De Trompenda hacia lo desconocido

Capitulo 18

La explosión del misil resonaba aún en los oídos de Pusen mientras miraba los restos del carro que él y Arnaldo habían construido. La ira brotaba como fuego en su interior al levantar la vista y ver la gigantesca nave oscura flotando sobre ellos. En lo alto, Emilio se llevaba a Lilith, la madre de Pusen, quien luchaba y gritaba mientras una enorme garra mecánica la mantenía atrapada.

"¡No!" gritó Pusen, su voz llena de desesperación. "¡Suéltala, Emilio!"

La garra de la nave se elevó aún más, llevándose a Lilith al interior mientras sus gritos reverberaban en el aire. Emilio, de pie en la plataforma abierta de la nave, miró a Pusen con una sonrisa burlona. Sin mediar palabra, la compuerta se cerró y la nave comenzó a alejarse.

"¡Voy por ti, mamá!" gritó Pusen, sus ojos ardientes de furia y determinación. Antes de que Arnaldo pudiera detenerlo, se convirtió en humo negro y ascendió al cielo, infiltrándose en la nave a través de una pequeña rendija en la compuerta trasera.

Arnaldo, desde el suelo, alzó las manos en un gesto de frustración. "¡Pusen, espera! No vayas solo, maldita sea."

Dentro de la nave, Pusen recuperó su forma humana, avanzando sigilosamente por los pasillos metálicos y oscuros. El zumbido de los motores llenaba el aire, y el ambiente era opresivo, casi asfixiante. A pesar de ello, su mente estaba centrada en una sola cosa: encontrar a su madre y rescatarla.

Finalmente, escuchó voces. Se acercó con cautela, ocultándose tras una esquina mientras observaba lo que ocurría en el centro de la sala principal. Emilio estaba de pie frente a Lilith, que aún estaba atrapada en la garra mecánica. Pero, para sorpresa de Pusen, Lilith ya no gritaba ni luchaba. En cambio, parecía estar hablando con Emilio en un tono que Pusen no podía escuchar desde su posición.

El shock llegó cuando Emilio desactivó la garra y Lilith, en lugar de huir, se quedó de pie frente a él. Lo que siguió dejó a Pusen completamente paralizado: Emilio se inclinó hacia Lilith y la besó.

"¿Qué demonios?" murmuró Pusen para sí mismo, incapaz de comprender lo que estaba viendo. La ira lo consumió y, sin pensarlo dos veces, salió de su escondite.

"¡Acosador!" gritó, su voz resonando en la sala mientras corría hacia Emilio con la intención de atacarlo. "¡Aléjate de ella!"

Emilio apenas tuvo tiempo para reaccionar antes de que Pusen intentara golpearlo, pero Lilith se interpuso rápidamente entre ellos. "¡Basta, Pusen!" dijo con firmeza, levantando las manos para detener a su hijo. "Detente ahora mismo."

Pusen se detuvo, confundido y lleno de rabia. Miró a su madre, tratando de entender por qué lo defendía. "¿Por qué lo proteges? ¿Qué está pasando aquí? ¡Explícate!"

Lilith lo miró con tristeza, pero también con determinación. "Pusen, hay cosas que no sabes. Cosas que nunca te conté porque pensé que no estabas listo para entender."

"¡Entonces dime!" exigió Pusen, su voz temblando de emoción. "¡Explícame por qué estás haciendo esto!"

Lilith respiró hondo, como si reunir las palabras necesarias fuera una batalla en sí misma. "Pusen, Emilio no es solo Emilio. Él es el diablo. Siempre lo ha sido. Y yo... yo soy su esposa."

Las palabras golpearon a Pusen como un martillo. Dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza como si quisiera negar lo que acababa de escuchar. "¿Qué? No... eso no puede ser verdad. Me dijiste que mataste al diablo. Me dijiste que lo hiciste por mí."

"Te mentí," confesó Lilith, su voz quebrada. "Quería protegerte de todo esto. Pero Emilio siempre ha sido el diablo, y yo siempre he sido su esposa. Y juntos... tuvimos un hijo. Su nombre es Chort."

El mundo de Pusen comenzó a desmoronarse. Todo lo que había creído, todo lo que pensaba que sabía sobre su madre y su historia, ahora parecía una mentira. "¿Por qué?" susurró, apenas capaz de hablar. "¿Por qué me hiciste creer en algo que no era real?"

"Porque quería que tuvieras una vida diferente, una vida libre de esta oscuridad," respondió Lilith, sus ojos llenos de lágrimas. "Pero ahora el pasado nos ha alcanzado, y ya no puedo ocultarlo más."

Mientras Pusen intentaba procesar todo lo que acababa de escuchar, un ruido detrás de él lo sacó de sus pensamientos. Era Arnaldo, que había logrado infiltrarse en la nave siguiendo a su amigo. Cuando llegó, escuchó las últimas palabras de Lilith y salió de su escondite, claramente afectado por lo que acababa de escuchar.

"¡Siempre supe que no podíamos confiar en ti!" gritó, señalando a Lilith. "Desde el primer momento supe que había algo raro contigo. Y ahora lo entiendo todo."

El grito de Arnaldo resonó en la nave, marcando un punto de no retorno. Pusen, Lilith y Emilio lo miraron, cada uno con emociones diferentes en sus ojos. La tensión en el aire era palpable, y todos sabían que las cosas jamás volverían a ser como antes.




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