A los días, en el fin de semana organizaron una reunión en casa con sus amigos para celebrar el pasado cumpleaños de Rubén y que Amaya estaba cumpliendo años ese mismo día.
Pidieron comida a domicilio y se aseguraron de tener bebidas suficientes.
Con Camilo durmiendo en su habitación, la noche tenía que haber ido bien, pero Álvaro no dejó de mirar como Rubén se la pasaba de hocico.
— ¿Estáis en crisis? — Le preguntó Amaya a Álvaro cuando lo acompañó a la cocina a por más cervezas.
— Está así desde que le dije que si nos casábamos nos sería más fácil obtener la custodia de Camilo. — Habló Álvaro molesto.
— ¿Solo te quieres casar por eso? — Le preguntó Eduardo, que entró en la cocina. Álvaro y Amaya se quedaron mirándolo. — ¿Tenía que hacerme el sorprendido?
— ¿Desde cuándo lo sabes? — Le preguntó Amaya que se acercó a él y lo agarró de un brazo. — ¿Verdad que es fuerte?
Eduardo miró a Álvaro que se había quedado estático.
— Lo he sospechado en las últimas semanas, demasiados cuchicheos entre vosotros a espaldas de Diego y de mí.
Amaya sonrió soltando el brazo de Eduardo.
— Os lo queríamos decir la última vez que bebimos en nuestro piso, pero Rubén y yo acabamos discutiendo esa noche. — Habló Álvaro y al pensar que volvían a estar peleados se le formó un nudo en el estómago. — Idiota… — Insultó por lo bajo a Rubén.
— Felicidades. — Le felicitó Eduardo.
Álvaro lo miró y sonrió.
— Gracias Edu. ¿Diego lo intuye? — Preguntó.
— No lo creo. — Negó Eduardo. — No se habría podido callar.
— Tengo una idea. — Amaya se rió ella sola y les contó su genial idea. — Porqué no vas y besas a Rubén delante de Diego, seguro que se queda blanco.
Eduardo sonrió y a Álvaro no le pareció un mal plan.
En los días que llevaban cabreados, dormían juntos, hasta inconscientemente se arrimaban en la cama, pero no tenían ni un mísero beso.
Álvaro fue decidido hasta el salón y se sentó en el regazo de Rubén.
— ¿Qué… ? — Le preguntó Rubén y Álvaro lo besó en la boca.
Las manos de Rubén lo apretaron de la cintura y su boca lo correspondió con las mismas ganas. Álvaro sonrió en sus labios y le pasó los brazos por encima de los hombros mientras continuó besándolo.
Sandra y Diego que jugaban a adivina la película, se quedaron impactados.
— Me van a sangrar los ojos. — Dijo Diego y dejó de mirar la escena.
Sandra sonrió y miró a Fernando que se paró en el umbral de la entrada. Vestido de traje y con abrigo, también con un maletín en la mano.
— Chicos. — Los llamó Sandra y golpeó a Álvaro en la espalda para hacerlo mirar.
Álvaro vio a Fernando y se sorprendió, llevaban sin verlo desde que se mudaron allí.
Rubén agarró la barbilla de Álvaro para continuar besándose.
— Está Fernando, para. — Le dijo Álvaro y se levantó de lo alto de él, pero Rubén lo rodeó de la cintura y lo sentó en sus piernas.
Álvaro lo miró a la cara notando debajo de él algo duro, sabiendo que era ese algo duro.
— Llevo días aguantando. — Dijo Rubén y Álvaro sonrió.
Sandra se levantó del suelo para apagar el reproductor portátil de música que estaba encima de la mesa.
— Déjalo. — Habló Fernando y abrió su abrigo. — Iba a descansar esta noche, pero me tomaré una copa.
Sandra miró a Álvaro para saber qué debía hacer y él le asintió para qué dejara la música puesta.
— Tendríamos qué ir a ver a Camilo. — Dijo Rubén a Álvaro y éste lo miró sabiendo que no irían a la habitación de Camilo.
— ¡Sí! Es verdad. — Respondió.
Los dos se levantaron y fueron corriendo hacia las escaleras.
— ¿Alguien me explica? — Preguntó Diego al resto de sus amigos.
Eduardo le dio con la mano en el hombro y Amaya se rió divertida.
— Ha sido brutal. — Dijo Amaya y al mirar a Sandra la vio con los ojos puestos en Fernando que se llenaba en la barra un vaso de licor.
Álvaro cerró la puerta de la habitación con un pestillo y de camino a la cama se quitó los zapatos. Rubén se quitó la camiseta antes de sentarse en la misma y recibir a Álvaro en su regazo.
— ¿Ya no estás enfadado? — Le preguntó Álvaro, agarrándolo de la cara.
— Primero hacemos las paces y luego lo hablamos. — Le dijo Rubén.
— Me gusta el órden. — Sonrió Álvaro y al echarse sobre él, los dos cayeron en la cama.
Los dos culminaron rendidos tras la ardiente actividad y no despertaron hasta por la mañana cuando Camilo los despertó llorando. Rubén besó a Álvaro en el cuello.
— Sigue durmiendo. Voy yo. — Le dijo y mordió su cuello antes de levantarse de la cama.
Álvaro se cubrió con la mano la zona del cuello donde fue mordido.
— Duele. — Susurró.
Rubén cargó en brazos con su hijo y lo calmó.
— Ya está, Cami. — Lo movió dando algunos pasos por la habitación y miró la carita de su hijo roja. — ¿Tienes hambre? ¿Quiere leche?
Camilo se calmó poco a poco y Rubén le cambió el pañal antes de salir de la habitación e ir al salón con él.
Álvaro y él abandonaron la fiesta de un momento a otro y no sabía lo que había pasado con sus amigos, no al menos hasta entrar al salón y ver durmiendo a Amaya y Eduardo en el sofá y a Diego en el suelo con un cojín para apoyar la cabeza.
No había señales de Sandra, pero encontró a Fernando en la cocina vestido de punta en blanco y bebiendo un café.
— Buenos días. — Habló Fernando y señaló el umbral que daba al salón de su casa. — Espero que hagáis algo al respecto. Parece un vertedero.
— Lo haremos. — Contestó Rubén, arrojando el pañal sucio al cubo de la basura.
— De paso, sacar a la chica que hay durmiendo en mi cama.
Rubén lo miró y pensó en que amiga que faltaba en el salón.
— ¿Te has acostado con Sandra?