De Trompenda hacia lo desconocido

Capitulo 3

Después de una noche llena de eventos inquietantes, Arnaldo llegó a su casa completamente agotado, tanto física como emocionalmente. Cerró la puerta detrás de sí y dejó escapar un suspiro, sintiendo cómo el peso de todo lo que había ocurrido ese día amenazaba con aplastarlo. El extraño anciano en la plaza, la humillación en su trabajo, el despido repentino y, sobre todo, las palabras del hombre sobre la muralla y los males que habitaban fuera de ella. Todo parecía formar parte de un rompecabezas oscuro y complejo, uno cuyo significado se le escapaba por completo.

Dejó sus cosas sobre una silla, se tumbó en la cama y cerró los ojos. Pero la tranquilidad no llegó. En lugar de eso, su mente se llenó de imágenes y pensamientos, como si alguien hubiera abierto una compuerta que no podía cerrar. Las palabras del anciano resonaban una y otra vez en su cabeza: "Los males del exterior entrarán dentro de las personas, nos poseerán y matarán a quien destruyó la muralla."

No podía quitarse esa frase de la mente. Tampoco podía dejar de pensar en el extraño comportamiento del hombre, sus advertencias y su conexión con la muralla. Todo ello despertaba en Arnaldo una inquietud que crecía con cada segundo que pasaba. Por más que intentara ignorarlo, sabía que no podría conciliar el sueño sin hacer algo al respecto.

Con el corazón palpitando rápidamente y una decisión repentina, Arnaldo se levantó de la cama. Se vistió con rapidez y salió de su casa, dirigiéndose a la única fuente de respuestas que conocía: la biblioteca. Algo dentro de él le decía que el extraño libro Historia de Trompenda aún no le había revelado todos sus secretos, y necesitaba saber más. Sentía que la verdad estaba escondida en alguna parte, esperando ser descubierta.

La noche era fría y silenciosa mientras caminaba por las calles desiertas de Trompenda. Las sombras de las casas se extendían bajo la luz de la luna, y la muralla, siempre presente, parecía más imponente que nunca. Arnaldo apretó el paso, como si temiera que la oscuridad lo envolviera por completo.

Cuando finalmente llegó a la biblioteca, notó que las luces del interior aún estaban encendidas, a pesar de que el lugar se suponía cerrado a esas horas. Empujó la puerta y entró, encontrándose con la misma penumbra acogedora y el aroma a libros antiguos que lo había recibido esa mañana.

Se dirigió directamente a la estantería donde había encontrado Historia de Trompenda y, para su sorpresa, descubrió que el libro no estaba solo. Había otro volumen justo a su lado, uno que no había notado antes: La biografía de Horacio. La simple vista del título hizo que el corazón de Arnaldo se acelerara. Sin dudarlo, tomó ambos libros y se sentó en una mesa cercana, dispuesto a desentrañar el misterio que había comenzado a consumirlo.

Abrió primero La biografía de Horacio y comenzó a leer. Las primeras páginas hablaban de su juventud, de cómo había sido un hombre común, pero con una inteligencia extraordinaria y una visión única del mundo. Luego, el libro relataba su llegada a Trompenda, su decisión de construir la muralla y los años que pasó diseñándola y supervisando su construcción. Pero lo que más llamó la atención de Arnaldo fue un capítulo dedicado a Inglisc.

Según el libro, Inglisc había sido el mayordomo personal de Horacio, un hombre leal y discreto que conocía todos los secretos de su amo. Era descrito como una figura enigmática, siempre al margen, pero indispensable para Horacio. Sin embargo, la relación entre ambos se complicó cuando Inglisc comenzó a interesarse por temas que Horacio consideraba peligrosos.

La biografía afirmaba que Inglisc había desarrollado una obsesión con el concepto del tiempo y su funcionamiento. Horacio, preocupado por las consecuencias de tales investigaciones, intentó disuadirlo, pero Inglisc no escuchó. Según el relato, Horacio lo sorprendió un día construyendo lo que describió como una "cápsula del tiempo", un dispositivo que, según Inglisc, le permitiría manipular el flujo temporal. Poco después de ese incidente, Inglisc desapareció misteriosamente, y nadie volvió a saber de él.

Arnaldo cerró el libro con manos temblorosas. ¿Cómo era posible que esta historia hubiera permanecido oculta durante tanto tiempo? ¿Y qué había sido de Inglisc? Las piezas del rompecabezas seguían sin encajar, pero ahora tenía una nueva dirección en la que buscar respuestas.

Decidió revisar nuevamente Historia de Trompenda, buscando cualquier mención de Inglisc o la cápsula del tiempo, pero no encontró nada. Sin embargo, un detalle llamó su atención: en un margen, alguien había escrito a mano una nota casi imperceptible. Decía: "Todos los que investigan desaparecen."

El mensaje fue como un golpe directo al estómago. Arnaldo sintió cómo una ola de miedo lo invadía. ¿Era una advertencia? ¿Una amenaza? ¿Qué significaba realmente? Cerró el libro con un movimiento brusco y miró a su alrededor, como si esperara encontrar a alguien observándolo. Pero estaba solo, rodeado únicamente por el silencio de la biblioteca.

Decidió que era suficiente por esa noche. Guardó los libros en su lugar y salió rápidamente del edificio, sintiendo que algo, o alguien, lo observaba desde las sombras. Las palabras de la nota seguían resonando en su mente mientras caminaba de regreso a casa: "Todos los que investigan desaparecen."

Cuando llegó a su hogar, se sentía agotado y nervioso. Cerró la puerta con llave y se dejó caer en una silla, tratando de calmarse. Pero el miedo y la ansiedad no lo dejaban en paz. Se preguntaba si su obsesión con la muralla y los misterios de Trompenda lo estaba llevando por un camino peligroso, uno del que no podría regresar.

Fue entonces cuando ocurrió algo que jamás habría esperado. Una figura translúcida apareció frente a él, flotando en el aire como una sombra hecha de luz. Era un hombre, pero no uno común. Sus rasgos eran vagos, como si estuvieran distorsionados, y su voz, cuando habló, parecía provenir de todas partes y de ninguna.




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