¡de regreso a la Navidad!

Capítulo IV: ¡No te vayas, Ángel!

Ahogue un grito con mi mano, sin embargo, los amantes notaron mi presencia. Se quedaron congelados. Y ya ninguno podía negar la realidad. Un frío se instaló en mi estómago y eche a correr.

Los pétalos de rosas rojas esparcidos en la fina loza eran la prueba de un camino de dolor y traición. Corrí tan fuerte entre el césped qué la hierba fresca detuvo mi huida. Caí fuerte sobre mis rodillas. Envuelta en seda y llanto por fuera. Y por dentro profundamente rota. Destrozada. Consumida por el dolor de la amarga traición. Oí sus voces llamarme y me levanté el vestido para seguir huyendo. Me producía asco verlos, alejarme de ellos me dio la fuerza para seguir corriendo.

Mi maquillaje era un desastre total a causa de mi llanto, lo sabía porque en el trayecto me tope con un par de invitados y hacían caras de asco y burla. No eran mis amigos, eran los suyos no me extrañaba que vieran así y por primera vez; no me importaba lo que ellos pensaron. Tan solo quería largarme de ese circo. Ya no sería más su payasa.

Un invitado estaba por irse tomé sus llaves con fuerza y le empujé. Robé su auto y conduje a toda velocidad. Tomaba con ira y firmeza el volante mientras en la radio sonaba "Believe de Cher". Rebase algunos autos e ignore algunas señales por lo que rápidamente estaba en mi empresa. Era el único lugar que me conectaba a algo que amaba. Cerré abruptamente la puerta del auto y me arranqué el velo tirándolo en el cesto de la basura con violencia. Lo escupí y pateé bajo la cara de extrañeza de algunos transeúntes y empleados que pasaban por ahí. Les hice mala cara y avance al lobby de la empresa. La chica de la entrada ni se inmuto mientras pulsaba una y otra vez el botón del ascensor. Estaba tan sumida en su conversación telefónica que ni noto mi presencia. Probablemente un cotilleo nuevo. Uno tan bueno como para no hacer su trabajo.

Finalmente el ascensor se abrió y seguí mi vertiginoso avance hacia la oficina de Nolan. Abrí la puerta abruptamente viendo cada detalle del lugar y luego la furia se apoderó de mí. Al ver su foto con su maldita sonrisa de ganador. Saque toda mi rabia como una desquiciada. Convertí el lugar en un completo desastre. Vidrio contra vidrio. Hojas de papel volando. Tinta sobre los muebles blancos. Pedazos de madera. Basura sobre la mesa. El lugar era la muestra del caos que él había ocasionado en mi vida.

Abrí una gaveta y el contenido del papel me hizo detenerme estrepitosamente. El corazón me latía a mil. Y la tristeza instalada se convirtió en furia y decepción. Tomé los documentos y fui directo a la oficina del abogado, sin embargo, a quien me encontré ahí fue a una despampanante mujer jugando con su celular.
—¿Y tú quién eres? ¿ Dónde está el Señor Nikolai?

—Ya no labora para la empresa desde hace casi un mes. Fue despedido su incompetencia.

—Pero, ¿De qué hablas? es uno de los abogados más prominentes y una persona de confianza para mi familia. Si quiera sabes lo que significa esa palabra sin la necesidad de googlearla—abrió la boca pero le impedir responder —Dime ¿ Qué carajos significa esto?

Puse en el centro de su mesa el papel de otra de las traiciones de Nolan. Y golpee con mi puño la mesa esperando una respuesta. La ataviada mujer se sobresalta, sin embargo, la voz de la traición reverbera en la oficina...

—Significa que, ahora yo soy el dueño de todo esto, ratona—me gire y Nolan sonrió maliciosamente. A su lado se encuentra personal de seguridad y dos hombres corpulentos vestidos de blanco.

—La única maldita rata aquí, eres tú. Miserable ladrón —Me abalance a golpearlo pero los hombres vestidos de blancos me toman de los brazos.

—No soy ningún, ladrón. Me gane todo esto por soportarte durante todos estos años. — Se burló junto a Gemma que se pone a su lado y lo abraza. La traición ya había sido develada, ya no les importaba mostrarse tal cual eran.

—Ahora sí, primita. Gracias a mi príncipe pasarás el resto de tu vida en tu torre. Mejor dicho en el manicomio. Y por tu maldita gata, no te preocupes, le busque el callejón más cómodo. Hasta nunca maldita ridícula. Gemma movió sus dedos y enarcó una ceja.

Ambos sonrieron mientras era arrastrada a través del pasillo vacío. El ascensor bajó lentamente y eso me dio tiempo para pensar en mi siguiente movimiento. Al cruzar el ascensor tuve que fingir un dramático desmayo; llamando por fin, la atención de la chismosa recepcionista quien se unió casi de inmediato a los hombres que me escoltaban. Los de seguridad buscaron un botiquín y uno de los hombres de blanco tuvo que batallar con el asombro de la hilarante recepcionista. Aproveche esa pequeña distracción para morder la mano del hombre que me sujetaba con fuerza. Me soltó al instante y corrí en dirección a la ambulancia abierta en la cual claramente pensaban trasladarme. Antes de mi actuación note que las luces estaban encendidas lo que indicaba que las llaves estaban puestas. Y mi observación fue acertada.

Sin perder tiempo pisé el acelerador y retrocedí llevándome unos conos en mi salida. Giré e hice un zic zac tratando de desviar a la seguridad. Sin embargo, la persecución siguió en la autopista, la cual estaba resbaladiza debido a la nevada de esos último días. Un auto salió de la nada obligándome a salir del carril y perder el control. El auto dio dos vueltas sobre su eje antes de impactar contra el asfalto. Ese fue mi último recuerdo antes de perder la conciencia por completo.

Todo lo que sucedió después parecía difuso. Apenas momentos. Apenas chispazos. Gente. Autos. Alarmas. Una sirena. Pude sentir como me subían a una camilla.

—¿Me escuchas? ¿Cómo te llamas?—dijo una voz femenina entre zumbidos y eco.

Luces se difuminaban a lo lejos. Mis pulmones se estaban llenando de aire. Todo mi cuerpo dolía y ardía. Me desvanecía y volvía a cobrar la conciencia cuando el dolor era insoportable.

—¿Cuál es el estado de la paciente?—dice otra voz femenina con notable insistencia.




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