Mamá Lucy y papá Óscar los recibieron en su casa pasada la una de la madrugada. Ni Álvaro ni Rubén habían querido quedarse en la casa esa noche y se presentaron allí con Camilo durmiendo.
— ¿Qué ha pasado? — Les preguntó Óscar cuando entraron del garaje a la casa.
— Fernando ha muerto. — Contó Álvaro serio, con Camilo en brazos.
— Lo hemos encontrado así al llegar a la casa. — Dijo Rubén.
— Por amor de Dios, ¿cómo ha pasado? — Se alarmó mamá Lucy, que si bien no lo había conocido en persona, sí sabía de él.
— Su abogado nos ha dicho que estaba enfermo desde hace mucho tiempo. — Habló Álvaro y Rubén le puso una mano en la espalda.
— Voy a subir a Camilo. — Le dijo Rubén y cargó al niño en sus brazos.
Camilo amenazó con despertarse al cambiar de brazos, pero Álvaro lo echó en el hombro de Rubén y lo calmó para que siguiera durmiendo.
— Voy a calentar un poco de agua para hacer té. — Avisó mamá Lucy, yendo a la cocina.
Rubén subió a la segunda planta con Camilo y Álvaro acompañó a Óscar a la cocina.
— Menuda desgracia. — Comentó Óscar lo ocurrido.
— Es como que todavía no me lo creo. — Reconoció Álvaro con tristeza y se sentó en una silla de la mesa de la cocina. — Ha hecho mucho por nosotros y no hemos podido hacer nada por él.
— Son cosas que pasan, hijo. — Le dijo Óscar, poniéndole la mano en el hombro. — Toca seguir adelante.
Álvaro asintió.
— Perdón por molestar tan tarde, tío Óscar. — Se disculpó y Óscar le dio un apretón en el hombro.
— Para eso está la familia.
Óscar caminó hacia mamá Lucy que ponía en la encimera unas tazas para el té y Álvaro suspiró. Se sentía extraño, con malestar interno y a la vez sentía que nada había pasado, pero sabía que Fernando ya no estaba.
Rubén lo hizo reaccionar al sentarse a su lado y tocarle la pierna.
— ¿Ha seguido durmiendo? — Se interesó Álvaro por Camilo y Rubén le asintió.
— ¿Cómo estás? — Le preguntó Rubén al tiempo que su madre les puso delante dos tazas de té.
— Gracias, tía Lucy. — Le agradeció Álvaro. Mamá Lucy le sonrió, sentándose con su marido en las sillas frente a ellos. — Estoy bien. — Dijo luego Álvaro a Rubén y se preocupó por él. — ¿Y tú?
— Es difícil decirlo. — Respondió. Álvaro lo entendía bien y se abrazó a su cintura apoyando la barbilla en su hombro. Rubén correspondió su abrazo y le frotó la espalda. — No tienes que decir que estás bien sí no lo estás. — Le susurró y lo besó en el cuello.
Mamá Lucy los miraba.
— Podéis quedaros los días que haga falta. Esta es vuestra casa. — Les dijo Lucy.
Rubén asintió a su madre sin soltar a Álvaro.
— Gracias, mamá.
Camilo despertó a sus padres teniendo que hacer pipí por la mañana.
— Ya lo llevo yo. — Dijo Rubén y pasó por encima de Álvaro en la cama, dándole un beso en la cabeza.
Rubén cargó luego con Camilo y salió de la habitación con él. Se habían acostado tarde y lo hicieron en la misma cama donde Camilo dormía en su antigua habitación.
Al llegar al baño lo encontró ocupado por su hermano Dalton y lo alentó a salir rápido. Dalton lo hizo con cara de sueño.
— ¿Has dormido aquí? — Le preguntó Dalton.
— Sí. — Respondió Rubén, que entró al baño con Camilo y Dalton observó que Álvaro salió de la habitación.
— ¿Tú también has dormido aquí? — Se extrañó.
Álvaro se acercó y comprobó que Rubén se ocupaba de Camilo en el baño.
— Buenos días, Dalton. — Lo saludó entonces Álvaro.
— ¿Cómo es que habéis dormido aquí?
— Deja de hablar y ve a cambiarte o llegarás tarde al colegio. — Le dijo mamá Lucy que subió las escaleras. — ¿Ya os habéis levantado?
— Camilo nos pega hasta que nos despertamos. — Respondió Álvaro.
Lucy sonrió y dio una palmada.
— ¡Vamos, Dalton!
Álvaro vio a mamá Lucy llevar a Dalton a su habitación y él regresó a la habitación de Rubén. Se subió en la cama agarrando su teléfono de la mesa de noche y llamó por teléfono al número privado de Elliot.
— Buenos días. — Habló Elliot al contestar.
— Buenos días. — Dijo Álvaro. — Lo siento por llamarte tan temprano, pero necesito tomarme el día libre hoy.
Vio a Rubén salir del baño con Camilo y cómo éste último corrió en dirección a la habitación de Dalton.
— No hay problema, Álvaro, pero necesito un motivo.
— Anoche murió un familiar... — Habló Álvaro.
Rubén lo escuchó explicarle la situación a su jefe y le dio tiempo de hablar en privado, dirigiéndose a la habitación de su hermano.
Su madre elegía la ropa para el colegio y mientras tanto su hermano y su hijo jugaban en la cama.
— ¿Cuándo irá Camilo al colegio? — Preguntó Dalton a su hermano.
— Es pequeño todavía. — Respondió Rubén.
Camilo se puso de pie en la cama y saltó encima de Dalton.
— El desayuno está listo, díselo a Álvaro para que baje a comer algo. — Le dijo Lucy a su hijo y Rubén asintió.
— Cami, vamos a por papá. — Lo llamó Rubén para que dejara de distraer a su hermano.
Camilo bajó de la cama y corrió descalzo hasta abrazar las piernas de su papi.
Rubén lo levantó en brazos y caminó a la habitación. Álvaro ya había colgado la llamada y sonrió cuando Rubén le entregó al niño.
— Papá. — Dijo Camilo y lo besó en la cara.
— ¿Tienes hambre? Mi madre dice que el desayuno está listo. — Le preguntó Rubén, sentándose en la cama con ellos.
— Leche. — Pidió Camilo al oír hablar del desayuno.
— No creo que pueda comer. — Musitó Álvaro. — Tengo el cuerpo cortado. ¿Te ha escrito Orlando? A mí no.
— Aún no he mirado...
Rubén agarró su teléfono de la mesa de noche y aparte de ver que estaba sin batería, no vio nada de importancia.
— ¿Algo?
— No. — Negó Rubén y miró a Álvaro. — Si no lo hace en una o dos horas, lo llamaremos nosotros. — Álvaro asintió y lo vio levantarse. — Voy a buscar un cargador.