No podía creer que esto realmente estuviera sucediendo.
Pensé que a estas alturas estaría encerrando en mi habitación de la casa de verano, intentando descubrir nuevas formas para sentir que el tiempo pase más rápido y extrañando la vida lejos de ahí y todas esas personas.
Pero no, estoy en una posada en un lugar desconocido y mi teléfono apenas tiene señal. No estoy segura si mamá dejó de llamar o es porque ya no me entran los mensajes ni las llamadas.
Luego de comer un sándwich de jamón con queso y un poco de aderezo, la señora Mabel llegó para informarnos que nuestra habitación, la veintisiete, ya estaba lista.
Durante nuestro tiempo de espera me di cuenta que hay muchas personas que deben estar en sus veintes pues se veían jóvenes pero más grande que nosotros. Seguramente este es el tipo de lugares que visitas cuando haces viajes de carretera porque todos lucían mucho más alegres que nosotros. Claro, seguro están por su voluntad aquí.
Tomamos nuestras maletas, aunque no sacamos todas, solo las que íbamos a necesitar. Colt lleva la de él y la de Connor, Joseph va al frente como si supiera exactamente donde se encuentra esa habitación y aunque duda unos segundos, es bueno fingiendo que nada se le sale de su control.
Veo su espalda y recuerdo el verano cuando teníamos quince años y estuvimos todos reunidos en la playa.
Ese verano fue uno inusual pues Allan y mi hermano estaban ahí, algo que dejó de ocurrir cuando estaban por graduarse de la universidad y ya habían empezado su propia vida de adultos.
Recuerdo que hicimos competencias y una de ellas fue correr con alguien sobre la espalda de otra persona mientras llevaba una cuchara con un huevo equilibrándose. Ni siquiera recuerdo qué se suponía que íbamos a ganar pero lo que sí recuerdo es saber inmediatamente que mi compañero tendría que ser Joseph.
Me acerqué a él y me sonrió aunque no le pregunté si quería jugar junto conmigo pues lo di por sentado. Mientras tanto, Madeleine se acercó a Colt y le tomo el brazo pidiéndole que fueran compañeros.
—Supongo —respondió Colt, desinteresado.
Pensé que mi hermano y Allan iban a participar con sus respectivas novias pero en honor a los viejos tiempos, se unieron y decidieron que ellos nos aplastarían.
Allan y Adrien tuvieron el efecto colateral de crecer con madres que fueron y son mejores amigas. De la misma manera en que Joseph y yo terminamos siendo mejores amigos, ellos también. Claro, ahora mi hermano está casado y Allan está ocupado pero durante el tiempo que viví con Adrien escuché que lo llamaba constantemente para contarle de su día a día.
Siempre pensé que esos seriamos Joseph y yo. Que creceríamos juntos, nos mantendríamos al tanto de nuestros problemas y que sin importar la distancia o los eventos a nuestro alrededor, formaríamos parte de la vida del otro.
Esa vez, Joseph me hizo cosquillas en las piernas y tiré el huevo. Madeleine casi gana si no hubiera sido porque Colt se quejó de lo aburrido que era el juego y así, la primera generación de hermanos Medal y Cires ganaron.
Ahora la espalda de Joseph es más ancha. Ya no queda rastro de quien algún día fue, mi mejor amigo.
Pasamos por una habitación que pareciera estar llena de personas por el desorden de voces que se escucha a través de la puerta. Colt mira hacia el techo y yo noto que de alguna forma, alguien ha pintado flores de varios colores en él. Es lindo, me gustará tomarle una fotografía si la iluminación fuera mejor.
Llegamos a nuestra puerta con el número de la habitación por encima de ella. La señora Mabel nos espera a un lado, mientras revisa algo en su teléfono y entorna los ojos para leer mejor.
—Oh, ya están aquí —sonríe—. Acabo de asegurarme que todo esté en orden, hay toallas y almohadas suficientes —explica—. Tienen dos camas disponibles y un baño, la televisión es de cable y hay aire acondicionado —sonríe—. ¿Me necesitan para algo más?
Dos camas. Somos cuatro.
—Um, creo que no, por ahora —responde Joseph.
Ella asiente. —Está bien, descansen y recuerden que pueden visitar la piscina y el patio si lo desean.
Tomo una larga respiración mientras ella camina a mi lado. Quiero darme la vuelta y rogarle que me saque de aquí, ofrecerle el dinero que tengo en mi cuenta de ahorros para que me pida un taxi y me lleve de regreso con mi hermano y su nueva familia.
Joseph busca el lado correcto para introducir la llave y al lograrlo, empuja la puerta. Se mueve con su maleta negra adentro y dos segundos después, enciende el foco para descubrir donde pasaremos el resto de la noche.
Está bien, supongo. Hay dos camas, una mesa en una esquina, una puerta que seguramente es el baño y una ventana con dos cortinas azules. No es muy grande y no hay ni siquiera una división para obtener un poco de privacidad, no hay donde esconderse.
—Intentaré llamar a mamá —Joseph afirma, dejando la maleta a un lado de la puerta.
Colt lo deja pasar y cierra la puerta. Connor, con sus audífonos sobre sus hombros, mira alrededor del lugar, su hermano lo toma del brazo y lo mueve a la cama del lado izquierdo para que se siente.
Yo sigo de pie, como si estuviera esperando despertarme de este sueño con tintes de pesadilla y al abrir los ojos, regresaría en el tiempo. Quizás en la cama de la casa de mi hermano, quizás a los años cuando todo estaba bien.
—Acogedor —Colt afirma.
Ruedo los ojos. — ¿Qué vamos a hacer? Esto no…
Colt asiente y da unos pasos hacia mí. —Tranquila, Brittany, está bien. Esto fue imprevisto pero llegaremos mañana, solo es mejor si Joseph descansa y Connor toma una ducha, sabes que lo ayuda a dormir.
Bajo la mirada a mis zapatos, son negros y la tierra de color almendra ha hecho su trabajo decorándolos en las puntas. —Y, ¿Cómo? —Hago una pausa—. No creo que pueda dormir hoy.