De Trompenda hacia lo desconocido

Capitulo 23

La noche se extendía sobre la Ciudad Axila, pero Arnaldo y Chort no tenían tiempo de descansar. Con Pusen encerrado en la recién construida cárcel anti-armali, necesitaban un plan para liberarlo. Pero el lugar no era cualquier cárcel: era una fortaleza, diseñada específicamente para contener a aquellos que poseían el poder del armali.

La entrada estaba fuertemente custodiada, aunque para sorpresa de los dos amigos, solo había un policía haciendo guardia. "¿Esto es todo? ¿Un tipo para una prisión de alta seguridad?" murmuró Chort, incrédulo. "No sé si esto es decepcionante o demasiado conveniente."

Arnaldo no perdió el tiempo. "Vamos a entrar sin hacer ruido. Tal vez podamos... persuadirlo de alguna manera."

El policía, sentado tranquilamente en un pequeño escritorio junto a la puerta, los vio acercarse y levantó una ceja. "¿Qué están haciendo aquí?" preguntó con tono seco. "No pueden pasar. Este lugar es impenetrable, especialmente para hurines y cualquier otro tipo raro. Así que vuelvan por donde vinieron."

Arnaldo intentó razonar con él. "Por favor, necesitamos entrar. Uno de nuestros amigos está ahí adentro, y tenemos que verlo."

El policía, claramente acostumbrado a lidiar con situaciones absurdas en la Ciudad Axila, se rió. "¿Entrar? Sin una orden del alcalde, no hay forma."

Chort, siempre práctico, se inclinó hacia Arnaldo y susurró: "Sobornémoslo. Tiene cara de necesitar dinero."

Arnaldo lo miró con incertidumbre. "¿Y de dónde sacaremos dinero? Estamos casi en bancarrota después de destruir la fábrica y todo lo demás."

Chort pensó por un momento y luego hizo una sugerencia que hizo que Arnaldo se estremeciera. "Podemos entregarme y reclamar la recompensa. En serio, ¿no viste la noticia? Nos están buscando. Si me entregan, obtendremos el dinero que necesitamos."

"¡¿Qué?! ¡Eso es completamente absurdo!" respondió Arnaldo, horrorizado.

"¿Tienes otra idea?" replicó Chort, encogiéndose de hombros. "Es la solución más rápida. Además, puedo escapar en cuanto me entreguen."

Arnaldo, aunque aún dudoso, sabía que Chort tenía razón. "Está bien. Pero en cuanto tengamos el dinero, te sacaremos de ahí. No hay forma de que te dejen atrapado."

Con el plan en marcha, entregaron a Chort y reclamaron la recompensa. El policía, claramente emocionado por el soborno, permitió que Arnaldo pasara. "Bien hecho, muchacho," dijo mientras guardaba el dinero en su bolsillo. "Pero haz lo que tengas que hacer rápido. No quiero problemas."

Arnaldo, ahora solo, comenzó a avanzar por los pasillos de la cárcel anti-armali. El lugar era descomunal: muros altos, corredores interminables y luces fluorescentes que iluminaban cada rincón. No era un espacio diseñado para facilitar la búsqueda, y la atmósfera opresiva hacía que incluso el más valiente sintiera un escalofrío.

Mientras tanto, Pusen, encerrado en su celda, observaba el lugar con incredulidad. "¿Cómo es posible que hayan construido esto tan rápido? Es como si alguien hubiera lanzado un hechizo de construcción acelerada. Bueno, al menos tienen buen gusto en decoración... por llamarlo de alguna manera."

Lo que Pusen no sabía era que Arnaldo estaba dentro de la prisión, buscando desesperadamente la forma de liberarlo. Pero la tarea no sería sencilla. Con Chort ahora atrapado también, el trío estaba dividido, y la prisión parecía más un laberinto que un edificio.




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