La noche oscura seguía envolviendo el camino mientras Arnaldo y Pusen avanzaban hacia la casa de Emilio. Aunque el silencio entre ellos era cómodo para Pusen, Arnaldo no podía ignorar las preguntas acumuladas en su mente, especialmente sobre los libros mencionados por Emilio. Finalmente, incapaz de contenerse más, rompió el silencio.
"Pusen," dijo con firmeza, aunque su curiosidad teñía su tono. "Esos libros que mencionó Emilio, El poder del besbel y Cómo tener armali. ¿De qué tratan realmente?"
Pusen detuvo sus pasos, como si las palabras de Arnaldo lo hubieran sacado de un pensamiento profundo. Sus ojos se enfocaron en el joven por unos segundos antes de llevarse una mano a la frente en un gesto exagerado. "¡Ay, cierto! Se me había olvidado por completo. Te tenía que enseñar eso antes de enfrentarnos a Emilio. Bueno, si no se cae la muralla primero."
Arnaldo frunció el ceño. "¿Qué es lo que necesitas enseñarme? ¿Por qué son tan importantes esos libros?"
Pusen dejó escapar un largo suspiro, mientras sacaba algo de su bolsillo. "Está bien, escucha bien porque no voy a repetirlo. El primer libro, Cómo tener armali, trata sobre un poder llamado armali. Es un poder increíblemente raro que algunas personas, conocidas como hurine, pueden desarrollar. Básicamente, el armali te permite absorber cualquier golpe que te den y redirigir toda esa energía como un rayo extremadamente poderoso. Sería útil en una pelea, ¿no crees?"
"¿Absorber golpes y redirigirlos como un rayo?" dijo Arnaldo, claramente intrigado. "Eso suena increíble. ¿Cómo sé si soy un hurine?"
Pusen sonrió de lado, disfrutando el interés de Arnaldo. "Ah, muy fácil. Solo necesitas hacer una prueba rápida. Para saber si eres un hurine, necesitas orinar en algo, como en esta botella." Al decir esto, sacó una botella vacía de gaseosa de su mochila, claramente usada, porque tenía unas pequeñas gotas de gaseosa adheridas al fondo. "Luego metemos un papel en la orina, y si el papel se pone azul, entonces eres un hurine."
La mirada de incredulidad de Arnaldo no tenía precio. Observó la botella, luego a Pusen, y luego al camino oscuro a su alrededor, como si buscara alguna señal de que esto era una broma. "¿Una botella? ¿Con restos de gaseosa? ¿En serio?"
"Por supuesto," respondió Pusen con absoluta seriedad. "Es el método tradicional. Y no tenemos tiempo para buscar un baño, así que tendrás que hacerlo aquí mismo."
"¿Aquí? ¿Ahora?" dijo Arnaldo, indignado. "¿No puedes esperar a que lleguemos a algún lugar menos... público?"
"No," dijo Pusen categóricamente. "Cada segundo cuenta. No podemos enfrentar a Emilio sin saber si tienes este poder. Vamos, no es el fin del mundo."
Arnaldo suspiró profundamente, sintiéndose como el protagonista de una escena absurda en alguna comedia mal escrita. Miró la botella nuevamente, preguntándose cómo había terminado en esta situación. "No mires," murmuró mientras comenzaba a desabrocharse el pantalón.
"¿Por qué no? Esto no es nada que no haya visto antes," respondió Pusen con una risita burlona.
"¡No lo hagas más incómodo de lo que ya es!" exclamó Arnaldo, su rostro ardiendo de vergüenza mientras intentaba completar la tarea rápidamente. Su incomodidad parecía contrastar perfectamente con la actitud despreocupada de Pusen, quien observaba la escena con algo de diversión.
Finalmente, Arnaldo terminó la prueba y le entregó la botella a Pusen, intentando no pensar en las gotas de gaseosa que aún permanecían en su interior. Pusen tomó la botella sin ningún reparo y sacó un trozo de papel de su bolsillo, sumergiéndolo en el líquido mientras ambos esperaban con ansiedad.
Después de unos segundos, Pusen sacó el papel y lo inspeccionó detenidamente. "Negativo," dijo finalmente, encogiéndose de hombros. "No eres un hurine. Qué decepción. Hubiera sido útil."
"Qué suerte la mía," murmuró Arnaldo, todavía tratando de recuperar su dignidad. "¿Y qué hay del segundo libro, El poder del besbel? ¿De qué trata?"
Pusen dejó la botella a un lado con indiferencia y se cruzó de brazos. "Ah, ese libro. Bueno, trata sobre un poder llamado 'besel'. Básicamente, permite multiplicar partes de tu cuerpo. Puedes tener varios brazos, piernas e incluso cabezas si realmente quisieras."
Arnaldo arqueó una ceja. "¿Eso no suena útil? Tener más brazos podría ayudarte en una pelea, ¿no?"
"Lo sería... si no fuera tan ridículamente caótico," respondió Pusen con desprecio. "Imagínate intentando pelear con tres brazos o dos cabezas. Serías más fácil de golpear, y ni siquiera hablemos de lo complicado que sería manejar eso en el día a día. Así que no, no te voy a enseñar eso. Es un poder inútil, y tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos."
Arnaldo lo miró fijamente, claramente molesto por la respuesta de Pusen. "¿No crees que debería ser yo quien decida si es útil o no?"
"No, no lo creo," respondió Pusen sin dudar. "Confiemos en mi criterio superior, ¿de acuerdo? Si estuvieras desesperado por aprender cosas inútiles, ya te habría enseñado cómo decorar la botella que acabas de usar."
Arnaldo suspiró profundamente, resignándose a lo absurdo de la situación. Aunque la prueba para el armali no había resultado como esperaba y Pusen se negaba a enseñar el besel, al menos sabía más sobre lo que estaba en juego. Mientras seguían avanzando hacia la casa de Emilio, no podía evitar preguntarse si realmente tenían alguna oportunidad de enfrentarlo con tan pocos recursos.
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Editado: 28.04.2025