De Verano A Verano

20: Lo único que hago bien

 

Ha comenzado a llover.

Veo el reloj del tablero marcando casi las dos y media de la tarde. Hemos estado atascados en el tráfico por más tiempo del que me gustaría y esta vez, innecesariamente. Aun no entiendo porque estamos tomando una ruta mucho más larga.

Supongo que estaremos bien mientras no haya truenos, algo que Connor odia. No puede con el sonido, tiene ataques de estrés difíciles de controlar al igual que en esos días donde la gente celebra con pirotecnia.

—Se me están acalambrando las piernas —Joseph dice, acelerando las plumas que limpian el vidrio de adelante.

Mi teléfono vuelve a encenderse para mostrarme que he recibido un mensaje. Es de mi mamá, me pregunta por donde vamos y yo, simplemente no le contesto. De todas formas se ha estado comunicando con Colt así que da igual si soy yo la que la mantiene informada o ellos.

— ¿Quieres cambiar? —pregunta Colt.

Joseph suelta un suspiro. —Aquí no podemos, te vas a mojar pero, quizás podemos hacer una parada.

Dejo salir un suspiro cargado de frustración, ¿otra parada? Este viaje se está haciendo interminable. Ahora que no solo Joseph está molesto conmigo sino también Colt, no quiero pasar ni un minuto más cerca de ellos.

—Ya falta poco para salir de esta área —le explica Colt—. Podemos detenernos en una gasolinera.

Connor está escuchando música concentrado mientras gira su pato entre sus dedos. Está viendo hacia afuera, creo que le gusta ver la lluvia sobre el vidrio.

Toco su hombro para llamar su atención y él gira, con esa expresión serena que suele llevar. —Connor —muevo mis labios para que se quite los audífonos.

Lo hace, dejándolos sobe sus hombros.

— ¿Todo bien? ¿No necesitas algo? —pregunto.

Creo que todos aprendimos a comunicarnos con Connor de distintas maneras y a entender sus respuestas no verbales pero en muchas ocasiones es difícil saber si está totalmente cómodo o si le duele algo. Recuerdo una vez que tenía un dolor en el estomago pero nadie lo supo hasta que vomitó.

Es por eso que quiero asegurarme que ahora está bien. Así como a Joseph se le acalambraron las piernas, puede que él esté aburrido o simplemente quieras tomar algo.

Connor me mira a los ojos unos segundos y toca mi nariz.

—Está bien —digo, con una sonrisa—. ¿Te gusta la lluvia, verdad?

Mira detrás de mí y sonríe unos segundos.

—A mi también —afirmo— cuando tenía tu edad me gustaba salirme de la casa para jugar bajo ella, aunque me regañaban mucho.

Escucho que alguien suelta una risa corta, aunque no estoy segura quien de los chicos fue.

—Además, tú eres el consentido pero antes que tu nacieras, yo era la bebé —entorno mi cabello entre mis dedos—. Por eso me sobreprotegían y tu hermano, Allan, ¿sabes qué hacía? Me hacía ir por la casa con casco para que no me golpeara.

Connor levanta el pato. Allan se lo regaló.

Yo asiento. —Sí, Allan era así, luego crecí y me molestaba todo el tiempo diciéndome que me iba a cortar el cabello porque siempre lo tenía despeinado.

Connor mira a su pato y sonríe.

La cuestión con Connor es que él comprende todo lo que está pasando y lo que tú le dices, a diferencia de lo que las personas creen.

—Cuando Brittany tenía tu edad, era un problema —Colt habla, girando su cara para dirigirse a Connor—. Se comía todo lo que tuviera azúcar, cantaba canciones a todo pulmón y siempre ensuciaba algo con esmalte de uñas.

Lo miro entornando los ojos, ¿así que ya no está molesto conmigo?

—Pues tenía doce años, no era tan malo como tener trece y bañarse con loción de mi papá para impresionar a las chicas de quince.

—Ah, pero al menos yo nunca me maquillé terriblemente para llamar la atención de nuestro vecino de último año cuando yo tenía trece —contesta, con una sonrisa de satisfacción.

—Pues yo no edité mi fotografía para que luciera como si tuviera músculos —respondo.

Joseph deja escapar un sonido, uno muy parecido a una risa. — ¿Qué? ¿Hiciste eso? —Le pregunta.

Colt niega, aclarándose la garganta. —No sé de qué hablas.

Levanto mi mano hacia Connor. —Creo que gané esta partida, Colt —Connor toca mi mano y yo sonrío.

Colt se gira un poco más y me señala. —Esto no ha terminado, tengo muchos datos vergonzosos de ti.

Me encojo de hombros. —Me da igual, yo tengo más, siempre fuiste un poco patético.

Estira su mano y la sacude, pareciera que está pidiéndome algo. Estiro mi mano lentamente, confundida y él la toma. —Aun te muerdes las uñas, ¿no?

Ya casi no lo hago, solo la del dedo pulgar y la del índice. —No.

Colt no suelta mi mano aun, le da la vuelta y toca mi piel con su pulgar. Mi respiración se corta en ese instante, viendo como su mano está sosteniendo la mía. Levanto mis ojos y él me está viendo, directamente y de manera intensa.

Connor y Joseph están en este reducido espacio también, la lluvia nos ha encerrado y aunque no debería sentirse así, es como si de pronto solo estuviéramos él y yo.

Retiro mi mano y respiro profundo, bajando el rostro.

Colt se reacomoda mientras las gotas contra las ventanas rellena cada espacio vacío donde palabras deberían ser pronunciadas.

 

El tráfico es tan lento que Joseph ha apagado el auto.

Según buscó Colt, es por las lluvias y el viento, unas ramas se han caído en la salida de la carretera y eso ha retrasado a cada persona esperando llegar a sus destinos.

Los bostezos han surgido dentro del auto. A veces es Colt, a veces es Joseph y muchas veces, soy yo. Connor sigue entretenido por la lluvia y su pato, que ocasionalmente lo presiona contra la ventana como para mostrarle donde nos encontramos.

—Ya están avanzando —avisa Colt.

Joseph se mueve sobre el asiento para retomar el volante y avanzar, aunque sea, poco a poco. —Genial —dice—. Cundo salgamos de aquí pasaré a HomePlace.




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