Por la mañana, Álvaro se alistó para ir al trabajo mientras que Rubén solicitó el día libre para quedarse cuidando a Camilo.
— No quiero irme. — Confesó Álvaro cuando le tocó salir por la puerta.
— Quero nos conoce y nos entiende, pero tu trabajo es nuevo y si sigues cogiendo días libres al final te van a echar. — Le respondió Rubén, que cargaba con Camilo.
— Lo sé. — Suspiró Álvaro. Necesitaba el trabajo, más si querían adoptar a Camilo. — Me voy, Camilo. — Se despidió del niño, agarrando su carita y besándolo en la misma.
— ¿No hay para mí? — Reclamó Rubén atención y Álvaro negó al mirarlo.
— Intentaré salir antes. Tenemos que hablar y ponernos de acuerdo en lo que vamos a decir en la cena con Fernando.
— Sigo pensando que necesitamos un abogado.
— No podemos pagarlo.
— ¿Te fías de él?
— No es cuestión de si me fío o no.
Rubén puso cara seria.
— Nos vamos a meter en problemas.
— Si no quieres hacerlo, lo haré solo. Piénsalo antes de la noche. — Dijo Álvaro y la cara de Rubén se volvió más seria.
— No tengo nada que pensar, por supuesto que quiero que adoptemos a Camilo, solo estoy diciendo que no nos podemos fiar de un tío que nos regala a su hijo como si nos diera una ropa que no le sirve. — Respondió Rubén y arrugó sus labios. — Me molesta lo rápido que quieres dejarme fuera de esto.
Álvaro se puso serio.
— Eres indispensable en mi vida, pero Camilo es mi prioridad ahora.
— ¿He pasado a estar en el segundo lugar?
— No. — Álvaro colocó sus manos delante de él al mismo nivel y le explicó. — Estáis los dos iguales, pero si tengo que elegir… — Sonrió y se rió cuando Rubén lo empujó en el hombro. — Estoy bromeando, no te cambio, idiota.
— Vete a trabajar de una vez. — Lo echó Rubén y Álvaro, que sonrió, lo agarró de la nuca y lo besó en la boca.
Un breve beso que sirvió para calmar las aguas entre ellos y para despedirse.
— Ahora sí me voy. — Dijo luego Álvaro y besó a Camilo en la cabeza.
Cuando Álvaro se fue, Rubén levantó a Camilo delante de él y el niño movió sus pies en el aire mientras balbuceaba.
— Solo porque eres tú, permito que seas su prioridad. — Le dijo y sonrió.
Solo entonces se percató de que los cristales de las ventanas estaban llenas de gotas de lluvia.
Álvaro bajó por las escaleras corriendo hasta la planta baja y encontró a Irati en la puerta de la comunidad.
— Hola. — Saludó Álvaro, parándose a su lado y viendo que llovía.
— Buenos días. — Le respondió Irati con una sonrisa y comprobó que Álvaro no llevaba paraguas con él. — Te vas a mojar. — Le bromeó y Álvaro sonrió.
— Eso parece. — Vio que ella llevaba paraguas y se le ocurrió subir a por el suyo, pero Irati habló antes.
— Tengo el coche en el aparcamiento, si quieres te puedo llevar a donde sea que vayas.
— ¿No te importa? — Le preguntó Álvaro.
Irati negó y salió del edificio abriendo su paraguas.
— Así nos ponemos al día, hace tiempo que no hablamos. — Álvaro pensó en Rubén. — ¿Vienes? — Le preguntó Irati, ofreciéndole espacio debajo de su paraguas.
Álvaro se apresuró a salir y los dos caminaron juntos hacia el aparcamiento del edificio.
— ¿Cómo te está yendo? — Le preguntó Álvaro.
— Normal. — Sonrió ella. — Trabajo y estudio al mismo tiempo así que estoy bastante entretenida.
— ¿Estás estudiando de nuevo?
— No precisamente estudiando. Estoy yendo a un curso de cocina, así que más que estudiar, cocino. — Le volvió a sonreír y lo invitó. — Ven un día a mi piso a cenar, te haré el plato que mejor me sale. Eso sí, tienes que llevar el postre, hacer dulces no se me dan bien.
Álvaro sonrió. Si aceptaba esa invitación tenía claro que el postre iban a ser ellos mismos. No le parecía nada mal, Irati era guapa y era su tipo de chica, además de que era simpática.
Al llegar al coche de Irati, Álvaro sostuvo el paraguas mientras ella subió en el asiento del conductor. Miró a su alrededor y vio a Rubén con Camilo y un paraguas en la puerta de la comunidad. La mirada de Rubén era seria y lo vio entrar en el edificio.
Irati lo llamó y Álvaro reaccionó mirándola.
— ¿No subes? — Le preguntó Irati y Álvaro volvió a mirar hacia el edificio. — ¿Pasa algo? Si te has olvidado de algo puedo esperarte…
— No es nada. — Álvaro le sonrió y le cerró la puerta, dándose después prisa en subir en el asiento del copiloto.
— Déjalo atrás. — Le indicó Irati que hacer con el paraguas y Álvaro lo dejó allí.
— Gracias por llevarme. — Le agradeció.
— No es nada. Me gusta pasar tiempo contigo. — Le sonrió y le dijo. — Aunque si quieres pagarme por llevarte, acepto solo besos.
— No está mal el método de cobro.
Álvaro levantó una ceja e Irati se rió a carcajadas.
— Lo siento, la verdad es que me apetece besarte desde que te he visto. — Se puso tímida y Álvaro se lanzó sobre ella.
Al besar sus labios, Álvaro no sintió ese cosquilleo que sí sintió al besarla las veces anteriores y al mantener relaciones con ella. Dentro de él no ardió nada. Le elevó la barbilla y profundizó en el beso, pero por mucho que la besó, por mucho que la sentía encenderse de pasión a ella, la verdad era que él no sentía nada.
Álvaro se golpeó accidentalmente la cabeza contra la puerta de un mueble encima de la impresora y algunos de los clientes que estaban en la inmobiliaria lo miraron.
— ¿Estás bien? — Le preguntó Elliot, que cerró la puerta del mueble.
Álvaro asintió llevándose una mano a la cabeza.
— Estoy distraído, lo siento. — Admitió Álvaro. Se miró la mano como esperando hallar sangre en ella. El golpe había sido duro, pero su cabeza seguía intacta.
— Llevas así varios días, ¿no has solucionado tus asuntos familiares? — Se interesó Elliot por su vida privada.