Álvaro hizo una anotación en su agenda y no había hecho más que agarrar el ratón del ordenador cuando vio a la señora Martín salir del despacho de Elliot.
— Daniela. — La llamó Elliot en la puerta.
Álvaro siguió con la mirada a la mujer de su jefe y se sorprendió al verla llegar hasta su mesa.
— Buenos días. — La saludó Álvaro y al levantarse para presentarse, Daniela destapó el vaso del café que llevaba y le lanzó la bebida a la cara.
Sus compañeros de trabajo se alarmaron y los clientes se quedaron impresionados. Él mismo estaba impresionado. Su cara, su ropa, su cabello y hasta su mesa de trabajo estaban manchados de café.
— Destructor de parejas. — Lo llamó Daniela.
— Daniela, ¿qué estás haciendo? — Le reclamó Elliot que llegó hasta ella y la agarró por la muñeca. Miró entonces preocupado a Álvaro. — Lo siento. ¿Estás bien?
— No estoy seguro. — Respondió Álvaro serio y con la mirada en Daniela.
Elliot apretó la mandíbula y se llevó a la fuerza a Daniela fuera de la inmobiliaria.
— ¡Qué desastre! — Dijo Gina, que se acercó a Álvaro y de seguido fue hacia los baños.
Peter se disculpó con la familia que se encontraba con él e intentó seguir atendiéndolos con normalidad.
Álvaro escuchó una notificación en su teléfono y lo miró sobre la mesa con salpicaduras de café. Era un mensaje de Rubén y suspiró sintiéndose muy molesto.
Gina regresó del baño con mucho papel para secarse las manos.
— Gracias. — Le agradeció Álvaro, aceptando un poco de papel que usó para limpiarse la cara.
— Yo me encargo de la mesa, ve al baño y te aseas un poco. — Le dijo Gina.
Álvaro fue entonces al baño y se vio en el espejo hecho un desastre. ¿Cómo iba a trabajar el resto del día en esas condiciones?
— Álvaro. — Oyó a Peter que abrió la puerta del baño. — Usa esta camisa, siempre tengo una de repuesto por si pasa cualquier cosa.
— ¿Por si alguien te tira su café a propósito en la cara? — Le preguntó Álvaro que se acercó a coger la camisa.
— Más bien por si se rompe un bolígrafo o algo menos agresivo.
— Gracias, Peter. Te la devolveré mañana lavada.
— Descuida. Voy a regresar con los clientes.
Álvaro le asintió y Peter cerró al irse.
Ese día, Elliot no regresó a la inmobiliaria y todos se fueron a casa al acabar la jornada laboral.
Álvaro salió del vagón del metro viendo a Rubén con Camilo esperándolo.
— ¿Tu ropa? — Le preguntó Rubén, al verlo usando una camisa blanca y no la ropa con la que salió de casa esa mañana.
Álvaro llevaba su ropa en una bolsa.
— Es largo de explicar. — Dijo Álvaro sin ganas de hacerlo y le pidió. — Déjame a Camilo.
Los dos se intercambiaron la bolsa con la ropa con Camilo y Álvaro lo besó feliz de verlo.
— ¿Cuándo habrá un beso para mí al encontrarnos? — Le preguntó Rubén y Álvaro sonrió mirándolo.
— ¿Qué has hecho hoy? — Lo distrajo y empezaron a caminar hacia la salida.
— Estar tirado en casa de mis padres todo el día. Ah y la compra. ¿Vas a explicarme qué ha pasado con tu ropa?
— La mujer de mi jefe me ha lanzado su café a la cara.
— ¿Por qué ha hecho eso?
— Eso quisiera saber. Pero me ha llamado destructor de parejas. — Álvaro lo miró y le fue sincero. — Creo que le gusto a mi jefe.
Rubén arrugó la cara.
— Ya sabía que no era trigo limpio el otro día cuando lo vi en el restaurante y me quiso impedir agarrarte. ¿Qué vas hacer?
— Nada.
— ¿Cómo qué nada?
— Rubén, necesito el trabajo y me gusta trabajar allí. No voy a hacer nada.
— Al menos déjale claro que contigo no va a ningún lado. — Le dijo Rubén y Álvaro notó que había irritación en su voz.
— Ya sabe que eres mi novio. — Le contó y lo chocó con su brazo. — No te pongas celoso, solo tengo ojos para ti. — Le dio un beso en la mejilla y le pidió. — Vamos a comer, tengo hambre.
— Ahora dame uno en la boca. — Lo agarró Rubén del brazo haciendo que se parara con él y Álvaro sonrió.
— Te lo doy en casa.
— ¿Tienes miedo de hacerlo en público? Cobarde. — Se metió Rubén con él y sonrió sin importarle que todavía le costara pensar solamente en ellos. — Vamos a comer.
Álvaro le sonrió y asintió.
En la salida del metro, Álvaro se paró para responder una llamada telefónica de su madre.
— ¿Dime, mamá? — Le preguntó.
Rubén le hizo cosquillas a Camilo y el niño se movió inquieto en los brazos de Álvaro.
— Hijo. Esta mañana tu padre se ha encontrado con Derek y él le ha dicho…
La cara de Álvaro se puso blanca y Rubén lo notó.
— ¿Qué ha dicho Derek, mamá? — Preguntó Álvaro.
— Que Rubén y tú estáis saliendo juntos. Es tan ridículo y horrible que me da hasta cosa decirlo. — Murmuró Margaret.
Álvaro le entregó a Rubén el niño. Su corazón estaba angustiado por oír las palabras de su madre.
— Mamá… — La llamó alejándose de Rubén. — Puedo…
Se calló al escuchó a su madre reírse nerviosa.
— Mira, es una tontería. Vamos a olvidarlo. — Habló Margaret. — ¿Cómo estás, hijo? ¿Qué tal va el trabajo?
— Mamá. — Álvaro se decidió a decírselo y se giró mirando a Rubén cuando éste lo agarró de un brazo preocupado por lo que pasaba. — Yo… — Álvaro cerró los ojos y los apretó con fuerza. — Si estoy saliendo con Rubén, mamá.
Rubén se sorprendió y Álvaro abrió los ojos mirándolo.
— ¿Qué estás diciendo? — Le preguntó mamá Margaret con un tono más serio. — No tiene gracia, hijo.
— No es ninguna broma, mamá. Estoy enamorado de Rubén y él lo está de mí.
Las comisuras de los labios de Rubén se elevaron.
— No, no puede ser… Creo que no me siento bien. Voy a colgar.
— Mamá. — La llamó Álvaro, pero se cortó la llamada y su cara fue de desolación.