Los dos se llevaron una sorpresa cuando Diego trajo a su novia y ésta resultó ser Irati.
— Irati. — Dijo Álvaro.
No había vuelto a verla desde que se mudaron y cuando sonrió, la cara de Rubén se puso seria.
— ¿Ellos son tus amigos? — Le preguntó Irati a Diego.
— Sí, pero parece que ya os conocéis. — Dijo Diego. — Supongo que es porque viviais en el mismo edificio, ¿no?
— Por eso y porque… — Rubén iba a explicarlo, pero Álvaro lo calló dándole un pisotón en el pie.
— ¿Por qué? — Quiso saber Diego.
— Solo por eso. — Mintió Álvaro.
— La verdad es que estuvimos liados. — Le confesó Irati a Diego. — Prefiero que lo sepas por mí.
— ¿Liados… ? — Diego miró a sus dos amigos y Rubén señaló a Álvaro.
— Él. Ella no es mi tipo para nada. — Dijo Rubén serio.
— Tú menos el mío. — Se molestó Irati y agarró a Diego de un brazo. — No quiero quedarme, ¿podemos irnos?
— Sí, será mejor. — Asintió Diego y se despidió de ellos. — Ya nos veremos.
Álvaro asintió solamente y Rubén se comió una patata de mala gana.
— ¿Aún no lo has superado? — Le preguntó Álvaro entonces.
— ¿Tú tampoco? — Le devolvió Rubén la pregunta y le señaló la boca. — No has podido sonreír más.
— Es educación, Rubén.
— Pues no seas educado. — Se quejó e iba a meterse otra patata en la boca, pero lo miró y le preguntó. — Sé sincero, ¿has recordado cuando te acostaste con ella?
Álvaro pensó en ello y Rubén al darse cuenta de que lo hacía elevó su labio superior con antipatía.
— No. — Dijo Álvaro.
— Mentiroso. Camilo, papá es un mentiroso.
— No le enseñes eso y ya deja de joder, sabes perfectamente que me gustó y que me gusta más hacerlo contigo. — Rubén sonrió anchamente y Álvaro no pudo evitar reírse. — Eres tan infantil. — Se metió con él y le quitó a Camilo para comenzar a comer.
Rubén se apoyó en la mesa con un codo y se quedó mirándolo.
— Eres tan guapo.
Álvaro lo miró mientras quitaba el envoltorio de una hamburguesa.
— ¿Lo soy? — Preguntó con ilusión y Rubén asintió.
— No tanto como yo… pero tienes tu encanto. — Se burló y Álvaro suspiró.
— Idiota.
Rubén se rió entonces y arrimó después su silla a la de Álvaro.
— ¿Sabes lo que más me gusta de ti?
Álvaro le dio a morder la hamburguesa a su hijo y miró a Rubén esperando otra de sus tonterías.
— Vas a burlarte otra vez, ¿verdad?
Rubén sonrió y negó.
— Son varias cosas las que más amo de ti.
Álvaro se quedó esperando saberlas, pero Rubén se puso a hablar entonces con Camilo y lo dejó con las ganas.
— No vas a decirlo. — Le reclamó.
— Te lo diré cuando tú me digas lo que más te gusta de mí.
— Tu cuerpo. — Respondió Álvaro rápidamente y Rubén se ofendió.
— ¿Soy un cacho de carne para ti?
Álvaro se rió y lo culpó a él.
— Lo tienes trabajado y siempre estás presumiendo de él, es natural que me guste. — Le dio un bocado a la hamburguesa y estando con la boca llena, recibió un beso de Rubén. Sonrió mientras masticaba. — Hay algo más que me gusta mucho de ti.
— ¿El qué?
— La forma en la que acceder a mí incluso cuando ni yo me aguanto en un mal día. — Le dijo Álvaro y se inclinó dándole un beso en la boca. — Y que eres noble y tierno.
— Me voy a ruborizar.
— ¿Qué es lo que más te gusta de mí?
Rubén se llevó una mano a la nuca.
— Ahora me siento abrumado, yo solo iba a bromear diciendo que me gustan tus michelines.
— Sé serio. — Álvaro esperó algo más.
— Supongo que lo que me gusta de ti es que eres más maduro que yo y que siempre te esfuerzas por conseguir lo mejor para nosotros tres. — Habló Rubén y le acarició el cabello. — Eres un pequeño luchador.
— ¿Lo que más te gusta de mí es como me peleo contigo para que no gastes tu dinero innecesariamente? No me convence. — Respondió Álvaro y lo hizo bajar la mano. — Si eso es todo, me siento decepcionado. Vamos a comer e irnos a casa, mañana tenemos trabajo.
— No te enfades. — Le pidió Rubén, rodeando su cintura y apoyando la barbilla en su hombro. — En verdad me gusta todo de ti. Tu cuerpo, tu personalidad irritable e irresistible, me gusta todo menos tu gusto por las mujeres.
Álvaro se rió por eso último y lo miró.
— Eres pegajoso. — Se quiso soltar de él.
— ¡Ah! — Saltó Rubén y Álvaro se asustó.
— ¿Qué?
— También me gusta como finges que te molesta que sea pegajoso, cuando te encanta que esté encima de ti.
Álvaro sonrió.
— Me gusta más que estés debajo. — Susurró y Rubén sonrió pícaro.
— A mí también. — Le ofreció sus labios y Álvaro le dio un breve beso en ellos.
Camilo los miró y Álvaro sonrió a su hijo dándole a él un beso en la mejilla.
Cuando regresaron a la casa, metieron el coche en el garaje. El coche de Fernando estaba allí.
— Dos noches seguidas. — Se sorprendió Álvaro.
Luego sacó a Camilo del coche, el niño se abrazó a él y Álvaro lo animó a seguir durmiendo en su hombro.
— Llévalo arriba antes de que se espabile. — Le dijo Rubén.
Álvaro asintió y los dos entraron en la casa. La luces estaban encendidas y Fernando dormía en un sillón, en pijama y bata de seda.
— Despiertalo para que se vaya a la cama. — Habló Álvaro a Rubén, yendo hacia las escaleras para subir a Camilo.
Rubén dejó la mochila de Camilo en el sofá y se acercó al sillón.
— Despierta. — Llamó a Fernando dándole un toque en el brazo, pero la única reacción fue ese brazo cayendo del sillón. — ¡Eh! — Levantó Rubén la voz para despertarlo.
Álvaro se detuvo en mitad de las escaleras y miró a Rubén.
— ¿Qué pasa? — Le preguntó.
Rubén lo miró y Álvaro supo por sus ojos qué algo no estaba bien con Fernando.