De Trompenda hacia lo desconocido

Capitulo 22

El caos era absoluto en la Ciudad Axila. Arnaldo y Chort habían evacuado a los niños de la fábrica y ahora se enfrentaban al alcalde Carlos Andrés. En medio del caos, Carlos Andrés tenía a Chort atrapado con un agarre firme, mientras Arnaldo intentaba liberarlo.

"¡Déjalo ir!" gritó Arnaldo, lanzándose hacia el alcalde y tratando de liberarlo con sus propias manos, sin utilizar su armali. Sin embargo, Carlos Andrés se burló de su esfuerzo. "¿Esto es todo lo que tienes? ¿Un hurine que ni siquiera usa su poder? Qué decepción."

Arnaldo, frustrado, decidió que no había otra opción. "¡Te lo advertí!" gritó, levantando sus manos y canalizando toda su energía acumulada. Un rayo azul brillante salió disparado de sus manos, impactando directamente en el rostro de Carlos Andrés y quemándole uno de los ojos.

El alcalde cayó al suelo, gritando de dolor mientras cubría su ojo herido. "¡Voy a encerrarte por esto!" rugió, levantándose con dificultad. "¡Construyan una cárcel anti-armali de inmediato! Este tipo va directo ahí, pero el hurine... ¡lo quiero lejos, no quiero que destruyan toda mi fuerza policial!"

Mientras tanto, Pusen también estaba en peligro. En el caos que siguió, los guardias atraparon a Pusen y lo llevaron bajo las órdenes del alcalde. Arnaldo intentó intervenir una vez más, pero Carlos Andrés le disparó en el pie, dejándolo inmóvil. Chort, viendo la gravedad de la situación, intentó usar sus habilidades de humo negro para liberar a Pusen, pero fue inútil. El alcalde parecía tenerlo todo bajo control.

"¡No puedo quedarme sentado viendo esto!" pensó Arnaldo mientras observaba cómo arrastraban a Pusen. Aunque herido, decidió que debía volverse más fuerte. Si el armali no era suficiente, tenía que entrenar el besel para obtener ventaja sobre sus enemigos.

Con la determinación de salvar a sus amigos, Arnaldo se dirigió a la biblioteca para entrenar el besel. Usando los libros que allí encontró, comenzó a experimentar con su nuevo poder. Después de horas de concentración, logró generar una pequeña mano… pero esta apareció desde un lugar que nadie, ni él mismo, había anticipado.

"¡Por el amor de todas las axilas, la mano está saliendo de mi trasero!" exclamó Arnaldo, mientras intentaba no perder la compostura. A pesar de lo ridículo de la situación, decidió aprovecharla al máximo. "Si esto es lo que necesito para salvar a Pusen, entonces que así sea," murmuró para sí mismo.

Justo cuando Arnaldo estaba perfeccionando su técnica, un sonido ensordecedor llenó la biblioteca. La nave de Emilio había llegado, y el propio diablo descendió desde las alturas, rodeado de llamas. Su presencia intimidante iluminaba el cielo nocturno.

"Bueno, esto no puede empeorar," dijo Arnaldo mientras se preparaba para enfrentarlo.

Usando una combinación de armali y besel, Arnaldo improvisó un ataque completamente inesperado. Concentrando la energía acumulada en su mano trasera, creó el trasero láser, un rayo devastador que disparó directamente hacia la nave de Emilio, destruyéndola en mil pedazos.

Emilio, claramente sorprendido por el ataque, rugió de furia. "¡¿Qué clase de truco fue ese!? ¡Esto no se queda así!"

Con un movimiento rápido, Emilio comenzó a invocar fuego de sus manos, mostrando su verdadera naturaleza como el diablo. Pero Arnaldo, aprovechando la fuerza adicional que había acumulado tras el disparo en el pie, lanzó otro rayo directamente al rostro de Emilio, quemándolo completamente y aparentemente "matándolo." El diablo cayó al suelo, inerte.

Chort, que había estado observando todo desde las sombras, se acercó rápidamente a Arnaldo. "No es suficiente," dijo con urgencia. "Puede regenerarse mientras no le saquen una tripa. Tienes que sacársela ahora."

Arnaldo, aunque agotado, se acercó al cuerpo de Emilio y, con un movimiento rápido, le extrajo una de sus tripas. Chort observó con una mezcla de satisfacción y alivio. "Buen trabajo. Ahora no volverá por un tiempo."

Mientras tanto, en la recién construida cárcel anti-armali, Pusen estaba sentado en su celda, completamente ajeno al caos que Arnaldo y Chort habían desatado afuera. Miró alrededor con incredulidad. "¿Cómo es posible que hayan construido esto tan rápido? Bueno, al menos espero que Arnaldo no esté haciendo nada estúpido... aunque, ¿quién soy yo para juzgar?"




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