De Verano A Verano

4: Jugo de naranja

 

— ¿Me puede traer una porción de panqueques con crema batida y un vaso de leche fría? —Colt le habla a la mujer de unos treinta años quien ha venido a tomarnos la orden.

Hemos parado en este restaurante que a Connor le gusta mucho, es bastante conocido por lo que lo encuentras por todo el país.

Cuando Joseph estacionó el auto no me habló y de camino aquí, tampoco.

Sentarnos en una cabina para cuatro personas era incomodo pero por suerte Joseph se sentó con Connor y a mí me tocó con Colt, quien ahora mismo está señalando el menú y pide un desayuno regular para él.

Joseph se inclina sobre la mesa. — ¿Puede traerme unos panqueques de avena? También un vaso de jugo de naranja, gracias.

La mujer me mira con una sonrisa fingida. — ¿Y usted?

Colt me acerca el menú pero no necesito verlo. —Solo un café con leche por favor.

Ella asiente, apunta todo en su libreta y termina con un gesto dramático mientras marca un punto. Se va y camina al fondo del lugar.

En este restaurante hay paredes anaranjadas, varios televisores que ahora están apagados por el lugar, unas mesas de un blanco brillante y asientos metálicos con partes acolchonadas. El suelo tiene baldosas cuadradas, verde musgo. Hay demasiados colores aquí y aunque jamás consideraría que se verían bien juntos, funcionan en conjunto.

— ¿No comerás nada? —me pregunta Colt.

Niego. —Estoy bien —aunque sí tengo un poco de hambre pero prefiero no probar ni un bocado hasta que esté en la casa.

No quiero que después me duela el estómago por la grasa de esta comida. Soy de ese grupo de personas que no pueden comer demasiado temprano, a menos que sea algo muy pequeño como una barra de cereal.

De fondo en el lugar hay música y Connor mece su torso lentamente de un lado hacia el otro. Estira la mano y toma el salero, Joseph se acerca para quitárselo.

—Déjalo —Colt pide—. No lo va a tirar, solo quiere verlo.

Joseph suspira y se lo devuelve, Connor se lo acerca a los ojos y lo examina. Es un salero común, con una punta metálica y redonda pero a los ojos de él es muy intrigante.

—Entonces —veo de reojo que Colt junta sus manos y recuesta sus codos sobre la mesa—. ¿Cómo has estado, Brittany?

Necesito ese café ahora. —Bien —contesto, viendo a Connor tocar la textura del salero.

—Aquí están sus bebidas —Gracias a Dios vino la mujer, llamada Rita según su uniforme, con mi cafeína.

Coloca el café primero frente a mí y una jarrita con leche, luego le coloca los jugos de naranja a Joseph y a Colt, finalmente deja la de Connor frente a él. La mujer lo mira y le da una sonrisa, señala el vaso que dejó ahí. —Cariño, te gustará, está muy fría.

Joseph asiente por él. —Gracias.

—Claro —levanta su mano—. Ahora les traigo lo demás.

Connor intenta tomar el vaso pero Joseph acerca su mano. —Espera, vamos a colocarle esto para que sea más fácil —toma una pajita y le quita el envoltorio para dejarla dentro de la leche.

Connor acerca su rostro y bebe, cuando siente el líquido en su boca, sonríe. Parece que le ha gustado.

— ¿Recuerdas que una vez lloraste porque no te gustaba el jugo de naranja? —me tomó unos segundos darme cuenta que Colt me estaba hablando a mí.

Me giro y veo detrás de él, afuera de la ventana una mujer pasa con un bebé en brazos. — ¿Qué?

Levanta su vaso y sonríe. —Odiabas el jugo, ¿Aun no te gusta?

Niego lentamente, no quiero hablar de recuerdos ni del pasado. Quiero olvidarme de cada día antes de este. Quiero dejarlo todo donde pertenece y nunca desenterrar esa vida que alguna vez tuve.

Colt parece tener otros planes pues sigue trayendo nuestras memorias de la infancia a la mesa. —Lloraste cuando te dije que era de mandarina y tomaste un trago largo.

Muerdo mi labio inferior. Esa vez Joseph me abrazó y regañó a Colt, quien solo se reía. —Sí, era una niña —afirmo.

Colt no me mira como antes, con esa sonrisa de superioridad o emocionado por seguir burlándose, solo asiente. —Sí y yo te molestaba mucho.

Junto mis cejas.

Un momento, ¿Colt Medal está reconociendo sus conductas inmaduras?

 —Era todo lo que hacías —murmuro.

Colt resopla. —Sí, pero era divertido ver tus reacciones —afirma—. Aunque luego te vengaste, ¿no?

Tiro de mi camiseta hacia abajo recordando que mientras Heidi le preparaba una limonada, yo le mezclé tres cucharadas de sal muy cargadas. Casi lo hago vomitar.

—Te lo merecías —respondo.

—Supongo que sí —de nuevo está admitiendo su culpa, ¿Qué está pasando? —. Será mejor que este verano te mantenga lejos de la sal.

Prefiero que me mantenga lejos de la familia Medal, bueno, no me molestan algunos de los miembros de esta familia.

—Voy al baño —Joseph se mueve y empuja suavemente a Connor—. Ven conmigo, vamos a lavarte las manos.

Connor le toma la mano y caminan al fondo, antes de cruzar a la parte donde están las puertas para los baños, me pareció ver a Joseph voltear un segundo hacia esta dirección.

—Brittany —Colt me llama—, ¿Cómo has estado?

Junto mis cejas. Sé porque me está haciendo esta pregunta pero no hay forma en el mundo que me haga hablar de mis sentimientos con Colt. Sé que esta pregunta se me hará una y otra vez por el resto del verano, sé que todos querrán saber los detalles y fingirán interés por cómo me siento, pero no diré absolutamente nada.

No quiero su lastima.

—Muy bien —miento—. ¿Qué hay de ti? ¿No deberás estas en algún viaje con universitarios?

Entorna un poco sus ojos. — ¿No quieres verme en el verano?

Él sabe muy bien que no, que después de lo que pasó aquella noche no quise volver a verlo. Que después de la forma en que Joseph jamás volvió a hablarme y ahora me evita hubiera preferido estar en cualquier parte del mundo menos aquí.

— ¿Para qué? —respondo—. Ya estamos grandes para hacernos bromas, no voy a participar en eso este verano.




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