Mamá Margaret miraba a su hijo Álvaro.
— ¿Qué es lo que pasa? — Le preguntó Margaret. — ¿No estarás enfermo?
— No, mamá. Estoy bien. — Respondió Álvaro.
— Lo que tengas que decir, dilo sin miedo. — Lo alentó Mark y agarró la mano de su esposa. — Somos tus padres.
— Álvaro. — Lo llamó Rubén que llegó hasta ellos y Álvaro lo miró. — Pensé que lo íbamos a hacer juntos. — Se sintió desplazado.
— Lo siento. No quiero que sea violento soltarlo allí dentro delante de Támara y sus padres. — Se disculpó Álvaro.
Margaret los miró seria.
— Álvaro, ve al grano. Ha sido idea vuestra que vengamos a esta comida, ¿verdad? — Los regañó Margaret a los dos.
— Sí, tía Margaret. — Rubén tomó la iniciativa y se paró al lado de Álvaro pasándole el brazo por la espalda. — Queríamos contaros algo importante para nosotros.
— Álvaro. — Increpó mamá Margaret a su hijo.
— Déjalos hablar. — Le pidió Mark y su esposa se quedó callada.
Álvaro suspiró entonces y se lo soltó directamente a sus padres.
— Rubén y yo llevamos dos años casados. Lo hicimos para la adopción de Camilo y porque los dos sabíamos que queríamos y queremos estar siempre juntos. — Álvaro miró a Rubén y confesó sin miedo. — Lo amo.
Rubén lo besó en la mejilla.
— También te amo. — Le dijo Rubén.
Álvaro sonrió y miró después a sus padres. Mamá Margaret se llevó una mano a la cara y cuando sus piernas temblaron, los tres se preocuparon por ella y quisieron ayudarla.
— ¡Estoy bien! — Habló Margaret con las manos en alto para que la dejaran y asintió a su hijo. — Si es tu decisión, de acuerdo. — Los miró a los dos. — Felicidades.
Álvaro no supo si lo decía de corazón o si estaba aún más decepcionada de él.
— Rubén. — Pronunció Mark y se acercó a él. — ¿Por qué no vamos nosotros dentro? — Se llevó a Rubén hacia el restaurante y acarició el hombro de su hijo al pasar por su lado.
Álvaro los vio irse y miró a su madre.
— Mamá.
— Álvaro… — Musitó mamá Margaret, haciéndolo callar y hablándole con sinceridad. — Lo que siempre he esperado de ti es que acabaras tus estudios, consiguieras un buen trabajo y una esposa para formar una familia... — Lo agarró de las manos y le habló con el corazón. — Siempre he querido lo mejor para tu hermana y para ti.
— Rubén es lo mejor, mamá. — Confirmó Álvaro.
Mamá Margaret puso una mueca desenfadada.
— Si digo lo contrario Lucy me pegará después. — Le sonrió. — Rubén es bueno, lo conozco y sé que lo es… No es una mujer, pero es lo que has elegido y tenéis a Camilo. No voy a interponerme más en lo que deseas y sientes.
— No quería decepcionarte, mamá.
— Si estoy decepcionada será problema mío y no tuyo. — Mamá Margaret le soltó una mano para tocarle la mejilla. — Pero no hay decepción que mil años dure, ¿verdad? — Le besó la otra mejilla y le dio un abrazo. — Te quiero hijo.
— Yo también te quiero, mamá. — Le correspondió Álvaro el abrazo y Margaret lo miró después.
— Vuelve a venir a casa tantas veces como quieras y dile a Rubén que puede ir libremente. He notado que evitar pasar por casa.
Álvaro sonrió y siguió abrazándola.
— Gracias por esto, mamá. — Sollozó y la apretó fuerte contra él. — Significa mucho para mí.
— Ya está. — Le quitó Margaret hierro al asunto, dándole palmadas en la espalda.
Cuando entraron al restaurante, mamá Margaret saludó a los padres de Támara, y Rubén vio a Álvaro sentarse a su lado en la mesa.
— ¿Cómo ha ido? — Preguntó Rubén.
Álvaro le asintió con una sonrisa y Rubén que se alegró de ello le acarició el cabello.
— Me gustan los finales felices. — Oyeron los dos a Sara, que con el codo apoyado en la mesa y la cara en la mano los miraba con ojos tiernos. — Mamá y papá llevan tiempo hablando del tema. Creo que mamá no sabía cómo dar el paso. — Les comentó.
— Deja de mirarnos así. — La regañó Álvaro. — Me dan escalofríos.
— Es que nunca pensé que viviría tan cerca un boys love.
— ¿Qué es un boys love? — Preguntó con curiosidad Dalton y Sara bajó el brazo de la mesa para mirarlo a su otro lado.
— ¿Quieres que te lo enseñe, Dalton? — Álvaro empujó a su hermana en la sien con un dedo y Sara se quejó mirándolo. — ¿Por qué me pegas?
— No te he pegado, solo te he empujado tu hueca cabeza. — Le respondió Álvaro. — Deja de pensar en esas cosas y estudia duro. En menos de dos meses empiezas en la universidad y no puedes perder el tiempo.
Sara se puso seria.
— Rubén, dile a mi hermano que me deje disfrutar de las vacaciones. — Se quejó Sara y se levantó para acudir a Rubén, al cual abrazó desde atrás. — Va ser horrible vivir con vosotros y que me regañe más que mamá.
Rubén se rió y Álvaro intentó hacer que su hermana lo soltara.
— Sara, suelta de una vez al marido de tu hermano y tú, más te vale aprender a manejarla ahora que se mude con vosotros. — Ordenó mamá Margaret y eso bastó para que la disputa parara.
— ¿Has dicho marido? — Preguntó mamá Lucy a su amiga y Margaret le asintió. — ¿Cómo es eso? — Lucy, que cargaba con Camilo, miró a los chicos. — ¿Os habéis casado?
— Sí, mamá. — Respondió Rubén y puso su mano en el cuello de Álvaro. — Álvaro y yo estamos casados.
Álvaro le agarró la mano y miró a Támara.
— Perdón por usar tu cena para contarlo. — Se disculpó Álvaro con ella.
— No hay problema. Derek ya me ha contado. — Lo entendió Támara y les sonrió. — Felicitaciones a los dos.
— Gracias.
— Felicitaciones. — Se unieron los padres de Támara a la felicitación.
— Perdone. — Paró Derek a un camarero que pasó junto a la mesa y le ordenó. — Puede traernos una botella de champán y diez… — Derek miró a Sara con la duda y luego a sus tíos.
— Diez copas, ella es joven para tomar. — Ordenó Margaret al camarero.