En la soledad opresiva de la biblioteca de la cárcel anti-armali, Arnaldo sentía cómo su cuerpo se debilitaba cada vez más. Las paredes hechas de luminexita vibraban con una energía que drenaba cada fibra de su ser. Aunque había descubierto información vital sobre los hurines, su cuerpo no podía soportar más la presión. Su visión comenzó a nublarse hasta que finalmente cayó inconsciente sobre la mesa.
Cuando Arnaldo despertó, estaba en una celda distinta, donde la cantidad de luminexita era menor. Aunque aún podía sentir su influencia, al menos ahora podía moverse sin sentir que cada paso era una batalla. Se levantó con esfuerzo y miró a su alrededor, tratando de comprender dónde estaba. Sin embargo, no había tiempo para pensar en su nueva ubicación. Había mucho en juego.
Mientras tanto, en otra celda de la misma prisión, Pusen estaba sumido en el aburrimiento. Con las piernas cruzadas y la cabeza apoyada contra la pared, suspiraba profundamente. "¿Podría este lugar ser más tedioso? Probablemente no." Miró al techo con una expresión de desdén mientras contaba las grietas en el concreto.
De repente, un guardia apareció frente a su celda y dejó caer un libro. Sin decir mucho, lo empujó a través de la ranura de la puerta. "Toma esto. Por si te aburres," murmuró antes de alejarse.
Pusen recogió el libro con curiosidad y leyó el título: 500 datos curiosos de los omsua. Sonrió ligeramente al recordar la biblioteca de Trompenda, donde había leído algo similar sobre esta especie de personas. "Bueno, veamos si hay algo nuevo que valga la pena aquí," pensó mientras hojeaba el libro.
Mientras avanzaba en la lectura, Pusen descubrió más sobre los omsua. Según el texto, eran una especie especial con habilidades únicas, como la capacidad de restaurar objetos rotos o dañados y transformarse en fuego. Sin embargo, también tenían una debilidad: la umbraforita, un mineral raro que anulaba sus poderes, apagaba su fuego y los dejaba vulnerables.
"Umbraforita... interesante," pensó, mientras reflexionaba sobre las ventajas de ser un omsua. Si pudiera transformar objetos rotos en perfectos y usar el fuego como arma, podría tener una oportunidad real de escapar de esta prisión infernal.
Mientras seguía leyendo, llegó a una sección del libro que explicaba cómo identificar si alguien era omsua. Pusen leyó el párrafo con incredulidad: Si te comes un pelo tuyo y aparece un grano azul en tu piel, entonces eres omsua.
Pusen dejó el libro en la cama y lo miró con una mezcla de escepticismo y curiosidad. "No puede ser tan fácil. Aunque, siendo este un lugar tan aburrido... ¿por qué no intentarlo?"
Tomó un pelo de su cabeza y lo miró por unos segundos antes de tragárselo. "Si esto no funciona, al menos podré añadirlo a mi lista de las cosas más raras que he hecho," bromeó.
Los segundos que siguieron fueron tensos. Pusen se miró las manos, esperando alguna señal. Nada ocurrió inicialmente, y estaba a punto de aceptar el fracaso cuando sintió un leve picor en su brazo. Miró de cerca y, para su sorpresa, un pequeño grano azul comenzaba a formarse.
"¿Qué? ¿En serio? ¡Soy un omsua!" exclamó, con los ojos abiertos de par en par y una sonrisa de incredulidad. La confirmación llenó su mente de ideas sobre cómo podría usar estas habilidades para escapar de la cárcel y proteger a sus amigos. Restaurar objetos rotos, transformarse en fuego… las posibilidades eran infinitas.
Con el descubrimiento, una chispa de esperanza comenzó a crecer en Pusen. Ahora tenía una oportunidad real de cambiar las reglas del juego. Miró a su alrededor con una sonrisa desafiante. "Bueno, cárcel de luminexita," dijo. "Será mejor que te prepares, porque Pusen el omsua está a punto de poner las cosas interesantes."
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Editado: 28.04.2025