Observaba aquel abrigo negro, tiene un estilo deportivo, pero muy resistente al frío. No podía dejar de pensar en aquel hombre, en sus palabras, en la forma en que me miró. Me hizo sentir mejor, mucho mejor después de aquel acontecimiento tan espeluznante. Richard se había arrepentido al último momento de haber entrado a la iglesia, abandonándome justo allí, sin ninguna explicación, desapareciendo en fracciones de minutos dejándonos a todos con aquella incógnita.
Me encontraba en mi habitación, sentada en mi cama sin poder salir... la vergüenza me mataba y no era capaz de dar la cara ante nadie. Mi padre estaba callado desde haberme buscado en aquella estación de tren, pero su silencio era peligroso, podía ocultar dos cosas: tristeza o enojo. Luego recuerdo la manera en que Richard me había pedido matrimonio, de lo feliz que se había mostrado tras haber hecho su proposición. Una lagrima recorrió toda mi mejilla, esta cayó directamente al abrigo que llevaba en mis manos.
Siempre he escuchado la frase "todo pasa por alguna razón" y estoy de acuerdo con ella, pero a la hora de la verdad cuando nos pasa lo peor es muy difícil poder pensar en aquella frase. Quería ver a Richard, quería que me explicara por qué me ha hecho eso de la peor manera, quería escucharlo para poder entenderlo y así dejar de sentirme tan vacía. Otra lagrima resbaló por mi otra mejilla. El dolor era muy fuerte en mi pecho, no podía obviarlo.
Mi madre entra lentamente por la puerta, me mira con preocupación. Se acerca hacia mí lentamente y se sienta suavemente en mi cama. Ella toma mi mano para darme el apoyo que tanto necesitaba.
—Cariño, todo va a estar bien. Puede de que duela en estos momentos, pero lo vamos a enfrentar todos juntos—dice con su voz firme y con mucha seguridad, seguridad que se me ha contagiado. Ella fija su mirada hacia el abrigo que tenía tomada mi otra mano libre—¿De dónde sacaste esta prenda? —pregunta suavizando su mirada ahora intentando cambiar el tema y mantenerme distraída, la conozco muy bien.
—Me la ha dado un hombre muy amable en el tren. Estaba desecha, hecha una porquería, muchos me tomaban fotos, se reían de mí y hablaban cosas sobre mi aspecto, pero él fue el único que se acercó a mí y me brindó apoyo. No tuve que explicarle nada, él simplemente lo entendió a la perfección—digo con una sonrisa amarga—Luego se fue sin dejarme ningún número de contacto. Pensé que me pediría mi número o me iba a dar el suyo, pero no lo hizo.
—Suena a un hombre muy amable, si tuvo la delicadeza de darte su abrigo y brindarte apoyo cuando nadie más lo hizo por ti—mi madre se mostró interesada, entonces algo me hace pensar en mi hermana.
—¿Dónde está Ashley? —pregunto de pronto.
—Después de lo sucedido se limitó a cambiarse e irse a la preparatoria—sonríe—No quiso escuchar el drama, dijo que eso estresaba más.
Miré mi reloj, entonces decidí ir a buscarla para poder despejar mi mente. Me levanté y me dirige hacia el cuarto de baño, me maquillé un poco, me cepillé el pelo. Al salir del cuarto de baño, mi madre me observaba con una media sonrisa mientras me vestía con unos pantalones negros, una camiseta de color azul cielo y un abrigo del mismo color que mi pantalón. Me despido de ella dándole un beso en la mejilla para luego salir de mi habitación. Tomé mi bolso que estaba por derriba del sofá, saqué mis llaves y salí de la casa.
Conduje a velocidad intermedia hacia la preparatoria donde estudiaba mi hermana, que quedaba a unos 6 minutos de donde vivimos. Nuestro hogar consistía en una casa dúplex, donde el primer nivel viven mis padres y en segundo nivel vivo sola. Era una buena manera de ahorrarme bastante dinero ya que no tenía que pagar renta alguna. Estacioné mi auto y salí de él para esperar a mi hermana menor, quien prefirió venir aqupi en vez de enfrentarse al drama que había pasado aquella mañana tan horrenda.
La vi desde lejos caminando mientras estaba sumergida en sus propios pensamientos. Entonces levanto mi mano para hacerle señas de que me encontraba aquí, ella me miró sorprendida y luego sonrió caminando un poco más rápido para llegar donde mí.
—Hayley, que sorpresa. Pensé que te quedarías en casa por un largo tiempo—dice dándome un abrazo—Siempre has demostrado lo fuerte que eres.
—Gracias. Te fuiste y me dejaste sola—digo dándole un pequeño empujón haciéndola reír un poco.
—Bueno, cuando te fuiste corriendo de la iglesia se desató un caos. Preferí tomar clases, además tenía un examen—sonríe ajustando sus lentes en su rostro.
Alcé la mirada para ver el panorama del lugar, pero entonces un hombre con ojos azules captó toda mi atención y me hizo sentir verdaderamente alegre de encontrarme con él nuevamente. Caminé hacia donde él, quien también me miraba perplejo para luego embozar una sonrisa.