El gato regresaba a casa, tras su salida nocturna, satisfecho de la caza. Al entrar fue directo al salón donde varios humanos conversaban. Le agradó la hija de un amigo de su dueño, que se había convertido en una preciosa jovencita, a su vuelta de la Universidad. Fue hacia ella, a restregarse en sus piernas.
—Es increíble que no den con ese psicópata, su lista de víctimas alcanza ya una treintena de personas –dijo Juan.
—¿Cómo atrapar a alguien que no deja pistas? –replicó Lorenzo, su amo– Trocea a sus víctimas y las deja en lugares de complicado acceso, tanto que incluso la sangre ya ha desaparecido cuando son encontradas –concluyó.
La muchacha, al fin hace caso al cariñoso minino y lo sube a su regazo, donde se acomoda el animal, mientras esta lo acaricia.
—Le has caído bien a Wilbert, por lo general le gustan los jóvenes –comentó Lorenzo– También lo hizo el último de la lista de ese asesino –añadió para terminar.
—¡Pues igual tenemos aquí a ese esquivo criminal! ¿No os parece? – bromeó Juan, en un intento de mitigar la seriedad de la conversación.
Su hija que mimaba a la mascota, la miró con expresión seria.
—¿Te parece correcto bromear sobre el tema? ¡Cualquiera puede ser la próxima víctima de esa despreciable bestia que reside entre nosotros! –recriminó a su padre– Sufro al volver de mi trabajo nocturno a casa, ¡esta pesadilla precisamente tuvo que empezar a mi regreso al pueblo! –mencionó sin que diesen relevancia a ese dato.
—Perdona, hija. Fue un intento de relajar la tensión del ambiente –se excusó avergonzado.
El felino saltó del regazo de la chica al de su dueño, y se relajó mientras era acariciado por su amo.
Nadie dio importancia a la sangre en su boca que seguía limpiando con sus patas, lo achacaron a su habitual caza nocturna e ignorantes de cuál se trataba en realidad. A la par, la joven sonreía disimuladamente complacida de que pasara desapercibido su retorno con el inicio de los crímenes.
FIN
TEXTO REGISTRADO. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN SIN MI PERMISO