De Trompenda hacia lo desconocido

Capitulo 14

La ciudad los recibió con un aire que parecía mágico. Desde el momento en que cruzaron sus límites, Arnaldo y Pusen quedaron envueltos en un aroma exquisito, una mezcla de flores, cítricos y algo más que no podían identificar. Era un olor tan embriagador que parecía impregnar cada rincón, cada calle, cada edificio. Ambos inhalaron profundamente, como si el aire mismo fuera un regalo.

"Esto es... increíble," dijo Arnaldo, mirando a su alrededor con asombro. "Nunca había olido algo así."

Pusen, aunque impresionado, mantenía una expresión más cautelosa. "Sí, es agradable. Pero también es extraño. ¿Cómo puede toda una ciudad oler igual? Algo no me cuadra."

Mientras caminaban por las calles llenas de vida, los dos amigos comenzaron a preguntarse qué hacer ahora. Habían dejado Trompenda atrás, pero el mundo exterior no era tan sencillo como habían imaginado. Necesitaban dinero, un lugar donde quedarse, y un propósito. Decidieron buscar trabajo, convencidos de que era el primer paso para establecerse en esta nueva etapa de sus vidas.

Intentaron ser meseros en una cafetería, pero su falta de experiencia los hizo derramar más bebidas que servirlas. Intentaron ser mensajeros, pero el carro improvisado que llevaban era demasiado lento y llamativo para competir con las motocicletas que pasaban a toda velocidad. Cada intento parecía terminar en fracaso, y con cada rechazo, la frustración crecía.

Un día, mientras estaban sentados en una banca, agotados y desanimados, un hombre mayor se acercó a ellos. Su ropa era sencilla, pero su mirada era astuta, como si pudiera leerlos con solo mirarlos.

"¿Buscan trabajo?" preguntó, con un tono que era más afirmación que pregunta.

Arnaldo y Pusen se miraron, dudando por un momento antes de responder. "Sí, pero no hemos tenido suerte," dijo Arnaldo.

El hombre sonrió ligeramente. "Tal vez pueda ayudarles. No es un trabajo común, pero es algo. Necesito personas para probar desodorantes. Básicamente, serían... bueno, 'oledores de axilas'."

La propuesta los dejó en silencio. Arnaldo frunció el ceño, claramente incómodo, mientras Pusen soltaba una risa nerviosa. "¿Oler axilas? ¿Eso es un trabajo real?"

"Lo es," respondió el hombre, sin inmutarse. "Y paga bien. Pero si no están interesados, puedo buscar a alguien más."

Arnaldo y Pusen se miraron nuevamente. La idea era absurda, pero estaban desesperados. Finalmente, con un suspiro, Arnaldo asintió. "Está bien. Lo haremos."

Pusen, aunque menos convencido, se encogió de hombros. "Bueno, supongo que no puede ser peor que ser mesero."

El trabajo, aunque extraño, resultó ser más sencillo de lo que habían imaginado. Les entregaron una lista de personas que debían probar diferentes desodorantes, y su tarea era evaluar el aroma de cada uno. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de algo peculiar: todas las axilas olían exactamente igual.

Intrigados, comenzaron a preguntar a las personas qué desodorante usaban. La respuesta fue siempre la misma: "Desodorante Ruik Lekker."

Pusen, al escuchar el nombre, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Su expresión cambió, y por primera vez desde que habían llegado a la ciudad, parecía realmente afectado. Pero no dijo nada, al menos no de inmediato.

Más tarde, mientras caminaban por las calles, decidieron preguntar a los locales sobre el aroma que impregnaba toda la ciudad. La respuesta fue igualmente uniforme: "Es el aroma de los perfumes Ruik Lekker."

Pusen se detuvo en seco, su rostro una mezcla de ira y frustración. "¿Ruik Lekker? ¿Otra vez? ¿Es que esta maldita marca está en todas partes?"

Arnaldo lo miró con preocupación. "¿Estás bien? Sabía que tenías historia con esa marca, pero no pensé que te afectara tanto."

Pusen respiró profundamente, tratando de calmarse. "No estoy bien, Arnaldo. Esta marca... no solo me recuerda mi pasado. Es como si estuviera en todas partes, controlando todo. No puedo soportarlo."

Esa noche, mientras descansaban en su pequeño cuarto alquilado, Pusen intentó convencer a Arnaldo de que se fueran de la ciudad. "No podemos quedarnos aquí," dijo, con un tono que era casi desesperado. "Este lugar está impregnado de Ruik Lekker. No puedo vivir rodeado de esto."

Pero Arnaldo, aunque entendía su frustración, tenía una perspectiva diferente. "Necesitamos dinero, Pusen. No podemos simplemente irnos sin un plan. Si queremos seguir adelante, tenemos que trabajar."

Pusen, aunque molesto, sabía que Arnaldo tenía razón. Pero eso no significaba que estuviera dispuesto a aceptar la situación. "Entonces, si no podemos irnos, acabaré con esta marca. Haré lo que sea necesario para destruir Ruik Lekker."

Arnaldo lo miró con seriedad. "Haz lo que quieras, pero no cuentes conmigo para eso. Yo estoy aquí para trabajar y seguir adelante, no para buscar venganza."

Pusen asintió lentamente, su mirada fija en el horizonte. "Está bien. Pero no me detendré. Esta marca ha controlado mi vida durante demasiado tiempo. Es hora de que las cosas cambien."




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