—Esperemos que ya nada nos retrase —Joseph cierra la cajuela luego de guardar nuestras maletas—. Connor, ¿Tienes tus audífonos, verdad?
Muestra una sonrisa.
—Bien —le da una palmada a Colt—. Vamos, ¿ya entendiste el camino que te expliqué?
—Si pero, ¿estás seguro que saldremos de aquí por esa parte? —Se cubre del sol con la mano—. Aun no tengo internet y no sé cuándo recuperaremos la señal.
Joseph le da un vistazo a la posada. —Eso fue lo que me dijeron, creo que lo mejor será solo avanzar lo más que podamos hasta que lleguemos al centro de aquí.
—Está bien —contesta Colt.
Me muevo de regreso a mi lugar, ahora ya tengo la batería del teléfono cargada y los auriculares en mi bolsa, lista para ignorar al planeta tierra por las siguientes horas que restan.
Dentro del asiento es Colt quien se encarga de colocarle el cinturón de seguridad a Connor, luego saca de un compartimiento del asiento del copiloto el pato de hule que le gusta a él.
Connor lo sostiene entre sus manos y lo presiona como si tuviera botones, un dedo a la vez.
Sí, a Connor le gustan ciertos juguetes y se podría decir que varios de ellos son para niños muy pequeños pero eso no significa que sea un bebé. Eso siempre les ha fastidiado a todos sus familiares, que lo traten como si es frágil y no puede hacer nada por él. Connor ha logrado muchas cosas gracias a la terapia y a sus profesores, sabe hacer lo básico y cada día demuestra que puede lograr realizar actividades que todos hacen.
A mí tampoco me gusta cuando le hablan con un tono de voz raro, como si creyeran que él no puede entenderles. Si puede y Connor es muy brillante, que lo traten de forma “especial” no es un favor para él. Connor me ha demostrado que una de las cosas que más le gusta de las personas es cuando lo tratan normal, cuando no elevan la voz o pronuncian las palabras lentamente.
Aunque no los culpo totalmente. Yo sé que si Connor no estuviera diagnosticado con TEA yo no sabría la mitad de lo que sé sobre ello. Lo ideal sería que todos nos tomáramos el tiempo a conocer no solo los significados sino la realidad de las personas con TEA pero sé que lamentablemente, no todos quieren informarse sobre algo que piensan que no les afecta.
Miro la pantalla de mi teléfono y sigue avisándome que no hay nada de señal, por lo tanto, nada de mensajes nuevos o llamadas.
Busco entre mi música descargada, reproduzco una canción y cierro los ojos. Voy a dormirme lo más que pueda con la esperanza que al abrirlos, he llegado a un destino diferente. Uno mejor.
Mi teléfono comienza a vibrar unos veinte minutos después.
Es mamá, está llamándome de nuevo. No sabía que ya habíamos recuperado la señal, eso es algo bueno, significa que hemos dejado atrás los lugares desconocidos. Al menos en el mapa.
—Ya hay señal —silencio el teléfono.
Colt saca su teléfono del bolsillo trasero y revisa. —Es cierto, déjame poner el mapa —mueve sus dedos—. Um, ya veo, estamos cerca de retomar el camino.
Joseph bufa. — ¿Cómo rayos llegamos a meternos aquí?
—No sé —baja su ventana por completo—. Pero al menos no hay tráfico, aprovechemos esto.
—Sí, nada de paradas ahora —me mira por el retrovisor—. Entonces, ¿voy bien por aquí, no? —le habla a Colt.
Colt enciende la radio. —Sí —se acomoda en el asiento—. Creo que hoy será un mejor día.
Joseph bufa. —Sí, claro —sube el volumen.
He dejado de escuchar mis canciones cuando mamá me llamó y decido ya no colocarme los auriculares de nuevo, solo me recuesto en el asiento y escucho esa canción que se estrenó hace como cuatro años.
A Joseph le gustaba mucho, solía cantarla mientras caminábamos hasta la playa o cuando íbamos por algo de comer. Fue de esas canciones que escuchas por todos lados, que se hacen tan populares que nadie deja de reproducirlas.
A mí no me gustaba, se me hacía cursi y genérica pero cantarla con Joseph siempre era divertido. Él me molestaba, danzando a mí alrededor mientras intentaba llegar a las notas altas y yo aplaudía por su supuesta gran interpretación.
Sé que ya no debería pensar en Joseph, en nuestro pasado o en los recuerdos, incluso si fueron buenos, pero es difícil. Quiero continuar sin él, quiero dejarlo atrás pero me doy cuenta que es mucho más fácil decirlo que hacerlo.
Muevo mi mano y la coloco sobre el respaldo de su asiento, escuchando el coro y le hago la pregunta mental sobre sí ahora mismo, está pensando en aquellos días. Los buenos viejos tiempos, lo que pensamos durarían para siempre.
Siento mi frente comenzando a transpirar así que me muevo hacia el respaldo y bajo la ventana por la mitad, deseando que una ráfaga de viento se lleve todo lo malo de mi presente.
Respiro profundo despegando la tela de mi abdomen, moviéndola de adelante hacia atrás para refrescarme. No tengo idea de a cuantos grados está la temperatura pero sé que hoy será de esos días sofocantemente calientes, del tipo de días que deseas solo dormirte bajo la sombra y tomar mucha limonada fría.
Colt habla por teléfono, lo escucho avisarle a alguien que vamos en camino y dar un pequeño resumen de nuestro fracaso de carretera. Seguramente es su madre o quizás su padre.
Tomo mi teléfono y le envío un mensaje a mi hermano solo avisándole que estoy bien, que lo llamaré más tarde. Espero que cuando sea “más tarde” ya esté fuera de este auto.
Cierro los ojos de nuevo, dejándome mecer por el movimiento del auto. Es ligero y tranquilizador, me ayuda a relajarme. Aprieto los ojos un poco, recordando tantas cosas a la vez que es difícil escoger qué recuerdo descartar y cual conservar.
Recuerdo a Joseph cubriéndome de la lluvia con su paraguas de rana, cuando teníamos ocho años. Recuerdo a Joseph llorar porque su tortuga se perdió pero luego la encontramos, estaba en el jardín. Recuerdo las canciones que escuchábamos tirados sobre el frio suelo en las tardes.