De repente llegaste a mí

Epílogo

Salí rápidamente de aquella iglesia, apenas podía mantenerme en pie, el frío de esta mañana era terrible y la noticia de que Richard no se encontraba para nuestra boda era verdaderamente devastador para mí. Mi corazón se ha roto más de mil pedazos, sentía un terrible nudo en la garganta y mis pies casi llegaban a su límite puesto a unas zapatillas que se supone que solo iba a usarlas para la ceremonia de boda.

Miro hacia atrás con temor de que mis padres me estuvieran siguiendo, pero al parecer no era así. Cuando el señor Royer me había dado la horrible noticia de que Richard había abandonado la idea de casarse conmigo, sentí tanto pánico que tuve que irme de allí corriendo, no quise escuchar a nadie, tampoco quería escuchar a mi padre porque suponía que me iba a dar un discurso de odio hacia Richard.

Entonces veo como unas cuantas personas salen de una entrada de estación de tren subterránea, por lo que no lo dudo ni un segundo y me dirijo hacia la entrada bajando las escaleras. Intentaba ignorar las miradas hacia mí, pero era imposible, todos se quedaban observando a la chica que tuvo mala suerte con su prometido.

Me quedo parada observando cómo las personas pasaban sus Metrocards, un señor al salir por la puerta de emergencias me mira y se acerca a mí.

—Disculpe, señorita. ¿Desea pasar? —pregunta el señor, asiento. Ambos nos acercamos a la entrada y este pasa su Metrocard. —Lo siento mucho.

—No hay problema. Muchas gracias por el pase. —digo entrando finalmente, la verdad no me importaba donde se iba a dirigir el tren, solo quería intentar escapar de esta zona...

Por lo que tomé el tren para dirigirme a Alto Manhattan, una señora me había cedido su asiento. Entonces recuerdos de dos noches antes, donde Richard me decía entre sueño que estaba esperando el día de nuestra boda, también recuerdo el momento en que me propuso matrimonio... aquel maravilloso momento.

Las personas que estaban presentes me observaron, un grupo de chicas se burlaban e incluso me tomaban fotos, por lo que cubrí mi rostro con mis manos intentando ocultar mi dolor, a la vez sentí como las personas que estaban a mi lado se levantaron dejándome completamente sola. También escuchaba como murmuraban sobre mí... aquello empeoraba más la situación. Supongo que es normal, viendo a una patética chica siendo abandonada por su patético novio en un día como este.

El tren se detuvo, supongo que en otra estación. Intento ignorarlo y seguir con mi rostro oculto, entonces al tren volver a moverse, en cuestión de segundos alguien se sienta a mi lado, pero lo ignoro completamente, luego siento como coloca algo sobre mis hombros, por lo dejo de cubrir mi rostro y levanto mi vista para poder fijarme de quien se trataba.

Y era nada más y nada menos que un hombre, este tenía unos hermosos ojos azules y estos me miraban con mucha profundidad. Era como mirar algo hipnotizador, pero a la vez me transmitía seguridad. De un momento a otro este hombre busca algo dentro de su bolsillo del pantalón y me fijo que se trata de un pañuelo. Él se limita a secar mis lágrimas de mis ojos y de mis mejillas.

—Tienes unos hermosos ojos, las lágrimas están estorbando. —dice con una terrible suavidad haciendo algo que jamás pensaba que alguien iba a lograr. Me ha dado tranquilidad. —Mi nombre es Trevor York, un gusto conocerte—dice terminando de limpiar mi rostro. Luego me doy cuenta de la situación, lo que provoca un pequeño ardor en mis mejillas. ¡Qué vergüenza!

—Me veo ridícula ¿verdad? —digo en un susurro. Apenas podía hablar por mi nudo en la garganta.

—No. Yo veo en ti alguien que ha sido lastimada de la peor manera—dice desviando la miraba y observando a las demás personas del tren—Los hombres podemos llegar ser tan estúpidos...

—Mi nombre es Hayley Stone... Hoy se suponía que sería mi boda, pero hubo cambios—digo con la voz baja. Maldito nudo de garganta.

Entonces en ese mismo momento el tren se detiene, por lo Trevor, si no mal recuerdo su nombre da un suspiro y se levanta. No, no, no, no... no te vayas, no me dejes sola otra vez, pero luego recuerdo que llevo lo que parece ser su abrigo, por lo que me levanto de inmediato.

—Disculpe, señor York. Su abrigo—digo a punto de quitármelo.

—Sería un placer que lo conserve—se apresura en decirme—Hace mucho frío, yo estaré bien—este se despide con un gesto haciendo que sonriera.

Lo iba a seguir, pero este se devuelve y me sonríe. ¿Qué ha pasado? ¿por qué se acerca a mí? Pero de pronto este junta sus labios con los míos para separarse de mí.

—Creo que ya es hora de despertar, Hayley.

Abro lentamente mis ojos encontrándome con una terrible claridad en la habitación. Llevo rápidamente una almohada a mi rostro quejándome porque aquel sueño tan hermoso había terminado.



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En el texto hay: romance, amor, futbolamericano

Editado: 28.06.2019

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