A los días, Álvaro estaba apoyando en la cuna de Camilo.
La habitación del niño disponía de todos los muebles, cuna, cambiador, sillón. Fernando la había mandado a preparar al igual que la habitación que les dio a ellos.
Álvaro miró su teléfono móvil viendo que solo quedaban unos minutos para ser las doce de la noche, quería ser el primero en felicitar a Rubén por su cumpleaños.
— Cami, duérmete a dormir para que pueda ir a felicitar a tu papi. — Le pidió al niño y apoyó la frente en su brazo mirando hacia su habitación. Camilo balbuceó divertido y Álvaro lo miró. — ¿No tienes sueño? La abuela Lucy no debió dejarte dormir tanta siesta. — Camilo se agarró los pies sin dejar de mirar a su padre con los ojos bien despiertos. — Eres un conquistador. — Le dijo Álvaro cuando se le cayó la baba con él.
El niño se rió y Álvaro se incorporó, llamando a Rubén con un grito.
— ¿Qué? — Le preguntó Rubén desde la habitación.
— Tu hijo no quiere dormir. — Le dijo.
— Déjalo solo. Verás como se duerme.
— No. Se echará a llorar si me voy. ¿Puede venir? — Rubén no respondió y Álvaro se quedó mirando hacia la habitación.
Su móvil le vibró varias veces en la mano y lo miró descubriendo que sus amigos estaban felicitando a Rubén por el chat grupal que compartían.
— ¿Qué? — Le preguntó Rubén entrando en la habitación de Camilo y Álvaro lo miró.
— Felíz cumpleaños. — Lo felicitó.
Rubén sonrió.
— ¿Me has llamado para felicitarme? — Se acercó a él, mirando a Camilo despierto.
— Quería ser el primero. — Respondió Álvaro y le enseñó las notificaciones de su teléfono. — Todos te están felicitando, casi no logro ser el primero. Felicidades, que sigas cumpliendo muchos más.
— Eso está bien, pero ¿y mi regalo?
— No tengo un regalo. — Álvaro bajó el teléfono y le dijo. — Conformate con que no me he olvidado.
Rubén le puso cara seria y Álvaro se rió.
— Es broma. Lo tengo en la habitación escondido en el armario. Ayúdame a dormir a Camilo y te lo doy.
— Un beso primero. — Se inclinó Rubén para recibirlo y Álvaro lo besó brevemente. — Me sabe a poco. — Álvaro le pasó entonces los brazos por encima de los hombros y le dio un beso completo, tan largo y apasionado que les faltó el aire. — Rico. — Se lo gozó Rubén.
Álvaro se rió y le dio otro breve beso.
— Feliz veintitrés años…
— El mejor de todos mis cumpleaños.
Álvaro le agarró la cara por la mandíbula y se la agitó.
— El primero juntos. ¿Lo celebramos mañana?
— De eso te quería hablar, cuando he recogido hoy a Camilo mi madre me ha dicho que nos espera mañana para cenar. — Álvaro lo soltó pensando en sus padres. — Le he dicho que sí porque hasta el fin de semana no lo vamos a celebrar con los chicos. — Le dijo Rubén.
— Está bien. Tu madre quiere tenerte en casa por tu cumpleaños. Vayamos. — Asintió Álvaro y Rubén sonrió.
Al día siguiente, los dos se encontraron después del trabajo y fueron juntos a la casa de los padres de Rubén. Camilo estaba allí con mamá Lucy desde por la mañana y en brazos de Dalton lloró por querer irse con Álvaro.
— Os ha salido con papitis. — Se rió Óscar.
Álvaro sonrió cargando con Camilo.
— Mi niño. — Lo llamó mientras lo abrazaba y vio a su hermana Sara salir de la cocina. — ¿Qué haces aquí?
— Yo le he dicho que venga. — Habló mamá Lucy que salió también de la cocina y sonrió al ver a Camilo en brazos de Álvaro. — Mírate, ya estás contento. — Le dijo al niño.
— ¿Y papá y mamá? — Preguntó Álvaro a su hermana.
— Tía Lucy los ha invitado pero mamá no ha querido venir. — Le contó Sara. — Está muy irritable estos días.
— Lleva eso a la mesa. — Le ordenó Lucy por la bandeja que Sara cargaba y le dijo luego a Álvaro. — Se le pasará.
Álvaro asintió y miró a Rubén que entró en la casa.
— ¿Qué hacías ahí fuera? — Le preguntó su padre.
— Una llamada. — Contestó Rubén mostrando su teléfono móvil y recibió un abrazo y un par de besos de su madre.
— Felicitando mi vida. — Lo felicitó mamá Lucy.
— Gracias, mamá. — Respondió Rubén y recibió también las felicitaciones de su padre y de su hermano pequeño.
Dalton lo abrazó y Rubén le acarició el cabello.
Álvaro sonrió gustándole la unión de Rubén con su familia y no pudo evitar mirar por la puerta abierta la casa de sus padres al otro lado de la calle. Solo reaccionó cuando Rubén lo agarró, poniéndole una mano en la cabeza y agitando su cabello.
Toda su familia había pasado al salón.
— Estoy bien. — Le dijo Álvaro.
— A mí no me puedes engañar.
— De verdad estoy bien.
Rubén bajó su mano hasta el cuello de Álvaro y los dos se asustaron cuando fueron iluminados por un flash.
Sara sonrió detrás de su teléfono.
— Buah, vale la pena sacrificar mi amor por esto. — Habló Sara.
Rubén sonrió viéndolo como una chiquillada, pero Álvaro miró serio a su hermana.
— Borra eso. — Le ordenó al tiempo que hacía a Rubén cargar con Camilo.
— No.
Sara corrió al salón y Álvaro la persiguió hasta que oyó la voz de su padre.
— Sentimos llegar tarde.
Álvaro se detuvo viendo a sus padres entrar por la puerta y como Rubén que estaba allí, los saludó.
— Han venido. — Dijo Sara, que paró al lado de su hermano.
— Borra eso. — Le dijo Álvaro y caminó hasta sus padres.
— Hijo. — Lo saludó su padre yendo dentro.
— Hola, papá. — Sonrió Álvaro y miró a su madre que se acercó a él. — Hola, mamá.
— Hola, hijo. — Mamá Margaret le acarició el brazo al pasar por su lado de camino al salón.
— No te olvides de respirar. — Bromeó Rubén, que se acercó a Álvaro y lo vio retener todas las emociones que sentía. — Son tus padres, actúa normal. — Colocó una mano en el pecho de Camilo que se lanzó para irse con Álvaro.