¿de quién es el bebé?

40. Señales equivocadas.

Álvaro salió de un ascensor con Elliot y caminaron hacia la puerta de un apartamento.

— De todos los pisos de la zona, este es el mejor que he encontrado. — Habló Álvaro. — Es una cuarta planta, pero dispone de ascensor así que no creo que eso importe. 

Usó la llave cedida por los propietarios para abrir la puerta y dejó pasar primero a Elliot. 

— Gracias. — Agradeció Elliot al entrar. 

Álvaro miró su teléfono móvil antes de entrar, eran cerca de las dos del mediodía y había quedado con su padre para almorzar. Por suerte ese era el último apartamento que verían, había dejado el mejor para el final. 

Entró tras guardar su teléfono y dejó sus cosas en la mesa del comedor para acercarse a Elliot junto a una puerta corredera de cristal. 

— El balcón no es muy espacioso, pero hay sitio para poner un par de sillas y una mesita. — Dijo y abrió la puerta para que pudiera salir. 

Elliot le tocó el brazo antes de salir y Álvaro se miró el mismo. 

— No está nada mal. — Reconoció Elliot, asomándose a mirar abajo y dándose luego la vuelta para contemplar el balcón en sí. — Has hecho un gran trabajo. — Lo apremió y Álvaro sonrió orgulloso. 

— He mirado y buscado mucho para enseñarle solo lo mejor. Este piso realmente lo es… — Señaló un pasillo a un lado del salón. — Si entra, le enseñaré las dos habitaciones con sus respectivos baños. 

— No es necesario. — Dijo Elliot entrando del balcón. — Me lo quedo. 

— Aún no hemos hablado de números… 

— No importa, tengo ahorros de sobra y este lugar es perfecto para nosotros. 

— ¿Nosotros? — No lo entendió Álvaro. 

— Lo que pasó con mi esposa… Lo lamento mucho. Ella te confundió con otra persona. 

— Lo imaginé, yo no he destruido su matrimonio. 

Elliot sonrió con vergüenza. 

— Estoy saliendo con Jorge. Mi esposa te confundió con él porque ese día Jorge no estaba en la oficina y yo le había dicho a ella que estaba enamorado de un chico joven de la inmobiliaria. — Álvaro se quedó sin palabras y Elliot sonrió. — Sabiendo que también eres homosexual me siento cómodo hablando esto contigo, solo no lo divulgues en la oficina. Jorge y yo estamos esperando al momento correcto de contarlo. 

— Soy una tumba. 

— Algún día podemos salir los cuatro. 

Álvaro no se vio tan convencido en eso, pero asintió simplemente. 

— Claro… 

— Bien, firmemos el contrato. 

Rubén se rió a carcajadas cuando Álvaro se lo contó por teléfono. 

— Pensé que estaba colado por mí. — Dijo Álvaro, caminando rápido hacia el restaurante donde comería con su padre. 

— Egocéntrico. — Lo llamó Rubén. 

— No soy eso. Solo equivoqué las señales. Estoy llegando, deseame suerte con mi padre. 

Álvaro se paró en la puerta. 

— Suerte mi amor. 

— Cursi. — Sonrió. 

— Te amo. 

Álvaro sintió su corazón reaccionar a su declaración. 

— Yo también. — Le correspondió y se despidió rápido de él. — Nos vemos luego. 

Al colgar Álvaro, Rubén sonrió bajando el teléfono y lo dejó en la mesa.

— ¿No ves raro que Quero quiera hablar con nosotros en la hora de la comida? Siento que me voy a atragantar comiendo. — Habló Fran, sentado delante de Rubén. 

Rubén miró hacia el gimnasio y luego a Quero en la barra del bar. 

— Creo que son malas noticias. — Se atrevió a predecir y miró a Fran. — En los últimos días he visto a Rosy y Quero murmurar mucho. 

— ¿Crees que despiden a uno o a los dos? 

— Que cierran el gimnasio. 

Quero le puso la mano en el hombro a Rubén y se sentó después a compartir mesa con ellos. 

— ¿Cierras el gimnasio? — No se aguantó Fran la pregunta. 

— Comamos y después hablemos. — Les pidió Quero. 

Rubén recibió una mirada de él y supo que sí era eso, el gimnasio estaba cerrando. Eso iba a ser malo para él ahora que Álvaro y él querían ahorrar para cuando dentro de dos años adoptaran a Camilo y se fueran de casa de Fernando. 

Álvaro se quitó su mochila y la colgó en la silla que usaría. Su padre estaba usando ropa llena de pintura, señal de que él también venía directamente del trabajo. 

— ¿Cansado? — Le preguntó Mark. 

— He venido corriendo. — Sonrió Álvaro. 

— ¿Qué tal el trabajo? 

— Es bueno, acabo de hacer mi primera venta individual. — Se sintió orgulloso y Mark asintió. 

— Me alegra ver que te esfuerzas. 

Álvaro asintió. 

— Mamá y tú me habéis enseñado que la vida adulta no es fácil. Por eso intento trabajar duro y no gastar dinero en tonterías. 

— Tu madre… Debes entenderla, hijo. — Al oír a su padre, Álvaro supo que ya no hablaban del trabajo y el dinero. 

— Lo hago. — Respondió Álvaro, poniéndose serio. — ¿Qué piensas al respecto? 

— Me parece bien. — Mark le habló conciliador. — Quería tener está comida contigo para dejar clara mi postura. Eres mi hijo y no me importa si decides salir con una mujer o con un hombre. — Álvaro se emocionó, había creído que ninguno de sus padres lo apoyaban y que los dos se sentían decepcionados. — Solo quiero que seas feliz… 

— Gracias, papá. — Le agradeció. — Saber eso significa más de lo que crees para mí. 

— Tu madre… Habrá que ser pacientes con ella. — Mark usó un tono más despreocupado. 

Álvaro asintió. 

Esa tarde noche, cuando Álvaro salió del metro se encontró con Rubén y Camilo. Su primer y único impulso fue cargar con su hijo. Rubén sonrió por verlo comerse a besos al pequeño. 

De camino a casa Rubén le contó que Quero iba a trasladar el gimnasio a otra ciudad en dos semanas. 

— ¿En serio? — Se sorprendió Álvaro. 

Rubén asintió.

— Fran y yo nos hemos quedado igual de sorprendidos. Quero nos ha ofrecido seguir trabajando allí, pero ninguno hemos aceptado. — Le contó y lo miró. — Me tocará buscar un nuevo trabajo. 



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En el texto hay: romance, drama, gay

Editado: 17.05.2024

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