora de salida y lo buscó sin moverse de la misma puerta.
— ¿Dónde está papá? — Preguntó a Camilo y lo encontró.
Rubén estaba corrigiendo la postura de una chica que hacía sentadillas con peso. Álvaro no perdió detalle de donde o como Rubén ponía sus manos en el cuerpo de la chica.
— Álvaro. — Lo llamó Quero, el dueño del gimnasio, que se acercó al verlo en la puerta parado. — Oh, ¿él debe ser Camilo? — Se refirió al niño y Álvaro le asintió. — ¿Vienes buscando a Rubén?
— Solo pasaba por la puerta y entré a saludar. — Respondió Álvaro.
— Si decides apuntarte te haré descuento por socio habitual. — Le ofreció Quero. — No creo que a Rosy le parezca mal.
Quero no tenía más de treinta y cinco años, estaba casado y su mujer manejaba las cuentas del gimnasio.
— Lo pensaré. La verdad es que no me vendría mal, pero acabo de empezar a trabajar y no tengo mucho tiempo.
— El que no se cuida es porque no quiere. — Habló Rosy, que se acercó con una tablet en las manos y sonrió a Álvaro. — ¿Pero y está cosita? — Se acercó aún más a Álvaro para ver a Camilo.
— Camilo. — Lo presentó Álvaro.
— Hola, Camilo. Yo soy Rosy. — Le habló Rosy con voz dulce y Quero miró extrañado a su esposa.
— ¿Por qué pones esa voz? — Le preguntó Quero.
— Tonto. A los bebés se les habla así.
— ¿Cómo tontos? — Rosy se molestó y se alejó de inmediato. — Hoy duermo en el sofá.
Álvaro sonrió cuando Quero se marchó también y él volvió a buscar a Rubén. Seguía en el mismo lugar, con la misma chica, pero lo miraba a él pese a las sentadillas que la chica hacía.
— Puede que me apunte al gimnasio cuando Camilo se vaya. — Habló Álvaro, mientras caminaban hacia casa. Rubén, que cargaba con el niño, lo miró. — Así no notaré tanto que no está, porque llegaré a casa más tarde y cansado y me vendrá bien para bajar los kilos que he cogido en verano.
— ¿Y cuándo nos veremos? — Le pareció mal a Rubén que no habría tiempo para ellos.
Álvaro lo miró serio.
— No tengo que pensar en eso.
— Insensible.
— He visto cómo manoseabas a esa chica. Que poco profesional.
— Retira eso, no hago ningún tocamiento que no sea estrictamente profesional y respetuoso.
— Tengo ojos, imbécil. Reconoce que te gusta y que por eso la estabas ayudando con tanto empeño.
— Te pasas. — Se molestó Rubén.
— Pero no miento.
— ¿Vas a seguir? — Se detuvo Rubén y Álvaro se rió parándose más adelante.
— Hagámoslo esta noche hasta el final después de acostar a Camilo. — Le propuso.
— ¿Qué váis a hacer? ¿Me puedo unir? — Les preguntó por sorpresa Diego, y los dos lo miraron acercarse vestido con ropa cómoda y chanclas.
— No. — Álvaro y Rubén le contestaron a la vez y con el mismo tono serio.
— Tampoco quería. — Dijo Diego y siguió caminando hacia un supermercado.
Tras darse una ducha, Rubén se asomó a la habitación de Álvaro y lo vio acercarse a él habiendo dejado a Camilo en la cuna.
— No hagas ruido. — Le prohibió Álvaro y lo empujó fuera, cerrando la puerta de la habitación.
— He terminado en el baño. — Lo avisó Rubén.
— ¿Te has lavado bien?
Álvaro sonó y sonrió pícaro.
— Me intimidas. — Dijo Rubén y lo agarró de la barbilla acercando sus caras. — Estoy limpio para ti.
Álvaro lo agarró de la muñeca y se soltó de la barbilla.
— Me doy una ducha rápida, esperame en tu habitación.
Rubén sonrió cuando Álvaro se dirigió al baño.
— Estoy nervioso y todo. — Se reconoció Rubén y fue a su habitación, donde se tiró en la cama a esperarlo.
Había esperado mucho para ese momento, aunque siempre creyó que sería él el activo. No serlo no le importaba, pero añadía un plus de miedo a sus nervios.
Álvaro se lavó el cuerpo y salió del baño solo con una toalla alrededor de las caderas.
Rubén se incorporó en la cama al verlo entrar.
— Vas rápido. — Le dijo por verlo sin ropa.
— Para lo que va a durar puesta. — Habló Álvaro, subiéndose encima de las piernas de Rubén y pasándole los brazos por lo alto de los hombros. — Juguemos como en los viejos tiempos. — Quiso lanzarse a besarlo, pero Rubén apartó la cara.
— ¿Serás cuidadoso con esa zona? — Le preguntó preocupado.
— Claro. — Sonrió Álvaro. — Recuerda que de los dos, era yo quien siempre cuidaba sus juguetes. ¿Podemos empezar ya?
— Sí. — Rubén sonrió y lo despojó de la toalla. — No lo vas a necesitar a partir de aquí.
Álvaro miró hacia abajo y Rubén lo besó en la boca, tumbándolo en la cama con él encima.
Sin aliento y sudado, Álvaro se hizo a un lado en la cama y sonrió con la mirada en el techo, no era su primer anal, aunque si haciéndolo con un hombre y le había gustado. Miró a Rubén que intentaba respirar con normalidad y se tumbó hacia él besándolo en los labios de forma suave.
— Con esto se acabó nuestra sana amistad… — Le comentó Álvaro y lo rodeó con un brazo para quedarse apoyado con la cabeza en su hombro.
— Hace tiempo que se acabó. — Respondió Rubén, acariciándole el brazo y mirándolo a los ojos. — Salgamos juntos a partir de ahora.
— Rubén. — Álvaro no quiso ir tan rápido. — Solo lo hemos hecho una vez, tomemoslo con calma.
— De acuerdo. Pero luego no te molestes si soy amable con las socias del club.
Álvaro lo golpeó a puño cerrado en el costado y Rubén se quejó y encogió.
— Miserable. — Se incorporó Álvaro bajando los pies de la cama y Rubén se tiró sobre su espalda. — Suéltame, Rubén. No seas pegajoso.
— No quiero. — Rubén apoyó su cabeza en la cabeza de él. — No sabía que lo hacías tan bien...
Álvaro se rió.
— Tú tampoco lo has hecho mal.