De Trompenda hacia lo desconocido

Capitulo 4

Arnaldo estaba sentado en la silla de su comedor, intentando recuperar el aliento tras la impactante aparición del espectro. La figura translúcida había proclamado llamarse Horacio, pero justo cuando el pánico comenzaba a consumirlo, la forma se distorsionó lentamente, transformándose en algo que él reconoció al instante. Era su amigo Senden, aunque su rostro estaba cubierto por una expresión de profunda tristeza. El misterio del espectro parecía haber desvanecido las sombras de lo sobrenatural, dejando al descubierto a alguien que era real y humano.

"Arnaldo, amigo... lo siento," dijo Senden en un tono bajo y quebrado. "No quería asustarte, pero no sabía cómo enfrentarte después de todo lo que ha pasado. Estoy... destrozado."

Arnaldo lo miró, todavía recuperándose de la sorpresa. Era su amigo de toda la vida, alguien con quien había compartido momentos felices, pero verlo ahora en ese estado lo llenaba de inquietud. "¿Qué está pasando, Senden? ¿Por qué estás aquí? Pensé que estabas en casa."

Senden soltó un suspiro pesado y comenzó a hablar, con una voz temblorosa que apenas podía controlar. "Me despidieron hoy, Arnaldo. No lo vi venir. Pensé que mi trabajo estaba asegurado, que todo lo que había hecho sería suficiente para mantener mi puesto. Pero estaba equivocado. Y ahora estoy aquí... porque no tengo a nadie más. Tú eres la única persona que sabe lo que es perder algo importante."

Arnaldo sintió un nudo en la garganta mientras escuchaba a su amigo. Sabía lo que era ser despedido, el vacío y la incertidumbre que seguían a ese momento. Pero también sabía que el caso de Senden era diferente; su despido parecía haberlo golpeado de una manera más profunda, casi como si hubiera perdido una parte de sí mismo.

"No sé qué hacer, Arnaldo. No tengo un plan, no tengo alternativas. Mi vida parece haberse desmoronado en cuestión de horas, y ahora solo tengo este... vacío." Senden hizo una pausa y miró a Arnaldo con ojos llenos de desesperación. "Dime que sabes cómo salir de esto. Dime que hay algo que pueda hacer para no sentirme así."

Arnaldo, tratando de consolarlo, colocó una mano en su hombro y habló con calma. "Senden, sé que es difícil. Sé que parece que el mundo se ha acabado, pero te prometo que hay una forma de superar esto. Tienes habilidades, tienes experiencia. Esta no es la última oportunidad que tendrás. Es solo un obstáculo, uno que sé que puedes superar."

El diálogo continuó durante largo rato, con Senden desahogándose sobre todos los aspectos de su situación. Habló sobre los proyectos que había dejado incompletos, sobre las promesas que había hecho a sus colegas y cómo sentía que había defraudado a todos, incluido a sí mismo. Arnaldo escuchó con paciencia, ofreciéndole palabras de apoyo cuando podía, pero también sintiendo cómo el peso de su propia situación comenzaba a colarse en sus pensamientos.

Finalmente, Senden pareció calmarse un poco. Se secó las lágrimas con la manga de su camisa y miró a Arnaldo con una expresión más tranquila. "Gracias, amigo. De verdad, gracias. No sé qué habría hecho si no estuvieras aquí."

Arnaldo asintió, pero no pudo evitar sentir una punzada de curiosidad sobre algo que Senden había mencionado al principio de su aparición. "Senden, tengo que preguntarte algo. Dijiste que te llamabas Horacio cuando apareciste... ¿por qué?"

Senden pareció sorprendido por la pregunta y se tomó un momento para responder. "Horacio era mi abuelo," dijo finalmente, con un tono serio. "Fue un hombre increíble, alguien que siempre buscaba la verdad y que nunca se rendía, no importa cuán difícil fuera la situación."

Arnaldo se quedó en silencio, procesando la información. Sabía que su amigo estaba siendo sincero, pero no podía evitar sentir que había algo más detrás de esa conexión con el nombre. Sin embargo, decidió no mencionar nada sobre lo que había descubierto en la biblioteca. La historia de Horacio, el fundador de Trompenda y la construcción de la muralla, era algo que prefería mantener para sí mismo por ahora.

Senden continuó hablando, cambiando su tono a uno más ligero. "Mi abuelo era un aventurero. Se metía en los problemas más grandes y siempre encontraba la manera de salir ileso. Hubo una vez que cruzó un río lleno de cocodrilos solo para salvar a un perro que había quedado atrapado en una rama. Y otra vez, derrotó a un grupo de bandidos armados con solo un palo y su ingenio."

Arnaldo sonrió levemente mientras escuchaba las historias, aunque no podía evitar notar que sonaban demasiado exageradas para ser reales. Sabía que Senden estaba tratando de distraerse de su dolor, inventando aventuras para darle un poco de luz a la conversación. Decidió seguirle la corriente por el momento, pero su mente no dejaba de volver a los libros que había leído. Sabía que Horacio era el fundador de la aldea, y las historias de Senden no coincidían con lo que había descubierto.

"Si así se llamaba el fundador de Trompenda," dijo Arnaldo finalmente, sin poder contenerse. La afirmación pareció detener a Senden en seco. Su expresión cambió, volviéndose más seria y concentrada. "¿Cómo sabes eso?" preguntó, con una voz que llevaba un tono de sospecha.

Arnaldo se encogió de hombros y respondió con naturalidad, intentando no levantar más sospechas. "Es lo que dicen por ahí. Ya sabes cómo son las leyendas en esta aldea."

Senden lo miró fijamente por un momento, como si estuviera tratando de descifrar si Arnaldo estaba diciendo la verdad. Finalmente, pareció relajarse y dejó escapar un suspiro. "Supongo que tiene sentido. Mi abuelo siempre fue alguien que destacaba, alguien que todos recordaban. Aunque me imagino que hay muchas cosas de él que nadie realmente entendió."

El ambiente se calmó un poco después de ese intercambio. Senden se levantó de su silla y dio un vistazo a la cocina. "Traje un poco de carne conmigo. Pensé que podríamos cocinar algo juntos, como en los viejos tiempos."




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