De Viaje A Chile

Skyfall

Eduardo.

—Amor, si tuvieras un dragón, ¿cómo lo llamarías? —Algunos pensamientos que tenía en mente mientras perdía el tiempo viendo por la ventana, fueron interrumpidos por la pregunta inesperada de Gonzalo.

—¿Disculpa? —pregunte sin despegar la mirada de la ventana, viendo el leve reflejo de Gonzalo en esta.

—Así como lo escuchas... ¿Qué nombre le pondrías? —no tolere más estar teniendo este contacto, por lo que me voltee para verlo directamente a la cara.

—No te entiendo, Gonzalo.

—Repito la pregunta. ¿Si tuvieras un tigre como lo llamarías? —por un momento me perdí aún más en la plática por la nueva pregunta.

—¿No era un dragón?

—A sí, un dragón, ¿cómo lo llamarías? —pregunto entre risas ahogadas por los pasajeros que habían conciliado el sueño.

—Pues...no sé.

—Yo lo llamaría como mi más grande miedo.

—¿Serpiente? —pregunte recordando la plática que ambos habíamos tenido hace años en ese lugar abandonado de la institución.

—Eduardo.

—Pinché pendejo—Gonzalo solo soltaba carcajadas sin parar, era la tercera pregunta tonta que me hacía durante el vuelo.

—¿Qué?, está chido el nombre. ¿Tú que nombre le pondrías? —volvió a preguntar esta vez tomándome más tiempo en formular la respuesta.

—Pues... ¿Skyfall?

—¿Le pondrías el nombre en inglés? —pregunto mientras me hacia una mirada burlona.

—Suena chido, ¿No?

—Pues...

—¿Tú cómo le pondrías?

—Tormenta—dijo mientras sacudía sus manos como si estuviera en un musical de jazz.

—Wow, que creativo...

—¿Qué?, está chingón, ¿No?

—Pues yo lo escuche en una serie de televisión. Sospechoso.

—¿De dónde crees que lo saque?, yo me levantaba temprano solo para verla, cuando acababa me dormía de nuevo.

—No me sorprende.

—Estás muy serio, ¿Todo bien?

—Si...—aunque decía eso, yo en ese momento más que nadie sabía que no me sentía bien. Me dolía la cabeza y estaba muy mareado, con unas ganas grandes de revolver el estómago.

—Muy buenas noches caballeros, ¿Gustan algo para comer? —dijo la azafata que se acercaba con miedo por la bola de pelos que estaba profundamente dormida.

—Claro, yo quiero... ¿Qué manejan?

—Aquí tiene el menú joven—estaba apuntó de echarme a reír por ver cómo temía por Luna, quien ni siquiera la volteaba a ver.

—Perfecto... Quiero unas galletas de favor con un poco de café. ¿Quieres café?

—Sabes que no me gusta—mire con ironía a Gonzalo mientras este negaba la cabeza con los ojos cerrados buscando otra propuesta.

—¿Refresco?

—Sí, eso sí.

—Perfecto Jóvenes, ahora se los traigo—Dijo la azafata para después irse por nuestro pedido.

—¿Te gustaría dormir en casa de mis padres Eduardo? —mire sorprendido nuevamente a Gonzalo mientras este permanecía con una falsa sonrisa.

—¿Por qué la pregunta?

—Podríamos quedarnos en un hotel si así lo prefieres—Gonzalo siguió ojeando el menú que tenía entre sus manos mientras esperaba mi respuesta.

—¿Es pequeña tu habitación?

—Mi habitación es todo menos pequeña—dijo volviendo su mirada hacia mi.

—Uy, si, el presumido humillando al humilde.

—Claro que no, si supieras como me trajo de tormentos ese cuarto.

—Bueno... yo cuánto hubiera dado por haber tenido un cuarto solo para mí.

—¿Con quién compartías?

—Con mis dos hermanos.

—¿Eres el hermano mayor verdad?

—Así es.

—Y yo el menor... que ironía.

—Así es.

—¿Que tienes leoncito? Dime la verdad que estoy para ayudarte—Gonzalo dejo el menú encima del lomo de Luna provocando que esta se despertara.

—Me duele la cabeza—conteste evitando hacer contacto visual con el.

—¿Qué más?

—Me siento mareado.

—¿Solo eso?

—Quiero vomitar—voltee a ver nuevamente a la ventana para apreciar el lindo cielo que se formaba en las alturas, tan claro y con las luces de las ciudades de bajo de nosotros.

—Seguramente por qué no has comido, ¿Quieres algo de comer?, yo no pedí nada porque los precios son algo elevados, pero para ti pido todo el menú si gustas.

—No gracias Gonzalo, así estoy bien—Este se quedó observándome en silencio mientras me analizaba, lo pude notar por su reflejo en la ventana.

—¡Señorita! —soltó justo cuando había una azafata a unos pasos más adelante.

—¿Qué desea? —esta vez volví la mirada hacia Gonzalo quien se encontraba viendo el meno que nos habían dado hace unos momentos.

—Escoge algo Eduardo—Gonzalo me entrego el menú, pero con solo ver los precios rápido, supe perfectamente que tenia de todo menos hambre.

—No quiero, gracias.

—Me podría traer la torta de milanesa con un refresco, si está frío mucho mejor—dijo Gonzalo entregándole el menú a la señorita.

—Enseguida se lo traigo junto con su pedido anterior.

—Muchas gracias señorita.

—¿Pará qué la torta Gonzalo? —pregunte viendo con molestia a Gonzalo, aunque a este no le importo.

—Para el que se está desmayando de hambre, ¿Pará quién más?

—Yo te dije que así estoy bien.

—Claro... ¿Ya lo pensaste? —pregunto retomando la conversación que anteriormente estábamos teniendo.

—¿Sobre qué?

—Nos vamos a quedar en casa de mis padres, ¿Sí o no? —Gonzalo saco un libro de entre su chamarra, fingiendo que le prestaba atención.

—No lo sé Gonzalo, esa es tu decisión, digo, yo no puedo decir algo de lo que tú no estés cómodo. Como tú decidas, yo vengo a acompañarte y apoyarte, no para darte órdenes.

—Por eso te amo.

—Ya se tardó tu café, ¿Verdad? —trate de esquivar el cumplido que me provoco un leve rubor en mi rostro, volviendo mi vista hacia la ventana.

—Solo un poco.

—Te hiciste adicto a esas cosas—mientras seguía hablando con Gonzalo y fingía que leía el libro que tenía en las manos, mis ojos comenzaban a cerrarse. Pasaban de las diez de la noche, tenía demasiado tiempo que no dormía tan tarde.



#14627 en Novela romántica
#8852 en Otros
#1341 en Humor

En el texto hay: chicoxchico, chile, gaylove

Editado: 27.12.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.